Lawan estaba al borde de un ataque de nervios. La ceremonia estaba por comenzar, los invitados esperaban ansiosos a los novios en sus asientos, y sin embargo, ni rastro de ellos. Los teléfonos de ambos iban directo al buzón de voz, nadie los había visto en la casa, en la universidad, ni en los alrededores. La desesperación se apoderaba de ella.
En los últimos días, Lawan había insistido en que Jes y Bible no podían verse antes de la boda, siguiendo la tradición de mantener una distancia hasta el día especial. Jes y Bible llevaban dos años viviendo juntos desde su regreso de Bangkok, desde el día después de la exposición fotográfica, y desde entonces, nunca se habían separado. Pero ahora, en la víspera de su boda, todo parecía estar en el aire.
Mientras la preocupación crecía entre los invitados y amigos, lejos de cualquier tumulto, Jes y Bible disfrutaban de su “último día de soltería” a su manera. Habían escapado juntos y se encontraban en un tranquilo hotel, donde la noche anterior habían celebrado su amor en privado. En ese instante, nadaban relajadamente en la piscina, riendo y compartiendo miradas cómplices, como si no existiera el mundo más allá de ellos.
Ajenos a las miradas de preocupación en la ceremonia, Jes y Bible se habían sumergido en la calidez de un momento íntimo. No era una huida, era más bien un recordatorio de por qué estaban allí, de lo que realmente importaba: ellos dos y el amor que los había traído hasta aquí.
—¿Crees que nos están esperando? —murmuró Bible entre besos, dejando que el agua resbalará de su cabello y se deslizara por su rostro, frío en contraste con el calor de sus labios sobre los de Jes.
—Tu madre debe estar al borde del colapsó —respondió Jes con una sonrisa divertida.
—Se lo merece, por prohibirnos estar juntos y hacernos dormir separados —refunfuño Bible, frunciendo los labios en un tierno puchero que solo lo hacía verse más irresistible.
—Como si hubiéramos cumplido esa regla al pie de la letra —rio Jes, acariciándole el rostro con los dedos mojados —cada noche me colaba en tu habitación por la ventana y me iba temprano en la mañana para que ella no nos descubriera. Me sentí como un adolescente en problemas. Un delincuente.
Bible soltó una carcajada suave, entrelazando sus manos tras el cuello de Jes, atrayéndolo aún más cerca.
—Un delincuente muy dulce, diría yo.
—¿Ah, si? —Jes arqueó una ceja y bajó la voz —bueno, prometo cumplir mi condena contigo…toda una vida si hace falta.
Bible suspiró, con la mirada entre risueña y profundamente enamorada.
—Entonces será mejor que volvamos, antes de que mamá declare oficialmente nuestra desaparición.
Ambos rieron, dejando el eco de su complicidad llenará la quietud del lugar, sabiendo que esos momentos previos solo intensificaban la promesa que estaban a punto de hacer frente a todos los que los esperaban.
Jes y Bible finalmente dejaron la tranquilidad de su escapada para regresar a la ceremonia que los aguardaba. En el trayecto hacia la boda, ambos intercambiaron miradas y sonrisas cómplices, sabiendo que estaban a punto de sellar un compromiso que para ellos ya estaba hecho desde hacía mucho tiempo. Llegaron tomados de la mano, y la calma que irradiaban disipó cualquier preocupación en los rostros de los invitados.
Lawan, al verlos, respiró aliviada, la tensión de su rostro transformándose en una sonrisa serena. Para ella, el nerviosismo y la espera habían valido la pena. Sabía que ese día no sólo unía a su hijo con el amor de su vida, sino que celebraba una historia de confianza y compromiso. Junto a ella, Mew y Tul miraban la escena con ojos brillantes, llenos de alegría por ver a sus amigos en este momento tan significativo. A unos metros, Bas y Fuaiz observaban en silencio, cada día más fuertes como pareja, sintiendo cómo aquel amor que antes parecía incierto crecía con cada momento compartido.
La ceremonia tailandesa comenzó en un espacio decorado con la calidez de las flores blancas y doradas, símbolos de pureza y prosperidad. La música tradicional resonaba suavemente mientras los invitados se acomodaban, envueltos en la atmósfera de paz y espiritualidad que solo una boda tailandesa podía ofrecer.
Los novios llevaban trajes tradicionales: Jes con un chong kraben, un tipo de pantalón de tela envuelto al estilo tailandés, y una camisa de seda bordada en tonos dorados que brillaba bajo la luz del día; Bible lucía un traje similar, pero en tonos perla, su cabello negro cayendo sobre sus hombros como un manto de sombras. Ambos irradiaban serenidad y elegancia mientras caminaban hacia el altar, donde los esperaba el monje encargado de bendecir la unión.
La ceremonia comenzó con el rod nam sang, un ritual en el que los novios se arrodillaron mientras los ancianos de ambas familias, comenzando por Lawan, derramaban agua bendita sobre sus manos unidas en forma de oración. Era un gesto simbólico que buscaba bendecir la unión con sabiduría y fortuna, invitando a los espíritus protectores a guiar el camino de la pareja. Cada persona que se acercaba a verter el agua en sus manos ofrecía también un deseo: palabras de amor y esperanza que sellaban el compromiso ante todos.
Luego, en un acto de gran simbolismo, Jes y Bible se colocaron coronas de flores alrededor del cuello, tejidas en guirnaldas blancas que representaban la pureza y la unidad. Ambos intercambiaron una mirada intensa mientras se prometían amor, susurrando palabras que no necesitaban ser oídas por nadie más que ellos.
Los tambores comenzaron a sonar, y en ese momento la ceremonia se convirtió en una verdadera celebración. Los amigos y familiares se acercaron para felicitar a la pareja, quienes se sumergieron en abrazos y sonrisas de los seres queridos que habían estado con ellos en los momentos de duda y alegría.
Cuando el banquete comenzó, Bas y Fuaiz se quedaron cerca de la pareja, compartiendo una conversación que se llenaba de recuerdos y risas. Bas, con su mano entrelazada con la de Fuaiz, observaba a Jes y Bible y podía sentir cómo esa unión reflejaba su propio camino junto a Fuaiz, un amor que, aunque naciente, se había fortalecido con el tiempo y las experiencias compartidas.