Lawan se sentía complacida al ver a su hijo mejorar día a día. Cada pequeño avance era un bálsamo para su alma y la llenaba de esperanza. Ver la paciencia y el afecto con los que Jes trataba a Bible le inundaba el corazón de gratitud; en cada gesto, en cada mirada, encontraba una chispa de ternura que iluminaba sus días. A veces, al observar la bondad y dedicación de Jes, le parecía estar viendo reflejado el rostro de su propio esposo, quien aún habitaba sus recuerdos.
Lo extrañaba con una intensidad que, en lugar de menguar, parecía crecer con el paso del tiempo. Por las noches, el peso de su ausencia se volvía insoportable, y en las mañanas, el primer rayo de sol la encontraba anhelando la calidez de su abrazo. Había días en los que casi podía escuchar su risa o sentir el eco de su voz acariciando su nombre. Pero esos ecos se disipaban como una niebla que se desvanece al contacto del día, dejándola sola en el silencio.
Sabía que nunca se acostumbraría a vivir sin él; su ausencia era una sombra constante, una herida que sanaba solo a medias. Sin embargo, ver la devoción de Jes hacia su hijo era como un remanso de paz, un recordatorio de que el amor siempre encontraba formas de manifestarse, incluso en los corazones que aún luchaban por sanar.
—¿Cómo te sientes hoy, cariño? —preguntó Lawan con una sonrisa cálida, mientras tomaba un sorbo de su café.
Estaba disfrutando del desayuno tranquilamente cuando Bible entró a la cocina, seguido de Jes. Ese día tenía un brillo especial en los ojos. Después de tanto tiempo sin asistir, por fin iba a regresar a sus estudios en la Universidad de Chiang Mai. Era una meta que había estado esperando y ahora parecía a solo unos pasos de distancia.
La Universidad de Chiang Mai era un lugar especial, rodeada de colinas y vegetación exuberante, con edificios modernos pero impregnados de la cultura tailandesa. Caminando por sus senderos, uno podía sentir el espíritu de dedicación y conocimiento que envolvía a estudiantes y profesores. Para Bible, este lugar significaba más que una institución educativa; era una oportunidad para retomar sus sueños y darle sentido a un futuro que en algún momento pareció incierto.
Jes, quien siempre había sido un pilar de apoyo, estaba allí como siempre. Tomaría el volante y los llevaría hasta la universidad, apenas a quince minutos de distancia. Estaba listo para ayudar en lo que hiciera falta, su mirada llena de orgullo hacia Bible.
—Me siento… nervioso, pero emocionado —respondió Bible, con una sonrisa que apenas podía ocultar su alegría. Para él, este era un nuevo comienzo.
Lawan sonrió con ternura y acarició su mano, transmitiendo calma y seguridad. Sabía lo mucho que significaba para él ese día, y se sentía profundamente orgullosa de verlo regresar a un lugar donde sabía que iba a florecer.
—Sé que te va a ir excelente, cariño —dijo Lawan con voz suave, intentando tranquilizar a Bible—. Sé que puedes con esto. Siempre has sido muy inteligente.
—Gracias, ma. Sé que puedo, pero aún así estoy ansioso —respondió Bible, mirando con cierta inquietud la taza de café que sostenía. Con un leve suspiro, se acercó a la cafetera y sirvió una taza para Jes, quien le sonrió en señal de agradecimiento al recibirla.
La cocina estaba cálida, impregnada del aroma reconfortante del café recién hecho. La luz suave de la mañana entraba por las ventanas, envolviendo el espacio en una atmósfera acogedora. Lawan, con su expresión serena y atenta, observaba a su hijo y a Jes con una mezcla de ternura y orgullo.
—Va a ser maravilloso —dijo Jes, acercándose y pasando un brazo protector alrededor de la cintura de Bible, brindándole un apoyo silencioso—. Te lo prometo.
Bible dejó escapar una risa suave, intentando romper la tensión.
—Oh, entonces debe ser cierto —se burló—. Si mi novio lo dice, debo estar por encima de todo.
Jes parpadeó, sorprendido, y su brazo se deslizó con suavidad, alejándose de la cintura de Bible. Su expresión revelaba una mezcla de sorpresa e inseguridad, como si la palabra "novio" hubiera abierto un mundo de significados que ambos aún no habían explorado del todo.
—¿Novio? —murmuró Jes, más para sí mismo que para los demás.
El silencio que siguió fue casi palpable. La cara de Lawan no tenía precio; su taza había quedado a mitad de camino, suspendida en el aire, mientras los observaba con una mezcla de sorpresa y alegría apenas contenida. La cocina, que hacía apenas unos momentos era solo un espacio acogedor y lleno de café, ahora parecía ser el escenario de un momento decisivo para los dos.
Bible se quedó un momento en silencio, sintiendo el peso de sus palabras en el aire. Notó la sorpresa en el rostro de Jes y la emoción en los ojos de su madre, como si ambos estuvieran esperando una respuesta que aún no había terminado de formular.
Finalmente, se armó de valor y dio un paso hacia Jes, buscando sus ojos con una sonrisa nerviosa pero decidida.
—Sé que debí haberte dado una respuesta hace días, Jes —murmuró, su voz temblando un poco mientras trataba de ordenar sus pensamientos—. Pero ahora… ahora siento que ya puedo hacerlo. No quiero que seamos solo amigos. No quiero seguir dejando pasar esta oportunidad.
Jes lo miraba con los ojos muy abiertos, como si cada palabra que Bible pronunciaba lo llenara de una felicidad inesperada y profunda.
—Sé que tendremos que ir despacio —continuó Bible, tomando la mano de Jes con suavidad—, pero no quiero seguir fingiendo que esto es solo una amistad. Quiero arriesgarme… quiero ser algo más contigo.
En ese instante, Lawan soltó un leve sollozo de emoción, llevándose una mano al rostro para contener las lágrimas que asomaban sin control. Ver a su hijo tan decidido y sincero la conmovía hasta lo más profundo.
Jes, por su parte, parecía aturdido, como si cada palabra de Bible estuviera resonando en su corazón. Sin decir nada, dio un paso hacia él y, sin contenerse más, lo rodeó con sus brazos, alzándolo en el aire en un abrazo lleno de fuerza y alegría.