Fractals

Prólogo: Un entrenador nuevo

Levanté los brazos y traté de vaciar la mente. No debía pensar en nada más. Controla la respiración, así se ve más elegante. No consultes al hielo, no te podrá ayudar en ningún momento, así que alza bien alto la cabeza. Mantén la gélida sonrisa en tu níveo rostro y, ¡salta! 

Viggo Popov, alias entrenador, seguía escupiéndome órdenes incluso fuera de la pista. Consejos reultilizados y cualquier tipo de reproches entran por mi oído izquierdo, saliendo en el segundo siguiente por el derecho. Popov era ya un hombre mayor, casi uno de esos viejos con mala leche que te azota con su bastón cuando pasas por su calle. Aún así, era el mejor entrenador en toda Europa. Específicamente, era el entrenador que más potencial podía sacar a relucir. Y en la pista, eso era lo que contaba. No lo que llevas, sino lo que dejas ver. Por eso es mi asesor. 

Tras repetirle todo su discurso, no por otra cosa, solo para que pudiera comprobar que le había escuchado. Me alejo hacia la zona de stand by. Galya y Sasha se encontraban sentados, ellos habían terminado de entrenar hacía poco. Yo hice lo mismo que ellos, sentarme, secarme el sudor y esperar. Después de veinte minutos, Misha sale también. El rubio se quejaba continuamente por su dolor de muñeca hasta que aparece su prima, Olya. Estaba bien claro, pero Misha necesitaba la reprimenda de la chica para enterarse de que había sobreesforzado su cuerpo. 

Sasha nos apuró a todos a cambiarnos, pues según él, tenía algo que anunciar. Dada la personalidad reservada que constituía al pelirrojo pentacampeón del Grand Prix sección junior, era de lo más sorprendente que quisiera contarnos algo. Aunque cuatro años había dado a basto para saber que cuando él habla, es por una noticia importante. 

San Petersburgo era la capital del patinaje artístico, aquí se reunían todo tipo de deportistas de élite. Caminando por Staro-Nevsky, comenzaba a recordar encuentro con mis mejores amigos. Era una noche de invierno, había sido acompañada hasta mi nuevo hogar por uno de los ehtrenadores, pero era una chica curiosa y no aguanté mucho hasta que salí a explorar. De alguna manera, había llegado a la avenida Nevsky, la concentración de ocio y vida nocturna. Algo asustada, continué caminando hasta desembocar en la parte antigua de la calle, Staro-Nevsky. Comparado con la alegre y jovial de la avenida principal, aquel tramo era mucho más tranquilo y apacible. No había siquiera los faroles característicos que Nevsky, solo pequeñas farolas parpadeantes. No muy alejado de ahí, se alzaba un pequeño parque. Tanto los árboles como la hierba o el lago que había en el centro habían sido curbiertos de nieve, pero alguien había limpiado pacientemente una zona del estanque congelado. Me maldije por no haberme traido mis patines conmigo y lo único que pude hacer fue observar al chico que sí había sido lo suficientemente astuto. El nivel del chico rozaba la profesionalidad, pero no era lo que yo envidiaba de él, pues contaba con una habilidad cercana. Mi rabia provenía de mi propia estupidez, aún seguía maldiciéndome por mis patines. 

De pronto, alguien gritó desde mis espaldas: —¡Sasha! ¡Sasha! —al voltearme, vi a otro chico, esta vez rubio, acompañado por dos chicas mayores que él. Al notar que no le hacía caso, subió su tono—. ¡Aleksandr! 

Entonces recordé algo importante, ¿cómo volvía yo a casa? Sin pensármelo dos veces pero a la vez, armándome de valor, me acerqué a los cuatro chicos. Les conté sobre mi situación y todos rieron. Más tarde comprendí que ellos eran iguales que yo. Tras un largo camino y ya en casa, el entrenador les pidió que se introdujeran. El primero en presentarse fue el enérgico rubio, Mihail, con quien congenié a los pocos segundos. Mayor que Mihail y coetáneos a mí, teníamos al silencioso pero talentoso Aleksandr o también Sasha, pero jamás, repito, jamás le llames Alex; por el otro lado estaba también la espontánea Galina Sorokina, algo que usaba para compensar su profesionalidad. Por último, Olenka, nuestra "hermana mayor". 

Poco a poco, fui sabiendo más cosas sobre ellos, como que Aleksandr era finés o que Galya era autodidacta en el patinaje y ballet. ¿Sabías que a Misha le encanta el ptichie moloko? Es lo perfecto para sobornale. En cuanto a Olya... Olenka es ese tipo de chica perfecta que no tiene mucho interesante que contar. 

Volviendo al momento, Sasha nos guiaba hacia las Galerías Stockmann, el centro comercial en plena avenida. Cerca de la estación, estaba la capital de compras de San Petersburgo. Y dentro de este estaba una pequeña cafetería. Dicho de otra manera, era nuestra sede de reuniones importantes. Puede que fuera por la decoración a lo steampunk o sus camameros vestidos con traje, pero este sitio realmente hace que me sienta una mafiosa. Al llegar y sentarnos, pedimos algo y enseguida Sasha hizo la seña para que nos acercáramos. 

—Me he enterado de algo —dijo para empezar. Aquello no daba muchas pistas, todos los dias a todas horas nos enterábamos de cosas—. Sobre una nueva estrella ascendente de nuestro mundillo...



#11999 en Joven Adulto
#45748 en Novela romántica

En el texto hay: instituto, arte, deportes

Editado: 29.10.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.