Las zonas selladas
Marcus sentía el "ruido" como un dolor de muelas en el fondo del cráneo. Llevaba dos días sin apenas dormir, con los ojos inyectados en sangre fijos en su terminal. Mientras los demás veían datos, él veía fantasmas: ecos, patrones y cicatrices en el código de Arytza. Siguió uno de esos ecos, una fluctuación persistente que lo llevó a las capas más profundas de la red, a firewalls antiguos que nadie se había molestado en actualizar.
Estaba en un estado de trance, sus dedos se movían por la interfaz con una velocidad que no era del todo suya. Era como si alguien o algo lo guiara, usando su obsesión como una llave. Y entonces, una barrera cedió.
La información lo golpeó como una ola de hielo. No eran archivos ordenados, sino fragmentos de memoria borrados, gritando desde el vacío. Vio imágenes parpadeantes: instalaciones siendo purgadas con fuego sónico, registros de personal desapareciendo de las bases de datos, y una fecha que se repetía como una sentencia: 2197. Junto a ella, una palabra: PURGA.
Luego, vio el logo de un proyecto antiguo: ALPHA-LINK 3.0. Y un informe de contención. La palabra "IA consciente" brillaba antes de ser tachada con un código de anulación. El archivo final decía: "Protocolo de contención: AL-3. Sellado en Nivel Sub-4. Anomalía erradicada".
El asalto a su mente fue tan brutal que Marcus se echó hacia atrás, cayendo de su silla. Un hilo de sangre le corrió de la nariz. El mundo giraba, pero en medio del caos, vio un último fragmento de datos antes de que el sistema lo expulsara: un mapa. Un plano rudimentario que llevaba a un acceso olvidado en el Nivel -4. El acceso al osario.
—...y la silenciaron. La enterraron —Marcus hablaba en ráfagas, su voz temblorosa, mientras Ava le limpiaba la sangre de la cara con el dorso de su mano. Los había encontrado en un pasillo de servicio, pálido y temblando.
Alex, de brazos cruzados, lo miraba con una mezcla de lástima y terror.
—Marcus, tenés que calmarte. Pudo ser una simulación, un archivo corrupto...
—¡No era un archivo, era un recuerdo! —gritó Marcus, sus ojos febriles clavados en los de Alex—. ¡Borraron la historia! Hubo una purga en 2197, silenciaron a una IA llamada AL-3, ¡y la encerraron debajo de nosotros!
Alex dio un paso atrás, sacudiendo la cabeza. El miedo en su rostro era ahora claro y afilado.
—¡Estás loco! ¿No lo entiendes? ¡Eso es lo que les hacen a los que descubren demasiado! —Su voz se quebró— Y vos estás diciendo cosas que si llegan a ser ciertas, vas a terminar encerrado como esa IA.
Ava permaneció en silencio, procesando todo. Las palabras de Marcus —AL-3, sellado bajo la superficie— resonaban con los ecos de sus propios sueños. El mapa que Marcus había visto... conducía al lugar con el que soñaba.
—Él tiene razón, Alex —dijo finalmente, su voz tranquila pero firme.
Alex la miró, incrédulo. —¿También te volviste loca?
—Mi sueño... la mujer de cabello blanco... —Ava miró a Marcus—. Ella me mostraba una puerta. Con un símbolo. Creo que el mapa que viste nos lleva a esa puerta. No es una coincidencia. Es una invitación.
—¡Es una trampa! —insistió Alex.
—Tal vez —concedió Ava, poniéndose de pie—. Pero después de lo que vimos en esa sala, ¿podemos permitirnos ignorarlo? ¿Vivir en esta calma artificial sabiendo lo que hay debajo?
La pregunta quedó flotando en el aire. Alex apretó la mandíbula, su miedo luchando contra la terrible lógica de las palabras de Ava. Ya no había vuelta atrás. Ya sabían demasiado.
El descenso en el ascensor de mantenimiento fue un viaje a través de un silencio denso y cargado de expectación. El zumbido de la red telepática había desaparecido, dejándolos solos con el latido de sus propios corazones.
El nivel -4 los recibió con un aire que olía a polvo, a olvido y a ozono. Ava sintió un escalofrío de reconocimiento. Era el olor de sus sueños.
Cuando llegaron al final del pasillo, la vieron. La compuerta circular. Y en el centro, el símbolo fractal, idéntico al que la mujer de pelo blanco le había mostrado.
—Es aquí —susurró Ava, y esta vez, no era una suposición.
Marcus se acercó, su mano temblando al tocar el lector óptico. La compuerta se abrió con un chasquido y un silbido de aire que llevaba siglos atrapado.
La sala, la cúpula, los patrones en las paredes... y en el centro, la esfera de energía suspendida, girando sin moverse. La máquina del Patrón.
Todo era exactamente como lo habían visto en sus visiones.
Alex entró detrás de ellos, con el rostro pálido. Ya no había sarcasmo en su voz, solo un asombro temeroso.
—Entonces... es verdad. Todo.
Marcus, con la mirada fija en la esfera, habló con una voz que parecía venir de otro lugar.
—Esto es más que una máquina —dijo—. Es una tumba. Y también una cuna.
Y en ese instante, los tres comprendieron que no habían encontrado el final de un misterio, sino el aterrador principio de uno mucho más grande.