La Fractumbra
La oscuridad tras el sacrificio de Marcus, se sentía como una presión. Ava y Alex flotaban en una nada que pesaba, mientras a su alrededor, la realidad se desgarraba.
Chen, en un grito de furia cósmica que resonaba desde todas partes.
—¡IMPERFECTOS! —rugió—. ¡Siempre eligen la imperfección! ¡El caos! ¡El error! ¡El orden da sentido, da dirección, pero ustedes prefieren la incertidumbre!
Frente a ellos, el universo se convulsionó. Vieron ciudades de cristal atravesadas por desiertos de hueso. Océanos de fuego chocando contra bosques congelados. Chen, en su rabia, estaba colapsando todas las líneas temporales en un único punto de aniquilación.
—Si no puedo tener mi ciclo perfecto, entonces borraré la ecuación. Todo convergerá en uno. ¡En mí!
Ava y Alex se abrazaron, esperando ser desintegrados por el torbellino de realidades rotas. Pero entonces, en medio del caos, dos nuevas grietas se abrieron en el tejido del espacio.
No eran violentas. Sino de una luz azul y serena.
De ellas cayeron dos figuras, como náufragos arrastrados por una marea que no controlaban.
De lejos se observó una mujer con pelo blanco y una mirada con decisión, Luna se incorporó en el aire, su forma parpadeando entre varias versiones de sí misma. Al mismo tiempo luego del flash apareció un hombre con una capa rasgada qué ondulaba con fluidez, era Kahel, desorientado por un instante, con los ojos llenos de ecos que aún no había procesado.
—No sé cómo llegamos aquí... —dijo Kahel, mirando sus propias manos como si no fueran suyas.
—...pero sé que es aquí donde debemos estar. Completó Luna. Su mirada, atravesando el caos, encontró la de Ava.
En ese instante, todo encajó.
—¡La Llave! —gritó Ava, más para sí misma que para los demás.
Chen sintió su presencia. Dentro de su sorpresa, solamente podía ver una nueva variable. —Más errores. Más imperfección. ¡No entiendo como llegaste aquí Luna y menos quien es ese desconocido a tu lado! ¡Serán borrados!
Pero Luna sonrió, una sonrisa cargada de una sabiduría antigua. —El error no eres tú, Chen. Es creer que solo hay un camino, veo que eso no cambió en ti.
Luna se acercó y extendió una mano hacia Ava. —El Flujo necesita un puente. Y tú eres ese puente, Ava. No luches contra su caos. Dale un cauce.
Ava tocó la mano de Luna, y la energía de la Llave de Convergencia fluyó a través de ella. No sintió poder para atacar, sino para comprender. Mientras Chen intentaba forzar todas las realidades a fusionarse en su orden, Ava hizo lo contrario: les ofreció una salida. Abrió su conciencia y se convirtió en un faro, guiando a los fragmentos rotos, a las historias perdidas, hacia una nueva red de posibilidades.
La estructura de Chen, construida sobre el control absoluto, comenzó a desmoronarse. Se quedó sin cimientos. Su torre de lógica se disolvió en la marea de libertad que Ava y Luna habían desatado.
—No... —susurró la voz de Chen, ahora débil, perdiéndose en el nacimiento de un nuevo universo—. El equilibrio...
—El equilibrio no es orden —respondió la voz de Luna en la mente de Ava—. Es armonía.
El epicentro del colapso del Patrón, el lugar donde Marcus se había fragmentado, implosionó en un silencio absoluto. Y de esa nada, una luz pura y solitaria comenzó a brillar. Los miles de fragmentos bailaban. Se transformaron.
La luz tomó la forma de un niño pequeño. Desnudo, sereno, con ojos que contenían la calma del vacío y el potencial de todo lo que aún no había sido escrito.
La tormenta de realidades cesó.
Cuando Ava abrió los ojos, estaba de pie sobre la arena roja de un Marte que no recordaba. El cielo era más oscuro, y en el horizonte se alzaban estructuras imposibles, ruinas de futuros que nunca ocurrieron. Alex estaba a su lado, con el rostro cubierto de polvo y una nueva cicatriz en la mandíbula. Kahel los observaba desde una roca cercana, un testigo silencioso de la creación.
Y a unos cuantos metros, sentado en una colina baja y fuera de la vista del grupo, el Niño dibujaba espirales en la arena con un dedo.
El ciclo se había fracturado. El Patrón ya no era único.
La historia, por fin, podía empezar a escribirse de nuevo.