Fotografía de un corazón roto

A la sombra del miedo

Jes se había instalado nuevamente en la casa de Bible, decidido a no dejarlo solo en aquellos días oscuros. Las pesadillas habían vuelto a atormentar a Bible cada noche, pero Jes sabía exactamente cómo calmarlo. Lo envolvía en sus brazos, fuertes y protectores, hasta que los temblores cesaron y el sueño, finalmente, lo vencía. Bible encontraba en ese abrazo una paz casi olvidada; dormir junto a Jes le devolvía una seguridad que el mundo exterior parecía haberle arrebatado.

Lawan también se sentía más tranquila con Jes cerca. Sabía que no solo cuidaba de su hijo, sino que también estaba allí para sostenerla a ella en medio de su propio miedo. Aun así, la ansiedad era una sombra persistente para todos; la posibilidad de que Yongsin apareciera en cualquier momento mantenía sus pensamientos en constante alerta.

Mientras tanto, Mew, Tul y Fuaiz se quedaban en la casa de Jes, transformándola en un refugio temporal. Tan solo tres días habían pasado desde la declaración ante la policía, y aunque hasta el momento todo había permanecido en calma, esa aparente tranquilidad era un velo frágil que no ofrecía garantías. Cada sonido fuera de lugar, cada sombra en la noche parecía una posible amenaza.

En medio de aquella tensión constante, Bas había comenzado a acercarse a Fuaiz. Al ver cómo el chico parecía ahogarse con la preocupación y el exceso de atención de los demás, Bas encontró una manera silenciosa de acompañarlo. Sabía que todos actuaban con buena intención, pero también notaba cómo Fuaiz se incomodaba al ser el centro de tantas miradas. Bas no lo presionaba; le ofrecía una compañía que no necesitaba palabras, sentándose junto a él, esperando en silencio a que Fuaiz decidiera si quería hablar. En esa calma compartida, Fuaiz hallaba un respiro. Sabía que, si en algún momento deseaba abrirse, Bas estaría ahí, sin prisa, dispuesto a escuchar sin juzgar.

Los días transcurrían despacio, cada uno sintiendo el peso de la espera. En aquella quietud cargada de incertidumbre, tanto la casa de Bible como la de Jes se habían convertido en lugares de refugios y resistencia, dónde el miedo no podía disiparse, pero la presencia mutua les daba la fuerza necesaria para enfrentarlo.

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Lawan miraba por la ventana, perdida en sus pensamientos. La preocupación por su hijo la consumía, cada día se levantaba con el miedo de que Yongsin pudiera aparecer en cualquier momento, trayendo consigo una nueva ola de dolor. Desde la declaración de Bible, sus noches se habían vuelto largas y sus días, agotadores. Intentaba mostrarse fuerte frente a él y sus amigos, pero la inquietud crecía en su interior.

Bas, que había empezado a notar la carga emocional que llevaba Lawan, se acercó una tarde, en silencio, mientras ella estaba en la cocina. La encontró perdida en sus pensamientos, con la mirada fija en la ventana, como si esperara que en cualquier momento algo terrible apareciera en el horizonte. Él, sin decir una palabra, comenzó a ayudarla con lo que estaba haciendo, cortando verduras junto a ella, permitiéndole sentir su presencia sin invadir su espacio.

Tras unos minutos de silencio, Bas habló con suavidad.

—Lawan, sé que todos estamos preocupados por Bible. Y sé que a veces… necesitas hablar. Puedes hacerlo conmigo, si quieres.

Lawan lo miró, sorprendida por la comprensión en su voz. No estaba acostumbrada a compartir sus miedos, pero había algo en la calma de Bas que siempre le inspiraba confianza. Suspiró y dejó el cuchillo sobre la tabla de cortar.

—Bible es todo para mí, lo sabes —comenzó, con un tono de voz apenas audible —He hecho todo lo posible para protegerlo, pero ahora… siento que es como si no pudiera alcanzarlo. Este miedo… este hombre que lo persigue… no sé cómo enfrentarlo.

Bas asintió, comprendiendo el dolor que ella expresaba.

—Es natural que te sientas así, Lawan. Ningúna madre debería tener que vivir algo así. Pero no estás sola. Estamos aquí para ayudar a proteger a Bible, y también estamos aquí para ti.

Ella lo miró, con los ojos húmedos. Era la primera vez que alguien le decía algo así desde que Jes y Bible se habían instalado en la casa. Siempre había sentido que debía ser la fuerza detrás de todo, la que no mostraba debilidad, pero Bas la hizo sentir que estaba bien admitir que también tenía miedo.

—Gracias, cariño —dijo ella finalmente, mientras una lágrima le resbalaba por la mejilla —A veces creo que debería hacer más, que debería encontrar la forma de que la policía actúe más rápido… Pero sé que hay límites. Me duele aceptar que, en algunos momentos, lo único que puedo hacer es esperar y confiar en ustedes.

—Eso ya es mucho, Lawan —Bas asintió y le ofreció una sonrisa sincera —Estar aquí para él, para todos nosotros. Eso nos da a todos fuerza. No hay nada más poderoso que saber que tenemos a alguien que nos apoya sin importar qué pase.

Ella sintió que una parte de su ansiedad se disipaba con sus palabras. Luego, Bas se ofreció a preparar el té, y mientras lo hacía, Lawan lo observaba, sintiendo que había ganado a alguien que no solo cuidaba de Bible, sino también de ella. Por primera vez en días, se permitió un respiro.

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