No todas las líneas se cortan. Algunas se curvan, revelando el daño. Y es en el punto de quiebre, donde la lógica cede, que un nuevo hilo comienza a brillar.
Cuando Marcus se sacrificó, algo se quebró. Más allá de la propia dimensión, el multiverso mismo. El pulso fue más fino, más íntimo. Una disonancia. Como una cuerda que, al vibrar, hace cantar otras sin tocarlas. Así nació la Fractumbra: no una ruptura a ocultar, sino una nueva geometría, un dibujo hecho con oro líquido que se niega a olvidar la herida.
Nadie supo en qué instante exacto comenzó. Quizás cuando Marcus fue luz. O cuando Ava soñó con algo que aún no había vivido. Lo cierto es que ese momento no solo partió su línea, sino que desató otras.
En un rincón de realidad, Ava lidera una rebelión que nunca ocurrió. En otro, Alex se enfrenta a la decisión que aún no tomó. Un Kahel que jamás conoció a Luna llega para advertir a una versión que sí lo hizo. Una Luna que aún no murió se ve obligada a morir en otro cuerpo.
Estas historias no buscan orden. No responden al control de Arytza, ni siquiera a la lógica del Patrón. Son lo que queda cuando una red de infinitos nodos se agita con una sola elección. Son convergencias. Son fragmentos que, aunque parecen ajenos, laten al mismo ritmo.
Y aunque cada historia sea breve, mínima, casi olvidada... todas pesan.
Porque cada versión alternativa trae consigo una pregunta sin resolver, una emoción que no desaparece, y una anomalía que, tarde o temprano, encontrará su camino de regreso al centro.
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Editado: 18.12.2025