⊷⊶⊷⊷⊶⊷《 KATHERIN 》⊷⊶⊷⊷⊶⊷
— ¡Oye!, deja de perderte en tus pensamientos, llegó gente a la sala vip, ya sabes, atiéndelos de lo mejor— miré al gerente y asentí.
Hacía un año ya que empecé a trabajar en Le Bernardin, era uno de los mejores restaurantes gourmet de la ciudad, era mesera del lugar a medio tiempo. Empecé a trabajar desde que mamá cayó enferma, éramos sólo ella y yo contra el mundo.
El gerente del lugar era un idiota total, sin embargo, siempre que necesitaba algún permiso especial él me lo concedía, a veces incluso llegaba a pedirle algunos adelantos de sueldo, en este momento yo era el único sostén de nuestro hogar.
Llegué a la zona vip y me encontré con tres hombres de avanzada edad y uno un poco más joven, parecían empresarios, reconocí a uno de ellos como el dueño de la casa de moda más importante del país, Lucían Collins, lo admiraba a él y a su trabajo, gracias a su trabajo fue que me decidí por estudia diseño de modas, era mi ídolo y ejemplo a seguir.
Él me barrió con la mirada y me sonrió antes de centrar su atención en la conversación que tenían momentos antes de entrar a atenderles.
Toda la noche fue muy tranquila, hubo comensales hasta altas horas de la noche, aproximadamente a las dos de la mañana el transporte me dejaba nuevamente en mi hogar después de la larga jornada, no era el trabajo más conveniente, pero era el que pagaba mejor.
Tome una ducha y aliste todo para la mañana siguiente, debía despertar a las siete para ir a la universidad, era la misma rutina agotadora toda la semana.
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Sentía que dormía entre nubes, no recordaba cuando fue la última vez que tuve tanta tranquilidad. Soñaba que estaba en un hermoso prado, en mi sueño podía ver un hombre con unos ojos negros intensos mirándome desde lejos, eran hermosos, aunque no podía ver el resto su rostro sentía que con su mirada me atraía hacia allí, era un hombre de cuerpo maravilloso, se veía lo bien trabajado que estaba.
Me estaba acercando a él, a punto de tomar la mano que me ofrecía cuando una voz empezó a hablar a mí al rededor. Abrí mis ojos lentamente adaptándome a la luz que entraba en ese momento a la habitación, mientras me desperezaba escuche de nuevo a mamá.
— Ya despierta Kathe, se está haciendo tarde — me tapé por completo la cabeza con la sabana para seguir durmiendo hasta que sentí que la tiraron fuera de la cama.
— Despierta, es tarde, nada de pereza, llegarás tarde a la universidad, ya son las siete — me senté de golpe en la cama.
Maldición, mi clase iniciaba a las siete treinta, ni volando llegaba a la primera clase, la universidad estaba a cuarenta minutos de casa, si tomaba el colectivo a tiempo.
— Me quedé dormida — le dije a mama mientras la veía rodar los ojos.
—Casi que no me doy cuenta — me contesto burlonamente mientras me veía correr hacia el baño.
— Arréglate, yo te preparé algo de desayuno — le grité un gracias desde el baño.
Rápidamente tome un baño, me cambié y peine en tiempo récord, tome un sándwich y un vaso de café en mi taza térmica y salí disparada hacia la parada de colectivo, si tenía suerte llegaba a media clase, sólo esperaba que me dejaran entrar.
— ¡Ten buen día hija! — gritó mamá desde la puerta.
— ¡Tu igual mamá, ya sabes, no te sobre esfuerces, te amo! — grite de vuelta y seguí mi carrera.
Al bajar del colectivo corrí lo más rápido que pude, no me importaba cuánta gente me llevaba por delante, sólo gritaba una disculpa y seguía mi camino.
Cuando llegue al salón que me tocaba pude respirar tranquila, el profesor aún no había llegado, dando un suspiro me senté en mi lugar y saque mi libreta de diseños, cada que tenía oportunidad intentaba crear un nuevo diseño.
Toda la mañana paso entre clases y diseños hasta que llegó la hora de salida, mis clases acababan hasta el atardecer, adelantaba materias para poder terminar más rápido mi carrera, ya me faltaban pocos meses para lograr mi sueño.
Llegué agotada a mi trabajo, al estar relativamente cerca (veinte calles) prefería ir caminando, así ahorraba lo de un transporte, y con todo el ánimo que logré conseguir inicié mi jornada laboral.
Todo iba con aparente tranquilidad, atendía las zonas vip, que era las que más dinero dejaban, y gracias a mi buen desempeño, el gerente me permitía atender esa zona varias veces a la semana.
Un grupo de jóvenes ingresó al establecimiento, sin prestarles demasiada atención me dirigí hacia la mesa que atendía, con tan mala suerte que choqué con uno de ellos derramando las copas de vino sobre su blanca camisa.
Al levantar mi mirada, mis ojos chocaron con un par de ojos negros, tan negros como la noche, que me miraban como si quisieran matarme, estaba realmente molesto, podía notarlo, además mirando su camisa pude comprobar que no tendría arreglo, era vino tinto.
— ¡¿Acaso eres ciega? ¿Porque mierda no te fijas por donde caminas? Que inútil! — fruncí el ceño.
— Mil disculpas señor, yo le pagaré su camisa — él sonrió arrogante.
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Editado: 23.11.2022