Fractura

Capítulo 5: Punto de Quiebre

El aire en el callejón abandonado era un caldo de olores putrefactos y tensión, tan espeso que cada inspiración sabía a derrota y metal oxidado. Leo se plantó como un bloque de sombra y músculo a escasos pasos de Luca. Una sonrisa de depredador que ha acorralado a su presa le retorcía los labios. Sus ojos se deslizaron con desdén por encima del hombro de Luca para escrutar a Noah.

—Oye, compañero —escupió Leo, arrastrando las palabras como si fueran un peso muerto—. ¿Dónde está tu novio el mago? ¿se aburrió de ti y tuviste que buscarte a este otro? —Señaló a Noah con un gesto que pretendía ser de burla, pero que no lograba ocultar una curiosidad malsana.

Noah, a pesar de los latidos acelerados de su corazón, dio dos pasos al frente hasta quedar a la par de Luca. Su postura no era desafiante, sino de quietud.

—Veo que se conocen —declaró Noah, y su voz, sorprendentemente serena, cortó la tensa atmósfera como un cuchillo.

La sonrisa de Leo se ensanchó, mostrando una dentadura amarillenta. —¡Claro que nos conocemos! Tu amigo y su payaso de trucos baratos nos dieron un espectáculo la otra noche. Muy gracioso.

Luca permaneció en un silencio eléctrico, los músculos de su mandíbula marcándose bajo la piel como cables de acero.

—¿Por qué no vienen con nosotros un momento? —propuso Leo, barnizando su voz con una falsa cordialidad que sonaba más a amenaza. Señaló con la cabeza hacia la boca oscura del container donde se agrupaban sus cinco acompañantes, siluetas inquietantes recortadas contra la penumbra—. Allá atrás podemos hablar más… tranquilos.

—Vete a la mierda —gruñó Luca, y las palabras cayeron como ladrillos al suelo.

—No tenemos ningún interés en ir —intervino Noah, manteniendo una calma que empezaba a agrietarse por los bordes—. Si tienes algo que decir, este lugar es tan bueno como cualquier otro.

Leo arqueó una ceja, una chispa de irritación encendiéndose en su mirada ante la templanza de Noah. Dio dos pasos cortos y agresivos, invadiendo su espacio personal hasta que el aliento del matón, cargado de tabaco barato y cerveza rancia, le golpeó el rostro. Noah no retrocedió. Contuvo la respiración y clavó sus ojos en los de Leo, un desafío silencioso.

—¿Y qué te hace pensar que tienes voto en esto? —susurró Leo, cada palabra un latigazo.

Retrocedió entonces, juntando las palmas de sus manos en un gesto que pretendía ser conciliador pero que solo resultaba obsceno. —Vamos, no pongan esa cara. Es solo una conversación entre caballeros.

—Ya te dije que no —repitió Noah, y esta vez una fisura de hierro cruzo su tono.

La máscara de Leo se desvaneció, revelando la ira simple y brutal que había bajo la superficie. —Bueno, mira. No quería hacerlo de esta forma, pero…

Un crujido de grava, minúsculo y traicionero, sonó detrás de ellos. Luca empezó a girar, pero fue demasiado lento. Un puñetazo, denso como un yunque y forrado de nudillos callosos, se estrelló contra su quijada. El impacto, seco y brutal, hizo crujir los dientes en su cráneo. Un estallido de luz blanca y dolor cegador detonó detrás de sus párpados. Sus piernas se doblaron y cayó de rodillas, el mundo transformado en un torbellino de náuseas y confusión.

Noah apenas tuvo tiempo de vislumbrar la silueta del gigante, antes de que Leo se abalanzara sobre él con la gracia letal de un felino. El golpe lo derribó y su espalda golpeó el suelo con un sonido sordo, expulsando el aire de sus pulmones en un jadeo forzado. Arriba, el puño de Leo descendía como un martillo. Por instinto, Noah cruzó los brazos protegiéndose el rostro. El impacto le golpeó en los antebrazos, y una sacudida de dolor agudo le recorrió hasta los hombros. No pienses. Solo actúa. Sobrevive. Se arqueó, retorciéndose con una fuerza desesperada que le brotaba de un lugar ni él mismo sabía, y logró zafarse lo suficiente para lanzar una patada corta y brutal a las costillas de Leo. El golpe, sorprendentemente efectivo, arrancó un gruñido de dolor al matón y le hizo retroceder el espacio justo para que Noah se pusiera de rodillas, jadeante.

Su mirada, nublada por el dolor, escaneó la escena con rapidez febril. Los otros cinco hombres se acercaban ya, cerrando el círculo. Luca intentaba levantarse, tambaleándose, mientras el gigante se erguía sobre él, preparándose para asestar el golpe definitivo. Noah no lo pensó. Con una carrera corta y cargada de desesperación que sabía a muerte, se lanzó sobre la espalda del hombre, derribándolo con un impulso que era puro pánico convertido en acción.

—¡Luca! —gritó, su voz desgarrada por el pánico.

Luca, con la visión empañada de dolor y sangre, vio a dos de los cinco acercándose a él. Alzó su brazo izquierdo, y en su mente, los "hilos" no eran sutiles hebras, sino gruesos cables de acero, pesados y letales. Con un gruñido que salió de lo más profundo de su garganta, empujó.

Una fuerza invisible, un muro de aire comprimido, golpeó a los dos hombres. Sus cuerpos se elevaron del suelo como muñecos de trapo, girando en el aire en una danza grotesca antes de estrellarse contra el duro suelo de gravilla a varios metros de distancia. Un hilillo de sangre caliente, escapó de su nariz y le pintó el labio superior.

—¡Ya está, Luca! ¡Basta ya! —gritó Noah, corriendo hacia él y agarrándole del brazo con fuerza.

Pero Luca lo empujó con un gesto brusco, casi violento. En sus ojos no quedaba rastro de la razón, solo el brillo feroz de una bestia herida. Noah es demasiado blando. Hay que acabar con esto. Tengo que protegerlo. Su mirada, nublada por la sangre y una ira incandescente, se fijó en el cuello de uno de los tres que quedaban en pie. Esta vez no trazó un empujón. Tejió un lazo.

El hombre fue arrancado del suelo, sus manos yendo instintivamente a su garganta, tosiendo y ahogándose, y luego fue proyectado como un fardo inerte contra sus dos compañeros. Los tres cayeron en un montón desordenado de miembros quebrados y gritos ahogados, un rompecabezas de dolor humano.



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En el texto hay: psicologico, drama, telequinesis

Editado: 20.10.2025

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