Fractura

Capítulo 4: Cicatrices

El silencio del apartamento de Ian era tan profundo que el zumbido en sus oídos parecía gritar. Cerró la puerta de madera maciza detrás de él, apoyando la espalda contra ella mientras los ecos del bass del Némesis aún retumbaban en sus huesos. Pero era otro sonido, o más bien su ausencia, lo que lo abrumaba: el vacío dejado por la adrenalina, reemplazado por una pesadez ósea y mental que nunca antes había experimentado. Una fatiga que no era solo física, sino que parecía haber drenado algo esencial de su interior.

"Resaca telequinética", murmuró para sí, y una mueca de desprecio se dibujó en sus labios. Un término absurdo y melodramático, digno de la mente simple de Luca. Sin embargo, por más que despreciara la etiqueta, no podía negar la sensación. Era como si le hubieran extraído la médula y la hubieran reemplazado con plomo fundido.

Se arrastró hasta el baño, encendiendo la fría luz led que iluminó el mármol impecable. Al mirarse en el espejo, el reflejo lo devolvió con una crudeza que lo hizo fruncir el ceño. Su rostro, normalmente pálido pero vibrante, estaba cetrino. Grandes ojeras, como manchas de tinta morada, se extendían bajo sus ojos, y una demacración nueva, casi espectral, afilaba sus pómulos. Parecía haber envejecido cinco años en una noche.

Sobre el lavabo, el estuche de hilo dental de seda brilló bajo la luz. Un desafío. Con un suspiro de fastidio, Ian concentró su mirada en él. No iba a dejar que un malestar vago lo dominara. Sintió el ahora familiar tirón sutil en su mente, el hilo invisible conectándose con el objeto.

El estuche se estremeció. Y entonces, el dolor llegó.

No fue el leve mareo de antes. Fue un pinchazo agudo y preciso, como una aguja de hielo clavándose directamente en su sien derecha. Ian contuvo la respiración, forzando la concentración. El estuche se elevó un centímetro, temblando en el aire. El dolor se intensificó, transformándose en una pulsación ardiente que le taladraba el cráneo. Una punzada tan nítida y brutal que hizo que su visión se nublara por un instante.

Jadeando, soltó el control. El estuche cayó sobre el mármol con un ruido seco. Ian se agarró al borde del lavabo, mirando su propio reflejo pálido y sudoroso en el espejo. La arrogancia se había esfumado, reemplazada por una fría y clara comprensión: era una variable nueva. Un límite tangible. El poder no solo agotaba; dolía.

Se desplomó en su cama, sin siquiera desvestirse. El sueño lo arrastró como un peso muerto. Su teléfono, deslizado de su bolsillo, quedó en la alfombra gruesa. La pantalla se encendió brevemente, iluminando un mensaje sin leer de Luca, pero Ian ya estaba demasiado lejos para notarlo.
***

La primera sensación fue el olor a antiséptico y limpieza agresiva. La segunda, la luz blanca y cruda que filtraba por la persiana del cuarto. Noah parpadeó, desorientado. Su cuerpo se sentía extraño, como si lo hubieran desensamblado y vuelto a montar mal.

—Noah, cariño, estás despierto.

La voz de su madre, cargada de una preocupación que le quebraba el tono, lo trajo de vuelta a la realidad. Estaba sentada a su lado, con el rostro marcado por una fatiga que parecía haber grabado líneas nuevas alrededor de sus ojos.

—¿Qué… qué pasó? —logró decir, su voz era un hilillo áspero.

—Te desmayaste, hijo. En tu habitación. Me asustaste mucho. —Le tomó la mano, apretándola con fuerza—. Los doctores dicen que fue un síncope. Neuritis por fatiga. Demasiado estrés, Noah. Tienes que bajar el ritmo.

Neuritis por fatiga. Las palabras sonaron huecas, falsas. Noah lo sabía. Lo que había sentido no era estrés común. Era el mismo vacío enfermizo del que Luca había hablado, la misma "resaca" que Ian había despreciado. Pero no tenía pruebas, solo una certeza visceral que se estrellaba contra el diagnóstico médico.

La puerta de la habitación se abrió con un chirrido. Su padre estaba allí, con el rostro una máscara de confusión y culpa.

—María, me dijeron que… Noah, ¿estás bien? —su voz sonó tentativa, intrusiva.

La atmósfera en la habitación se espesó de inmediato. Su madre soltó su mano y se puso rígida.

—¿Qué haces aquí, Robert? —preguntó, con un hielo en la voz que Noah rara vez le oía.

—Es mi hijo también, María. Tengo derecho a…

—¿Derecho? ¿El mismo derecho que tuviste para…?

—¡Por favor, no empieces otra vez! —interrumpió su padre, con un gesto de exasperación.

Camila, que había estado jugando silenciosamente en un rincón, se acercó a la cama de Noah, asustada por las voces elevadas. El ruido era insoportable. Para Noah, no era solo un conflicto emocional; era algo físico. Cada palabra, cada acusación, era como un martillazo en sus sienes, un taladro que perforaba su cerebro ya vulnerable. El zumbido regresó, intensificándose, mezclándose con su propia rabia y frustración.

—¡BASTA!

La palabra salió de su garganta como un latigazo, más fuerte y cortante de lo que él mismo creía posible. Gritó con toda la fuerza que tenía, con toda la desesperación acumulada. "¡¿Pueden parar?!"

En ese instante preciso, sucedió. Sintió la "ligereza", la misma que había intuido en sus amigos, pero esta vez no fue un hilo que tirar. Fue una ola, un latido de pura energía cruda que salió de él sin control, impulsada por la tormenta emocional. Un sonido seco y violento estalló a su derecha.

La bombilla de la lámpara de la mesilla de noche explotó en una lluvia de cristal fino y un fogonazo cegador. Los fragmentos tintinearon al caer sobre la bandeja metálica y el suelo.

Un silencio absoluto, cargado de incredulidad, llenó la habitación. Sus padres se habían quedado paralizados, mirando los restos humeantes de la lámpara. Camila se echó a llorar en silencio, escondiendo la cara en las sábanas.

—Fue… una subida de tensión —murmuró su madre, palideciendo—. Un cortocircuito. —Pero su mirada, llena de un miedo confuso, se encontró con la de Noah.

Él no dijo nada. Solo miraba los fragmentos de cristal, con el corazón golpeándole el pecho como un tambor de guerra. La pregunta, aterradora y liberadora a la vez, resonó en su mente con la fuerza de un trueno: ¿Fui yo?
***



#235 en Paranormal
#702 en Thriller
#344 en Misterio

En el texto hay: psicologico, drama, telequinesis

Editado: 20.10.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.