Fragance

Djinn

Ruh! —exclama el dueño de la mano que pone un freno a aquel furioso puño dirigido a mi rostro.

Matías intenta zafarse de aquella prisión, forcejea con la mano del extraño sin éxito alguno. El joven comprime y empuja el puño de Matías tan fuerte que este da un traspiés al sentirse liberado de repente y cae al suelo.

Waggef! ¿Mucho hombre para golpear mujer? —indaga extrañamente.

Matías se pone de pie y vuelve a la carrera con el puño dispuesto a reclamar justicia para su ego herido en cuanto el extraño se da vuelta hacia mí y me mira fijamente.

Antes de que pueda siquiera poner en alerta a quien ha intercedido en mi defensa, él mismo se da cuenta del peligro y reacciona en consecuencia: da media vuelta, esquiva el puño y con un revés de mano vuelve a enviar a Matías al suelo.

Utrukni bi hali! —escupe con los dientes apretados. Vuelve a centrar su atención en mí y pregunta señalando a Matías—: ¿Él hacer daño?

Solo puedo negar. No sé quién es, ni siquiera lo tengo de vista del barrio y al escuchar su extraña forma de hablar, entre seseos, silbidos y gruñidos, por un momento una espantosa sospecha se revuelve en mi pecho, consumiéndome poco a poco.

—¡Usaym! ¿Qué diablos hiciste? —inquiere un muy enojado Nicolás.

—Él atacar, iba golpear chica —se justifica alzando las manos como si pretendiera mostrarse indefenso—. Aasef —añade casi en un susurro cuando mi cartero llega a su lado.

Matías aprovecha el momento, se pone de pie y comienza la carrera hacia su auto. Lo veo alejarse como un mal recuerdo que ya no volverá a molestarme jamás, finalmente lo hice: me defendí del monstruo que habitaba debajo de mi cama.

—Emma, ¿estás bien? —pregunta apartando la mirada de su amigo y fijándola en mí.

—Sí, solo estoy... adolorida —contesto cerrando y abriendo el puño—. Resultó que eso de golpear no está hecho para ratones literarios como yo —añado intentando relajar el ambiente.

Nicolás sonríe y el paladín de la justicia amigo suyo se relaja visiblemente, lo primero que puedo notar es su rostro aliviado y la piel de un tostado intenso. Sus ojos verdes se clavan en los míos, no inquisidores, sino algo diferente, nuevo y peligroso, incluso podría decirse que salvaje.

—Creo que ya conociste a mi hermano de otra madre: Usaym. Él está de paso por aquí, viene de Egipto.

—Oh, es un gusto conocerte, Usaym. No creo que sea la mejor manera de hacer amigos, pero seguramente será inolvidable. —Él me mira entre curioso y confundido—. ¿Entiende lo que digo? —inquiero en cuanto no recibo respuesta.

—Sí, solo que le gusta fingir que no, sobre todo cuando sabe que ha metido la pata —aclara Nicolás mirándolo con un ceño fruncido.

Ehki arabi—dice Usaym con un susurro que bien podría tomarse por una amenaza.

—Mejor tú habla en español, creo que al menos podrías hacerlo para presentarte.

—¿Hablas árabe? —pregunto extrañada, nunca lo vi como alguien con cerebro para ser honesta y eso me convierte en una idiota de primera.

Lugha wahida la takfi... —susurra sin que yo comprenda una sola palabra.

—Sí, bueno, de momento no tengo nada a mano para traducir eso... Así que «la tuya», por si acaso —replico avergonzada de mí misma, definitivamente debí darle una chance de ser mi amigo en vez de evitarlo como si tuviese la peste negra.

—¿Estarás bien si nos vamos? Es que aún no termino mi ronda... —se justifica como si fuese importante para él que sepa que no me está dejando por voluntad propia, sino porque un régimen diabólico lo obliga a entregar cada carta en su morral.

—No te preocupes, no creo que vuelva y, si lo hace, aún tengo la otra mano sana.

—Y no dudo de que sea un arma de temer —añade con una sonrisa cómplice.

Ana mish fahem —dice Usaym de golpe, recordándome su existencia—. Ella no tener mano arma, solo tener nada en mano.

Una carcajada escapa de mis labios, una honesta, refrescante y hermosa carcajada.

—No eres tan bonito como para ser tan tonto... —replica Nicolás con una sonrisa que pretende no serlo.

En respuesta recibe un chasquido de lengua junto con un empujón suave.

—Al parecer eso sí lo entendió —digo conteniendo la risa. Usaym me mira acusador, que me ria a costa suya no parece ser algo que disfrute demasiado.

Ana fahem... Solo disfrutar molesto él —contesta y de repente el gigante vengador se convierte en un niño risueño que ladea la cabeza y sonríe ampliamente al contemplar su última travesura.

—¿Entonces estarás bien sola? —vuelve a preguntar Nicolás.

—Te lo juro —contesto con la mano derecha levantada.

—Está bien, sigo con mi recorrido entonces... Aún hay mucho que entregar y debo al mismo tiempo enseñarle la ciudad a Usaym.

Fursasaida —susurra estrechando mi mano con la fuerza necesaria para hacerme ver que a Matías aún debe dolerle la cara.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.