Fotografía de un corazón roto

Refugio

Después del regreso a Chiang Mai, Bible se refugió en la casa de su madre, buscando consuelo y protección. Sin embargo él no quería que su mamá supiera nada de lo sucedido. Pero ella lo sabía. Bas la había llamado la noche anterior, preocupado por la salud de su amigo y le había contado todo, desde el principio que le habían ocultado.

—¿Cómo estás, cariño? —preguntó, Lawan, aunque la respuesta era evidente en el rostro desencajado de Bible.

Sus ojos hundidos y ojerosos reflejaban la profunda desesperación que lo consumía. La palidez de su piel era casi traslúcida y su tensión era palpable. Sus labios temblorosos se crisparon en un esfuerzo por contener el dolor que amenazaba con desbordarse.

Bible se sentó en el sofá, su cuerpo encorvado y frágil, como si el peso de su dolor fuera demasiado para soportarlo. Sus manos, antes fuertes y seguras, ahora temblaban como hojas en un vendaval, y su mirada, antes llena de vida y esperanza, ahora estaba vacía y desolada.

El entorno que lo rodeaba parecía desvanecerse, y solo quedaba el eco de su agonía, que resonaba en cada rincón de su ser.

La respiración de Bible era superficial, y su corazón parecía haberse detenido en el tiempo, como si no pudiera soportar el tormento de seguir latiendo. Cada segundo era una agonía, cada pensamiento un recordatorio del calvario y la injusticia que había sufrido.

En ese momento, él no era más que una sombra de su antiguo yo, un hombre roto y devastado que luchaba por encontrar sentido en un mundo que parecía haber perdido toda su humanidad.

La noticia del asalto sexual a su hijo había desmoronado el universo de Lawan, sumiéndola en un abismo de shock y desesperación. Sin embargo, con un esfuerzo sobrehumano, lograba mantenerse en pie, erguida y aparentemente fuerte, porque sabía que Bible dependía de ella. En ese momento, su hijo era su única razón de ser, y ella se aferraba a esa responsabilidad para no perderse en el dolor que la consumía.

—Estoy bien, mamá —Bible intentó tranquilizarla con una sonrisa débil, mientras se acomodaba a su lado y tomaba sus manos entre las suyas—.

—¿Cómo pudo pasar esto? —preguntó Lawan con la voz quebrada, aunque era una pregunta retórica —Quise tomar un vuelo a Bangkok en cuanto supe, pero Bas me pidió que no. Pero debí ir, debí estar contigo. Eres mi pequeño, mi corazón. Tendría que haber estado a tu lado ayer, y también aquella vez. No debí dejar que te enfrentarás solo a todo esto.

—Está bien, mamá —aseguró Bible con una sonrisa forzada, aunque por dentro estaba desmoronándose. A menudo, en los momentos más oscuros, había sentido el impulso de tomar el teléfono y llamarla, confesarle su desesperación y suplicarle su ayuda. Quería gritarle que la necesitaba, que la amaba más que nada y que no podía enfrentar solo la tormenta que lo consumía. Pero su orgullo y el miedo a preocuparla lo habían detenido —No quería que me vieras así, mamá —confesó, su voz rota por la emoción—, no quería que vieras el daño que me han hecho.

—Lo que te hizo ese hombre es inimaginable, imperdonable —Lawan abrazó a su hijo con fuerza, acunándolo contra su pecho con el amor y la protección que solo una madre sabe ofrecer—. Debería estar entre rejas, pagando por el daño que te ha infligido. Su mirada ardía con una mezcla de dolor y rabia.

—Lo van a atrapar, mamá —Bible susurró, su voz llena de desesperación, mientras rogaba en silencio que así fuera, y pronto, o no sabía cómo seguiría en pie—. Si no es así... —su voz se quebró, incapaz de terminar la frase.

—Por supuesto que sí, ma—Bas intervino con total confianza, pero sus ojos revelaban dudas, preguntándose si Bible realmente creería en la justicia que prometía—. La policía está trabajando arduamente en el caso. No te preocupes, Bible, lo encontrarán.

—Ve a instalarte en tu antigua habitación, cariño —Lawan se puso de pie, secándose las lágrimas —. Aún está como la dejaste

— ¿Supongo que te quedaras aquí Bas? —preguntó a continuación girándose hacia él.

—No quiero ser una molestia —Bas se sintió conmovido por la generosidad de Lawan, que lo acogió como parte de su familia.

—Siempre eres más que bienvenido en nuestra casa, cariño. Eres parte de esta familia —Lawan sonrió con ternura, se acercó y le dio una afectuosa caricia en la mejilla —eres cómo un hijo para mí, y este es tu hogar

—Gracias, ma —Bas respondió con gratitud, sintiendo un agradecimiento por el amor y aceptación que le brindaba.

Lawan se detuvo un momento, recordando la dolorosa historia de la familia de Bas. La madre que los había abandonado por una vida de lujo con un hombre adinerado. La herida aún no había cicatrizado.

—¿No quieres ver a tu padre? —preguntó Lawan con delicadeza, sintiendo que se estaba adentrando en terreno sensible.

Bas negó con la cabeza, su sonrisa triste revelando el dolor que aún lo acompañaba. Siguió a Bible a la habitación, pero su mente se quedó atrás, reviviendo recuerdos que prefería olvidar.

En ese breve trayecto, pensó en su padre y la profunda herida que había dejado. La pelea que había estallado tres años atrás aún dolía. La confesión de su orientación sexual había sido recibida con furia e insultos. "No regreses hasta que tengas una esposa", le había gritado su padre. Bas había salido de la casa sin mirar atrás, y desde entonces no había vuelto.

Aunque mantenía contacto con su hermana, la herida con su padre seguía abierta. Bas no estaba listo para enfrentarla de nuevo, para revivir el dolor y la decepción. La distancia era su escudo, su protección contra el rechazo y la indiferencia.

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