Fotografía de un corazón roto

Camino hacia la felicidad

El silencio que quedó tras la caída de Yongsin era frío y pesado, una carga que parecía impregnar el aire en cada rincón del jardín. Mientras los oficiales se ocupaban de la escena, el padre de Yongsin, el señor Pon Wongpanitnont, se acercó al cuerpo sin vida de su hijo. Sin poder contenerse, se arrodilló junto a él y lo abrazó, sus sollozos desgarradores resonaron en el aire, una súplica muda por todo lo que no pudo hacer

—Mi hijo —susurró entre lágrimas —mi pobre hijo.

Los minutos pasaron en un doloroso suspenso hasta que la ambulancia llegó. Los paramédicos se acercaron con una sábana antes de llevárselo. Pon se quedó en el suelo, mirando la ambulancia desaparecer en la distancia, su rostro marcado por una tristeza insondable, una culpa irredimible.

Tras recobrar algo de compostura, el señor Wongpanitnont se acercó a la casa de Lawan. Los ojos de todos lo siguieron mientras entraba, con el paso cansado y las manos temblorosas. Nadie sabía qué decir, pero su presencia emanaba tanto dolor que nadie se atrevía a romper el silencio.

—Perdónenme —comenzó él, con la voz apenas en un susurró —no hay palabras suficientes para disculparme por lo que Yongsin les hizo pasar, por el terror que trajo a sus vidas. Él…mi hijo no siempre fue así… pero desde hace años ya no era el mismo.

Se detuvo, buscando las palabras, con una mirada perdida en algún punto lejano del pasado.

—Intente ayudarlo…intentarlo en un hospital psiquiátrico, pero él escapó. Y es mi culpa, porque yo no pude ver su sufrimiento, no supe cuidarlo como debía. Quizá si hubiera sido un mejor padre…—su voz se quebró, y apretó los puños, conteniendo las lágrimas que luchaban por salir nuevamente —después de que su madre…después de que ella se quitó la vida, todo cambio. El también sufría esquizofrenia, y yo no supe cómo ayudarlo.

El peso de sus palabras llenaba la sala, una revelación dolorosa que sumaba a la tragedia un transformado de enfermedades mentales y culpas no resueltas. Lawan y los demás lo escuchaban sin saber cómo. Las palabras no eran suficientes para sanar las heridas, Pero todos sentían la carga que el hombre llevaba consigo.

—Lo siento tanto —murmuró una última vez, inclinando la cabeza —Siento no haber sido lo que él necesitaba. Siento que ustedes hayan tenido que soportar ese sufrimiento por mi debilidad.

Con una última mirada de dolor y arrepentimiento, el señor Pon se despidió y salió de la casa, perdiéndose en la noche que comenzaba a caer. Bible y los demás lo observabaron marcharse en silencio, intentando comprender la magnitud de lo que acababan de escuchar. Todo parecía más confuso y doloroso que antes, como si la respuesta solo hubiera añadido más peso a la tragedia.

Finalmente, tras unos minutos de silencio abrumador, uno de los oficiales se acercó a la puerta. Bible, Jes, Lawan y los demás debían ir a la estación de policía para dar sus declaraciones sobre lo ocurrido. Con pasos lentos y aún afectados por la reciente revelación, todos salieron de la casa. La noche parecía más oscura que nunca mientras subían al vehículo que los llevaría a la estación, cada uno perdido en sus propios pensamientos, sin palabras para expresar el torbellino de emociones que los embargaba.

Poco tiempo después, tras repetir su declaración varias veces, finalmente pudieron salir de la comisaría. Bible estaba agotado, y Lawan era un manojo de nervios. Jes rodeó a Bible con sus brazos, guiándolo hasta el auto en un intento de ofrecerle algo de calma. Mientras tanto, Bas se encargó de acompañar a Fuaiz, manteniéndose cerca en silencio, consciente de lo abrumador que había sido el día.

Por otro lado, Mew y Tul, menos involucrados en el caso, habían regresado a la casa de alquiler de Jes un poco antes. Habían decidido encargarse de preparar la cena, conscientes de que, después de una noche tan larga y cargada de tensión, un plato caliente sería un alivio para todos. Al llegar, el aroma a comida casera los envolvió con una sensación de hogar y de consuelo que se hacía tan necesaria.

Una semana después, Bible empezaba a sentirse un poco mejor. Saber que toda la pesadilla por la que había pasado quedaba al fin en el pasado le brindaba una paz que había creído imposible de alcanzar. La tragedia había dejado una persona muerta, y, siendo sincero consigo mismo, eso le proporcionaba cierto alivio. No sentía compasión por Yongsin, ni podía perdonarlo, aunque comprendiera el peso de su enfermedad. Para Bible, lo que había sufrido era demasiado, y sabía que, por más que el tiempo avanzara, nunca encontraría en su corazón espacio para el perdón.

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Los brazos fuertes de Jes envolvían a Bible, apretándolo con delicadeza, transmitiéndole una sensación de calma y seguridad que pocas veces había sentido. Bible podía percibir en cada caricia y en cada suspiro el profundo amor que Jes le tenía, un amor que lo cuidaba y lo protegía, sin exigir nada a cambio. Era consciente de que Jes deseaba besarlo, tocarlo, hacer suyo al hombre que amaba, pero también sabía que jamás apresuraría algo que él no estuviera listo para dar. Jes lo respetaba en cada momento, sin forzarlo, dispuesto a esperar el tiempo que fuera necesario.

Consciente del deseo de Jes y de su propio anhelo, Bible decidió recuperar aquella cita frustrada, el encuentro especial que el destino les había arrebatado antes. Miró a Jes con una media sonrisa, en sus ojos brillaba la determinación mezclada con un dejo de ternura. Quería que esa noche fuera única, que les permitiera a ambos reconectar y crear un recuerdo que los sostuviera en los días por venir.




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