Foscorllum

Capítulo veintiuno

Esa mañana desperté como siempre, me vestí para ir a la escuela. Bajo las escaleras rápidamente y al llegar están todos desayunando.

- Buenos días, Julie. - Saluda mi mamá.

- Buenos días. - Digo y me siento en la pequeña mesa blanca a desayunar.

- Hay un muchachito afuera diciendo que te viene a recoger para que se vayan al colegio. - Dice mamá, al instante me emociono como la adolescente enamorada que soy.

- ¿Enserio? ¿Ya está afuera? ¿Qué más te dijo?

– Me sorprende que al fin tengas novio. - Dice como no el pesado de mi gemelo, le respondo sacándole la lengua.

- Bueno, hijita ve con cuidado y no dejes que se sobrepase contigo. - Me recuerda mi mamá.

- Será mejor que te cuide. - Dice mi padre dejando de leer el periódico por un momento.

Después de todo al fin termino el desayuno. Nunca había terminado tan rápido de comer.               Me despido de todos y salgo fuera de mi casa, lo veo allí apoyado en su auto negro. Lleva una chaqueta de jean abierta y un polo blanco con unos vaqueros negros apretados. Sus manos están en los bolsillos de su chaqueta, me regala una sonrisa cerrada y yo le sonrío como una niña cuando le compran un juguete nuevo.

Me acerco a él y doy un beso rápido y le despeino el cabello a lo que solo se ríe. Nos subimos en el auto.

- ¿Cómo amaneciste, hermosa? - Me da un suave apretón en mi mejilla, me encanta que lo haga y no sé porqué.

- Bien, muy bien de hecho. ¿Y tú? - No pienso comentarle lo qué pasó anoche con Nicolás, será mejor que no lo sepa.

- Bueno pues... Yo no duermo. - Se ríe. - Así que no amanezco.

- ¿No duermes?

- No en realidad, sólo cierro los ojos y descanso un poco, pero no puedo desconectarme del todo. Simplemente reposo, supongo.

- Ah. - Repondo- ¿Y Bree duerme?

- Ella tiene el placer de entrar al mundo de los sueños, para su suerte. Bueno será mejor que nos vayamos.

Asiento y él se dispone a arrancar el coche y atravesamos la carretera con una suave canción: Get you the moon.
Azrel canta algunas melodías de la canción, su voz es encantadora. Canta perfecto y mis oídos se deleitan con su voz, él tiene ese tipo de voces que te hacen cerrar los ojos y concentrarte en la canción.

Llegamos al colegio luego de unos minutos y bajamos del auto. Cuando estuvimos fuera no pude evitar las mariposas en mi estómago cuando tomó mi mano para poder entrar. Ningún chico en mi vida me había tomado así de la mano, de la forma en la que él lo hace. Pude sentir algunas miradas sobre nosotros, pero traté de ignorarlas, la que no pude ignorar fue la mirada de Nicolás que estaba puesta sobre nosotros. Al llegar a la entrada estaba Bree allí con una sonrisa resplandeciente al vernos.

- ¡Hola, par de tórtolos! Bueno hermanito, es hora de que vayamos a clase. - Dijo apartando mi mano de la de Azrel.

- Esta bien, adiós bonita. - Acarició mi mejilla- Adiós Bree.

Y con eso nos fuimos al salón, no sin antes de escuchar a Bree hablar sobre lo que acaba de ver.

- ¿Así que tú y mi hermanito ya están?

- Sí, eso creo. - Ahora que lo pienso nunca me pidió que sea su novia, todo pasó muy rápido.

Ella me da una sonrisa. - Ya te lo pedirá oficialmente, estoy muy segura de que lo hará. - Me dice como leyéndome los pensamientos.

- Sí, eso espero.

- Hey, nena y ¿tu hermano sigue con esa chica?

- ¿Te refieres a Harper? Que yo sepa, sigue con ella.

Y como si la hubiera invocado Harper aparece frente a nosotros, apenas me ve y se dirige hasta donde estoy. Ella parece ser la única chica a la que el uniforme le queda de maravilla.

- Julie, estaba preocupada por ti. Esa cosa no te hizo nada, ¿verdad?

Doy un suspiro, aquí va a arder Troya.
Bree no tarda en responderle.

- "Esa cosa" es mi hermano. - Dice Bree casi gritándole a Harper.

- Él puede hacerle daño a mi pequeña Julie y lo sabes. No dejaré que le hagan daño a la hermanita de mi novio- Responde Harper poniendo énfasis en mi.

Estoy harta de que la gente me tome por débil, sé que, por más raro que suene, mi novio es un demonio, pero él no me haría daño jamás. Además, puedo defenderme perfectamente yo sola.

- ¡Ya basta! Él no me hará daño y además yo no necesito que alguien cuide de mi, puedo hacerlo yo sola. - Digo apartándome de las dos y entrando al salón de clases.




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