Foscorllum

Capítulo ocho

Miércoles, el día del medio y que a nadie le importa. Bueno, era la mañana de ese día y yo me alistaba para ir a la escuela, otra vez.

Mi talento para apartar pensamientos que no quiero estaba fallando, puesto que no dejaba de pensar en lo sucedido anoche.

**
"Él chico de ojos celestes, él y su estúpida fachada de misterioso y frío"

Escribía en la última hoja de mi cuaderno, simplemente se me ocurrió.
Escribir sobre el extraño con el que eh soñado y visto, por más raro que suene, pasó y nunca se me ocurrió escribir sobre ello hasta ese momento.

Pensar en su amuleto y su rostro perfecto me inspiraba poemas, frases versos... Supongo que puede ser inspiración para grandes obras mías, ahora que lo pienso.

– Señorita Benott. – El profesor, un anciano de unos 60 años, estaba frente a mí bastante disgustado, sacándome de mis pensamientos.

– Disculpe, profesor.

– No, tiene que prestar atención a la clase. Irá a detención.

– Pero, profesor yo-

– Se le suspende su recreo, así aprende a atender lo que necesita para su formación académica. – Dijo dirigiéndose a la pizarra. Nunca en mi vida había ido a detención, ¿qué me está pasando?

Muchas horas más tarde estaba allí sentada, acababa de llegar al salón de detención y me senté en la última carpeta esperando a que nadie me viera. Entonces sentí como si mi corazón latiera rápido un segundo y no precisamente por amor: Él estaba allí con su ropa negra, su clásico amuleto, intimidante, alto y su negro cabello desordenado.

Me quedé observándolo y él me dirigió la mirada, sus ojos celestes penetraron los míos, se pasó una mano por el cabello desordenándolo más y luego de esto se sentó cerca a mi. Mis manos empezaban a temblar, era una reacción extraña de mi parte y luego me inquieté más al sentir una mirada a mi lado derecho, apenas me giré para verlo y estaba mirándome. Aparté rápidamente mi vista.

– Hola – habló una gruesa voz. – Tal vez no debería preguntar, pero... ¿Porqué actúas como si me temieses cada vez que me ves?

– Yo no te tengo miedo. – Mi voz no era la mejor en ese momento.

– ¿Porqué tiemblas?

– ¿Eh?

Se acercó y sentí su aliento cerca de mi cuello, esto me recordó al asunto de anoche. Solo aumentó mi temor.

– ¿Te intimido, Benott? – ¿Cómo sabe mi apellido? Tragué grueso.

– Apártate – Posé mi mano sobre su pecho para alejarlo, pero él no movía ni un músculo

– Primero responde mi pregunta. Es sencilla.

– Sí no quieres que grite, aléjate. – Estábamos solos en ese salón.

– ¿Es una amenaza?

– Advertencia – corregí.

Acercó su rostro al mío estábamos a centímetros de distancia y el calor se extendió a mis mejillas, mi pulso se aceleró. Mi corazón, mi débil corazón, latió más rápido y fuerte y no creo que sea por temor esta vez.

¡Aléjate ya Julieta!, aunque no se siente tan mal. - Escucho a mi subconsciente.

– Ahora si luces intimidada. – Dijo él con su gruesa voz, su aliento rozó la piel de mi rostro y en mis labios. Él olía tan bien, a perfume y lavanda.

Respiraba agitado cerca a mí y mi respiración tampoco era usual. Algo me decía que me aleje de este tipo, pero sencillamente, por alguna razón, no quería hacerlo. Escuchamos nuestras respiraciones mientras nuestras narices se rozaban y nuestros labios estaban a milímetros de tocarse y unirse. Quise, deseé con todo lo que tenía que esto sea otro de mis sueños y a la vez que no.

"Que los milímetros se vuelvan nulos ahora y mi corazón latirá como si de sus últimos latidos se tratasen."

Una masa de reacciones estaban al rededor de nosotros cómo si fuéramos las únicas personas allí y por primera vez en mi vida sentí una electricidad recorrer mi cuerpo. Tal vez no lo conozca, pero por más raro que suene soñé con él y se qué hay algo que nos une, por más que traté de negarlo o de inventar cosas. Hay algo que nos une y averiguaré qué es.

Esa química del momento se rompió, como un cristal estampa contra el suelo. Se separó de mí bruscamente.




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