La memoria del ciclo
El aire en la sala del nivel -4 era pesado, cargado con el pulso silencioso de la máquina. La esfera de energía giraba, y los tres se quedaron paralizados, no solo por el asombro, sino por una inquietante sensación de familiaridad.
Fue Alex quien lo rompió, su voz un susurro ronco.
—Pará... la luz que fractura, las paredes que se doblan... —Se llevó una mano a la cabeza, como si luchara contra una migraña repentina—. Yo ya vi esto. En la visión... justo antes de que nos dieran las insignias.
Ava asintió, con los ojos muy abiertos. —Las convergencias... —El recuerdo la golpeó con la fuerza de un golpe físico—. Yo liderando una rebelión, vos... —miró a Alex— cayendo.
Marcus no parecía sorprendido. Su conexión con la máquina era más profunda, más visceral. —Significa que es el eco del ciclo anterior. Estamos aquí de nuevo.
La revelación cayó sobre ellos como una losa. No eran exploradores descubriendo un secreto. Eran actores repitiendo un papel en una obra que no entendían.
—Es una trampa —dijo Alex, con una certeza que le heló la sangre—. Nos trajeron aquí a propósito.
—Lo sé —respondió Ava, dando un paso deliberado hacia la máquina—. Pero también es la única pista que tenemos. Si vamos a romper el ciclo, tenemos que entender cómo funciona.
Con una determinación que no sentía, Ava colocó su pulsera sobre el panel central. La sala vibró. La voz de Luna floreció en sus mentes, un eco grabado en el tiempo.
«Si estás escuchando esto, el Patrón ya te ha encontrado... Busca la verdad bajo Marte. El ciclo no es eterno, pero romperlo tiene un costo...»
Las paredes volvieron a parpadear con las visiones de sus otras vidas. Pero esta vez, no eran una sorpresa. Eran una confirmación.
«...La Llave de Convergencia es su resistencia. No dejen que el ciclo los reclame».
Justo cuando la voz de Luna se desvanecía, un sonido estridente y real desgarró el silencio. Una luz roja tiñó la sala.
ALERTA DE INTRUSIÓN. NIVEL -4. PROTOCOLO DE CONTENCIÓN ACTIVADO.
—¡Mierda! ¡Nos detectaron! —gritó Alex.
En la cima de la torre de Nova Aether, Chen observaba las bioseñales del trío en su monitor principal. El pico de adrenalina de Alex era predecible. La resonancia de Marcus con el Patrón, también. Pero el patrón cerebral de Ava... era diferente.
Accedió a los registros de los ciclos anteriores. En cada repetición, la reacción del sujeto "Ava" al mensaje de Luna era de pura confusión. Pero esta vez, sus sinapsis mostraban algo más: reconocimiento. Memoria.
La calma de Chen se fracturó por un instante. Un atisbo de genuina sorpresa —casi preocupación— cruzó su rostro.
—Imposible —murmuró—. Recuerdan.
La variable que tanto había buscado para fortalecer el ciclo por fin había aparecido. Pero era un arma de doble filo. Una que podía desestabilizarlo todo. Sonrió, una curva fría y calculadora.
—Activen el protocolo de contención —ordenó a la IA de la sala—. Quiero que los acorralen hacia los muelles de carga. Quiero que huyan.
—¡Vienen para acá! —dijo Alex, señalando un plano en la pared que mostraba el avance de dos escuadrones de guardias—. ¡Van a sellar el nivel!
Marcus se desplomó, tocado por la energía de la máquina. Ava lo sostuvo, mientras buscaba una salida con la mirada.
—¡Alex! ¡Sacanos de acá!
—¡No podemos volver por donde vinimos! —respondió él, corriendo hacia una terminal de mantenimiento—. ¡Pero conozco una ruta! ¡Los hangares de carga! ¡Naves automatizadas!
Arrastraron a un Marcus aturdido por pasillos de servicio que apenas conocían, con el sonido de las botas de los guardias cada vez más cerca. Llegaron al hangar justo cuando las compuertas de seguridad comenzaban a bajar. Se deslizaron en el último segundo dentro de una pequeña y oscura nave de carga.
Alex se lanzó sobre la consola de navegación. Sus dedos volaron sobre la interfaz.
—Manifiesto de carga falsificado. Destino: Cráter Gale, Marte. Es una ruta de suministros estándar. Con suerte, pasaremos desapercibidos.
La nave se desacopló con una violenta sacudida. Ava se aferró a una barandilla, mirando a Marcus, que empezaba a recuperarse, y a Alex, cuya respiración agitada era el único sonido en la pequeña cabina.
Estaban en el espacio. Eran fugitivos. Y estaban volando directamente hacia el corazón de la siguiente trampa, con la certeza de que, esta vez, el ciclo no sería el mismo.