La ciudad sin sombra
Nova Aether, 2382.
La torre central se alzaba como un espejismo de vidrio y acero, sus contornos fractales atrapando un cielo que nunca cambiaba. Aquí abajo, en los niveles inferiores de la División Temporal, el aire olía a "entorno armónico". Era una fragancia sintética diseñada por Arytza para calmar, pero a Ava le provocaba un nudo en el estómago. Olía a mentira.
Sentada frente a su terminal, fingía trabajar. Su visor estaba ajustado, sus manos sobre la interfaz, pero su mente estaba a kilómetros de allí, atrapada en la sala secreta, en el eco de una voz y en la mirada terrible de Chen. Las líneas de datos en su pantalla, que debían ser perfectamente rectas, temblaron por una fracción de segundo, formando una geometría imposible antes de volver a la normalidad. Ava parpadeó. ¿Lo he visto o lo he imaginado?
Marcus, a su lado, no fingía. Estaba absorto, pero no en su trabajo. Sus ojos febriles no seguían el código en la consola, sino el reflejo de la luz sobre la pantalla negra. Trazaba los patrones con la mirada, buscando un mensaje en el brillo, en las juntas del suelo, en el ritmo de su propia respiración. No se lo había dicho a nadie, pero desde el incidente, sentía una presencia constante observándolo, un ojo que no parpadeaba y que no pertenecía a la red telepática.
Al fondo, Alex marcaba un surco en el suelo de tanto caminar. Repasaba los informes del turno con una impaciencia que era casi agresiva. Miraba hacia los ascensores que llevaban a los niveles superiores, su ambición luchando contra un miedo nuevo. La imagen de la puerta de metal negro, sellada e indiferente a sus gritos, lo frenaba. Era un peso en el pecho que no estaba dispuesto a admitir.
El café sintético de la cafetería tenía el mismo sabor insípido de siempre. El silencio en la mesa era tan pesado que las palabras de Ava parecieron derramarse por necesidad.
—Che, ¿alguno más siente que está todo medio en el horno? —dijo, su voz baja pero firme. Removió el líquido oscuro que no tenía intención de beber—. Y no hablo de los datos. Hablo de... nosotros. Como si algo no encajara desde que pasó eso.
Marcus alzó la vista, sus dedos deteniéndose en mitad de un círculo invisible que trazaba sobre la mesa, como si intentara contener algo que se desbordaba.
—No es que no encaja —respondió, su tono tranquilo haciendo sus palabras aún más inquietantes—. Es que no debería estar pasando. Los sistemas están estables, sí. Pero yo veo... cosas. Líneas que se cruzan donde no deben. Es como si el tiempo estuviera respirando.
La calma de Marcus hizo que Ava se estremeciera.
Alex soltó una risa seca, un sonido áspero que no encajaba con el "entorno armónico" del lugar. Se pasó una mano por el pelo.
—Boludo, pará, no empecemos con esas. ¿Qué querés? ¿Que vayamos a pedir explicaciones a Chen? ¡Nos mandan al archivo en dos segundos!
Su voz sonaba a burla, pero sus ojos evitaban los de Ava, y su mano tembló ligeramente al coger la taza. La puerta no se abría. Estábamos atrapados, pensó, y el recuerdo le provocó un escalofrío. Sí, él también lo sentía. El eco de la sala, las palabras de Chen y ese nombre, que le pesaba en la memoria como una piedra.
—No digo que vayamos a Chen —respondió Ava, inclinándose hacia adelante, su voz ahora un susurro cómplice—. Digo que no podemos hacer como si nada. Anoche volví a soñar. Con una mujer de cabello blanco, en Marte. Estaba de pie en el centro de un círculo de luz trazado en la arena roja. No decía nada. Solo me miraba, y yo sentía... sentía que me estaba dejando una llave, una especie de mapa. ¿De verdad no sentís nada raro, Alex? ¿Nada?
Alex frunció el ceño, forzándose a sonar convincente. —Siento que si seguimos hablando de esto, se nos viene la noche. Nos dieron un trabajo, Ava. Estabilizar líneas temporales, no buscar fantasmas.
Pero su convicción se desvaneció al ver la palabra "Fractumbra" parpadear en el reflejo de un monitor cercano. Marcus intervino, su mirada fija en un punto lejano, más allá de las paredes de la cafetería.
—No son fantasmas. Son ecos. Y están en los datos. —Hizo una pausa, y el silencio se hizo denso—. Ayer vi una fluctuación en el nodo 5. No estaba en los registros oficiales. Como si alguien la hubiera borrado. O como si el sistema no quisiera que la viéramos.
La cafetería, con sus mesas idénticas y sus vistas a nubes artificiales, de repente pareció una jaula. Los rumores sobre la "ciudad vieja" bajo Nova Aether, sellada tras la purga, cobraron un nuevo y terrible sentido. Ava no sabía si creer, pero cada noche soñaba con esa mujer, con un cráter rojo, con una verdad enterrada.
De vuelta en la sala de monitoreo, un supervisor pasó. Su mirada se detuvo en Ava un instante de más. Ella fingió ajustar su visor, pero sintió su corazón martillear en sus sienes. Cuando el hombre se alejó, Marcus murmuró a su lado:
—Hay algo en los datos. Y no es un error.
Ava asintió, sintiendo el peso de un ciclo que no entendía, pero que ya los reclamaba.