Fractumbra 1

Capítulo 2

Ciclos invisibles

La sala de monitoreo era un coro de máquinas que nunca dormía, pero su latido constante se sentía errático para Ava. Se movía entre los terminales con una precisión mecánica, un gesto que ya no sentía propio. Cada corrección en una línea temporal la hacía pensar en las líneas rotas de su propia mente. Desde el incidente, los sueños eran un acoso: la mujer de cabello blanco, la arena roja de Marte, un círculo de luz... y un susurro insistente: «Busca la verdad bajo la superficie».

Hoy, sin embargo, la inquietud había saltado del sueño a la realidad. En su pantalla, una anomalía. No era un error de sistema, era más sutil. Una cicatriz en el código, un parpadeo que duraba un microsegundo. Y en ese parpadeo, una palabra.

Fractumbra.

El sistema la corrigió al instante, pero Ava ya la había visto. Un escalofrío le recorrió la nuca. La palabra no se sentía como un dato, sino como un nombre, uno que el sistema intentaba enterrar.

—Esto no es casualidad —la voz de Marcus, baja y firme a su lado, confirmó que no estaba loca.

Él no miraba la pantalla de Ava, sino la suya, donde la misma fluctuación acababa de ocurrir. Sus dedos se detuvieron sobre la consola, suspendidos, como si temiera tocar algo que pudiera romperse. Desde que vio los patrones en la sala secreta, los veía en todas partes. Ya no eran solo código; eran un lenguaje que lo llamaba en un idioma que no entendía.

Alex se acercó, atraído por la tensión palpable entre ellos.

—¿Qué pasa ahora? No me digan que encontraron otro fantasma.

Su tono intentaba ser sarcástico, pero la ansiedad se filtraba en su voz. Cuando Ava le señaló la anomalía en la pantalla justo cuando volvía a parpadear, el rostro de Alex palideció. Se frotó los ojos, como si eso pudiera borrarla.

—Eso no debería estar ahí. Los sistemas están blindados. Nadie puede meterse sin que Arytza lo sepa.

—¿Y si no fue nadie? —dijo Ava, y la idea la golpeó como un viento helado—. ¿Y si es el sistema mismo el que está... recordando algo?

La red telepática, que conectaba a todos en Nova Aether, siempre le había parecido invasiva. Ahora sentía que no solo los observaba: los guiaba. Y tal vez, también les ocultaba cosas.

En la cafetería, la tensión era un cuarto comensal en la mesa. Ava apoyó los codos sobre la superficie fría, mirando su reflejo distorsionado en el café que no había tocado.

—No puedo sacarme esa palabra de la cabeza. Fractumbra.—

Su voz era un susurro, una confesión. —Es como si me estuviera buscando.

Marcus asintió lentamente, sus dedos trazando un patrón fractal sobre la condensación de un vaso. —No es solo una palabra. Es un eco. El sistema lo combate, pero sigue ahí. Como el fragmento que encontré ayer.

Sacó su datapad personal y lo deslizó sobre la mesa. En la pantalla, un archivo de datos corrupto, cifrado.

—Nodo 5. No estaba en los protocolos. Es... antiguo.

Sus ojos se oscurecieron, y Ava supo que estaba pensando en la sala, en el Patrón.

—Como un hueso fósil en medio de un circuito de fibra óptica.

Alex se cruzó de brazos, frunciendo el ceño. —¿Un hueso? Boludo, pará, ¿qué querés decir? ¿Que alguien nos está mandando mensajes desde el pasado? Porque si seguimos por este camino, se nos viene la noche. Nos van a sellar en un nivel inferior y no nos encuentra nadie más.

Su mano temblaba, y sus ojos se desviaron por un instante hacia el pasillo, como si temiera ver a los guardias de Arytza aparecer en cualquier momento.

—No sé quién lo dejó —admitió Marcus—, pero no es de Arytza. O al menos, no de la que conocemos. Los datos mencionaban algo. Un nombre. AL-3.

La palabra golpeó a Ava. AL-3. Un zumbido metálico resonó en el fondo de su cráneo, un recuerdo que no era suyo.

—Me suena... —murmuró—.

—Siento que debería saber qué es. Creo que lo he oído en un sueño. —Se detuvo, mirando a Alex—. ¿Y vos? ¿Nada? ¿Ni un presentimiento?

Alex suspiró, pasándose una mano por la cara con frustración. —Siento que estamos jugando con algo que no entendemos. Y si Arytza nos pilla hurgando, no va a haber vuelta atrás. No voy a terminar como un fantasma en los registros.

Sus ojos estaban fijos en la mesa, y Ava supo que él también sentía el peso de esas palabras, aunque se negara a admitirlo.

Esa noche, el sueño de Ava fue diferente. Ya no era solo una imagen estática. Se sentía dentro de la sala secreta de nuevo, el aire frío y el zumbido del Patrón a su alrededor. Luna estaba frente a ella, su figura hecha de sombras y luz. No habló, pero extendió una mano y tocó el símbolo fractal de la compuerta.

En el instante en que sus dedos hicieron contacto, Ava sintió una descarga. No de energía, sino de propósito. Vio un cráter en Marte, sintió la soledad de un exilio y comprendió, sin palabras, que la verdad no era algo que se encontraba, sino algo que se desenterraba.

«Busca la verdad bajo la superficie», resonó la voz como un eco final.

Despertó con el corazón acelerado. Su pulsera de acceso parpadeaba con una luz dorada que nunca había visto, registrando una conexión que no pertenecía a esa realidad.




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