Fotografía

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Historia Original.

Palabras: 1,921 –OS-

Notas: Este fanfic lo realicé en un arranque de nostalgia en la madrugada. Necesitaba hacer algo para distraer mi mente de mis propios demonios. Espero que les guste, aunque sea un poco. Contiene relación de mujer x mujer, si no les gusta esta clase de lectura, lárguense. Este escrito será algo muy personal para mí ya que está inspirado en algunos sucesos que a mí me sucedieron en mi juventud.

Fotografía

[Esto era lo único que conservaba de nuestros recuerdos juveniles. Era la única posesión que no borré ni eliminé. Los días siguen pasando y he olvidado cómo es tu rostro, aun así, el recuerdo de tu risa y del tiempo que pasamos juntas sigue quemando la herida en mi alma, Melinda.]

De nuevo una chica salía llorando de mi departamento, todas terminaban abandonándome cuando descubrían la triste realidad: yo no podía amarlas.

Yo había perdido la habilidad de amar a una persona, no importaba si era hombre o mujer. Nadie lograba reparar mi corazón hecho añicos. Sentí el ardor sobre mi mejilla y la sobé, el escozor de la bofetada aún estaba presente en mi piel.

Necesitaba fumar.

Tomé una liga de mi mesa de noche y me sujeté perezosamente el cabello en una coleta a medio hacer, rebusqué la cajetilla de cigarros en el bolsillo de mi camiseta y la encontré, solo quedaba uno. Bueno, sobreviviría la noche con ese.

Me coloqué unos shorts, tomé una caja de cartón que se veía desgastada y la cual siempre tenía encima del ropero, era mi tesoro más preciado, y entonces salí al balcón de mi departamento. La noche en mi ciudad no era la más vistosa, pero algunas estrellas se lucían. Las noches como estás me recordaban a cuando la conocí por primera vez, una sonrisa agridulce siempre aparecía en mi rostro cuando volvía a mis recuerdos de 15 años.

Yo ya era una adulta de 30 años y seguía dándole vueltas a mi primer amor, ¿qué tan miserable era eso? Me recargué en la barandilla del balcón y encendí el cigarro. Yo odiaba el sabor de la nicotina y aunque con el pasar de los años ya me había hecho experta en soportarlo, era patético aceptar que solo recurría a este vicio porque eran de las pocas cosas que ella me había dejado.

Dicen que el tiempo cura las heridas del amor, pero yo estaba aquí tratando de recordarla cada día. Estaba segura que podía olvidarla y aun así me esforzaba por recordarla, el olor al humo de cigarrillo era el aroma que la representaba.

Sacudí las cenizas y las deje caer en un cenicero que ya tenía preparado. Abrí la estropeada caja de cartón y observé todos los recuerdos de mis años en la preparatoria. Cartas de mis amigas de ese entonces, pulseras del día de la amistad, dibujos que me regalaron en mi cumpleaños, pegatinas de formas lindas que mis amigas intercambiaron conmigo y una única foto.

La saqué de su sitio e inhalé la toxica droga. Retuve el humo y fui tragándolo de poco a poco, siempre que me perdía en esa foto sentía ganas de llorar hasta que mi voz dejara de sonar.

Era el único recuerdo que tenía de Melinda, sí, Melinda. Ese es su nombre.

Cualquiera que viera la imagen pensaría que soy una estúpida al deprimirme por algo tan banal. En la fotografía puedes observar a una chica que se cubre el rostro para evitar ser capturada; es imposible reconocer sus facciones, pero yo sé bien de quién se trata, esto es más que suficiente para que mis ojos se llenen de lágrimas.

Melinda era el tipo de chica tímida que solo tiene pocos amigos, la típica muchacha que no resalta en clase y no tiene una cualidad sobresaliente. La niña aburrida y lúgubre.

Yo nunca me consideré popular, pero era reconocida en la escuela ya que mi inteligencia era por encima del promedio y tenía facilidad de habla.

Melinda capturó mi interés, me daba curiosidad lo diferentes que éramos cuando nos comparaban.

Al principio solo me acerqué por egocentrismo, quería demostrarles a mis amigas que yo era capaz de agradarle a cualquiera; la sonrisa que Melinda me dio ese día jamás abandonó mi cabeza y hasta el día de hoy me da calidez cuando siento frío.

Ella era una persona honesta y amable, pero a pesar de todo tenía una lengua afilada cuando algo le desagradaba y por ese motivo muchas de mis amistades se alejaban de ella ya que no toleraban sus comentarios, a mí me parecía divertido cómo le importaba una mierda las opiniones de los demás, no tenía que cuidar de su apariencia.

—A veces no entiendo por qué te juntas con esas arpías —me había preguntado con enfado y solo me burlé cariñosamente mientras agitaba su cabello.

—Ellas me preguntan lo mismo cuando hablan de ti —esa había sido mi respuesta. Sus mejillas se habían inflado demostrando su inconformidad y solo reí y reí. Melinda era una chica linda, así que quise reconfortarla.

—Me siento bien cuando estoy a tu lado —le confesé ese día y las dos nos quedamos en silencio, pero con una sonrisa en los labios.

Nuestros días se llenaron de momentos felices. Yo no creía en las preferencias entre mis amigos, pero a paso lento y seguro Melinda me había hecho adicta a compartir mi vida con ella; mis amigas la detestaban por robarme su atención y yo solo las calmaba diciéndoles que no eran necesarias esas disputas estúpidas.



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En el texto hay: amor unilateral, lesbianas

Editado: 12.09.2021

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