Foscorllum

Capítulo catorce

Había llegado a la casa de Harper, el lugar destacaba por sus oscuros colores. La seguí por unas escaleras de madera que parecían del siglo pasado, estas rechinaban cuando subíamos.

Luego fuimos a un cuarto oscuro lleno de cosas como hierbas y medicinas raras y poco usuales. Había además en el pequeño cuarto: cráneos, velas encendidas, cartas y el lugar estaba atestado de un delicioso olor a incienso.

– Este es el lugar donde mi mamá atiende a sus clientes, aquí les lee las cartas y predice sus futuros. – me informa Harper.

Ella se sienta y me dice que haga lo mismo, obedezco.

– Bien cuéntame todo y con detalles.

Suspiré. Le empecé a contar absolutamente todo desde los sueños hasta el beso y todo lo qué pasó después, no sé cómo termine contando todo esto, pero de alguna manera me sentí más liberada. Ella no juzgaba mi historia, solo escuchaba, y eso era lo que necesitaba.

– Bien, después de escuchar todo...

Ella frunció el ceño y sacó un libro pequeño de su bolso, leyó rápidamente algunas páginas y volvió a mirarme.

– Es un demonio.– Dijo–Puedo sentirlo, él es peligroso, tiene un alma negra.

– ¡Que carajos! Los demonios no existen.

– Claro que existen y este es uno de los peligrosos, se mete en tus sueños por alguna razón. Pero para aclararlo necesito verlo.

– ¿De que me estás jodiendo? – No suelo decir palabrotas, pero sí cuando siento que se burlan de mí.

– No es joda, él es un demonio que se mete en tus sueños. Es todo. Por eso los  soles rojos, por eso la oscuridad que dices que emana.

No podía creer lo que estaba escuchando, esto era demasiado para mí. Los demonios son pura fantasía, o eso creía. Estaba procesando todo...

– Mañana en el recreo me dirás quién es, y así podré sentir su aura y resolveré un poco el lío en el que te metieron.

– Está bien, gracias. – Fue lo único que atiné a decir, sabía que esto podía ser falso, pero nada pierdo intentando.

Una vez de vuelta en casa, al abrir la puerta veo a Nicolás, sentado en mi sillón viendo su celular. Alza la mirada al llegar y me regala una de sus usuales sonrisas derrite-chicas y se pone de pie.

– Hola, ¿Irás a la fiesta? – me pregunta.

– ¿Qué fiesta?

– El cumpleaños de Bree, no me confirmaste que irías, pero igual vine porque iré con tu hermano y un par de amigos más.

Bueno, no me queda más que hacer, así que iré a esa fiesta aunque no suelo ir a ese tipo de eventos con un montón de adolescentes. Pero una vez no me vendría mal.

– Espérame, yo también voy.

Antes de que pudiera responder ya estaba subiendo rápidamente las escaleras y me fui directo a mi habitación. Al llegar me puse a rebuscar mi closet en busca de algo que ponerme. Cogí lo más decente de aquella masa de ropa.

Me decidí por un polo negro, unos jeans azules y zapatillas blancas, dejé mi cabello castaño suelto y me puse mis auriculares y una pequeña mochila que llevo a todos lados.

Al bajar Lucas y Nicolás tenían caras de aburrimiento y al verme solo se dispusieron a salir y yo fui detrás.

– Vamos a llegar tarde. – Dijo mi hermano.

– Valió la pena esperar, porque se ve linda.

Le di una sonrisa tímida, él siempre que puede me dice lo bien que me veo, eso me hace sentir bien de alguna forma.

– Se ve como siempre... aburrida. – Comentó Lucas.

– Ay, cállate Lucas. No lo arruines. – Le dije.

Nicolás sonrió ante nuestra pequeña pelea.

A lo largo del camino se nos unieron dos chicos más y luego todos nos montamos en un taxi que nos llevó directo a la casa de Bree. En el transcurso mi cabeza estaba pegada a la ventana y mis pensamientos sumergidos en un bello rostro, en ojos celestes y en un amuleto de sol rojo.

Al llegar todos, a excepción de Nicolás, entraron apurados a la gran casa en frente a nosotros.

– Parecen apurados. – Habló Nicolás.

– Sí, eso parece.

Su mano se acercó a la mía mientras caminamos hasta la entrada, pero solo eso.

Adentro todos estaban bailando, conversando o comiendo. Había en el centro luces de colores y en las mesas, decoradas con manteles azules, habían bebidas y bocadillos. Dentro de un momento veo a mi amiga dirigirse hacía mí.




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