Four and the beauty (es.Vrs.)

Capítulo 2

Gerard se recostó en su silla, girando un bolígrafo negro entre sus dedos con una destreza casi hipnótica. La atmósfera en la biblioteca había cambiado; ya no era una tutoría, era un reconocimiento de terreno entre dos potencias.

​—No te confundas, Karshian —dijo Gerard, su voz bajando un tono, volviéndose confidencial pero severa—. No te estoy entrenando para que seas buena en matemáticas. Ese puesto es mío. Nadie me toca en mi campo o… al menos que me demuestres lo contrario.

​Se inclinó hacia adelante, sus ojos verdes brillando con intensidad.

​—Te estoy entrenando para ser la Líder General. La que mueve las piezas. La que nos controla a nosotros, los especialistas. Y para eso, tu cerebro tiene que funcionar más rápido que el miedo.

​Gerard sacó de su mochila un tomo grueso, encuadernado en piel oscura. Era el Manual Avanzado de Teoría de Juegos y Probabilidad Aplicada. Un libro de al menos cuatrocientas páginas, denso y lleno de texto pequeño.

​—Para conseguir los primeros 100 Puntos Arcade, necesitas dominar la teoría de este libro. El examen es en una hora.

​Emelly miró el libro y luego a él.

​—¿Una hora?

​—La gente normal tardaría tres semanas —respondió Gerard con indiferencia, mirando su reloj de pulsera, una pieza de ingeniería suiza que costaba más que un coche deportivo—. Tú tienes cuarenta y cinco minutos para leerlo y quince para que te interrogue. Empieza.

​Emelly no protestó. No se quejó de lo injusto que era. Simplemente, asintió. Sus manos, aún temblorosas, tomaron el libro.

​—¿Te importa si... hago ruido al pasar las páginas? —preguntó tímidamente.

​Gerard alzó una ceja.

—Haz lo que quieras.

​Lo que sucedió a continuación hizo que Gerard, por primera vez en mucho tiempo, dejara de mirar sus propios cálculos.

​Emelly abrió el libro. Sus ojos negros se desenfocaron ligeramente, perdiendo esa timidez nerviosa y volviéndose mecánicos, como el obturador de una cámara.

Zas. Zas. Zas.

​Pasaba las páginas a una velocidad absurda. No leía líneas; escaneaba bloques enteros. Su cerebro no procesaba las palabras como lenguaje, sino como imágenes de alta resolución que archivaba instantáneamente en su corteza cerebral.

​Quince minutos exactos después, cerró el libro de golpe. El sonido resonó en la biblioteca vacía.

​—Ya está —dijo ella, frotándose los ojos, que habían vuelto a ser los de una chica asustadiza.

​Gerard soltó una risa seca, incrédula.

​—Imposible. Solo estabas abanicándote con las hojas.

​—Página 214, tercer párrafo, nota al pie —disparó Emelly sin dudar, su voz firme—. "La paradoja de San Petersburgo se resuelve asumiendo una utilidad logarítmica en lugar de lineal, según la propuesta de Daniel Bernoulli en 1738". ¿Quieres que te recite el gráfico de la página siguiente?.. o la teoría…

​El silencio de Gerard fue pesado. La miró como si acabara de ver a un unicornio. O a un monstruo.

​—Memoria eidética —murmuró él, asintiendo lentamente con respeto—. Útil. Muy útil. Pero la memoria es estática, Karshian. Saber los datos no es lo mismo que procesarlos.

​Gerard tomó una hoja en blanco. Escribió una ecuación diferencial estocástica, una monstruosidad llena de variables que ocupaba tres líneas.

​—Tu memoria puede decirte qué es esto. Pero, ¿puedes resolverlo antes de que caiga este bolígrafo al suelo?

​Levantó el bolígrafo a la altura de sus ojos y lo soltó.

​En el instante en que el bolígrafo quedó suspendido en el aire, Gerard entró en trance.

​Emelly lo observó fascinada. Los ojos de Gerard no miraban la ecuación; miraban a través de ella.

​Sus dedos de la mano derecha empezaron a moverse sobre la mesa, tamborileando en el aire en una secuencia extraña, rítmica y frenética.

No estaba calculando. Estaba usando el Frichek.

Era un método antiguo, una adaptación moderna y bastarda del ábaco mental Suanpan combinada con técnicas de visualización de monjes shaolin. Una técnica china. Creada por alguien en el especial, o bueno la nueva estructura era parte de un ser nuevo.

​En la mente de Gerard, los números no eran símbolos; eran estructuras tridimensionales. Él no sumaba ni restaba; él manipulaba el espacio. Veía la solución como una pieza de Tetris que encajaba en un hueco milisegundos antes de que su cerebro consciente pudiera siquiera leer el problema.

Tap..tap..tap..tap.

​Sus dedos golpearon la mesa una última vez.

​—Cuarenta y dos punto siete periódico —dijo Gerard.

​El bolígrafo chocó contra la mesa un instante después. Clac.

​Emelly parpadeó. Su cerebro fotográfico trajo la imagen de la ecuación, la desglosó y, usando los métodos tradicionales que conocía, tardó unos seis segundos en llegar al resultado.

​—Es... correcto —admitió ella, sintiéndose ligeramente mareada—. ¿Qué fue eso? ¿Lo que hiciste con los dedos?

​—Frichek —respondió Gerard, volviendo a su postura relajada, como si no acabara de quemar glucosa a un ritmo industrial—. Una compañera hace tiempo me lo enseñó. Es una técnica de anulación cognitiva. Me salto el paso de "pensar" y voy directo al de "saber".

​—Es rápido —concedió Emelly. Luego, frunció el ceño—. Pero explicaste mal la premisa inicial cuando me diste el libro.

​Gerard se tensó.

​—¿Perdón? –dijo, arqueando la ceja. Un poco confuso.

​—Dijiste: "Te estoy entrenando para que nos controles". —Emelly se enderezó. Aquí, en el terreno de las palabras, de la lógica verbal y el debate, ella no necesitaba dedos rápidos ni memoria fotográfica. Necesitaba colmillos—. Esa premisa es errónea. Un Líder General no controla a los especialistas, Gerard. Los optimiza. Si intento controlarte, te rebelarás porque tu ego es tan grande como tu intelecto. Si te optimizo, te doy un propósito que alimenta ese ego.

​Gerard la miró, atónito. Emelly acababa de desarmar su argumento, reestructurar su jerarquía y psicoanalizarlo en tres frases. Y lo peor (o mejor) de todo, es que tenía razón.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.