Fragance

Fuck me Pumps

—Así que ahora resulta que eres tú quien presenta los hombres sexys a la amiga solterona —comenta Belén y a través de sus palabras solo veo el nerviosismo que tiene.

—Por supuesto, ¿mira si resulta ser un príncipe árabe como esos de las novelas que te gustan y te pierdes la oportunidad de arrancarle la ropa con los dientes? —inquiero lo más seria posible.

—Jamás me lo perdonaría, ni a ti por no obligarme... Bueno, supongo que deberé desempolvar esos zapatos.

—Definitivamente es una noche para esos zapatos.

Creo que cada mujer tiene un par de zapatos con el que se siente la puta ama del universo. Esos que usa cuando una cita realmente le interesa, con los que se infunde seguridad para enfrentar todos los problemas que puedan surgir durante la noche. Esos que jamás le han fallado.

Y brillas, una supone que son los zapatos que te hacen ver como una diosa entrando al bar y que es el sonido de tus pisadas lo que hace voltear cabezas a tu paso, pero no es así. Es un placebo que saca toda aquella belleza que está oculta detrás de las inseguridades.

Veo a Belén rebuscar en su armario, supongo que cada decepción amorosa del «día después» la ha llevado a ocultarlos por el bien de su corazón. Llegar a los treinta y tantos, sin pareja estable y buscándola desesperadamente, no era el plan que ella tenía en mente para su vida. Pero ¿cuándo los planes realmente funcionan en el amor?

Se descalza y la veo crecer con una sonrisa que solo aparece cuando lleva puesto esos zapatos, modela para ella misma frente al espejo y brilla a pesar de no tener puesta la ropa elegida para la cita. Ese es el poder de esos zapatos.

—Supongo que podría intentarlo una vez más... —susurra para sí misma.

Y felizmente taconeando a mi alrededor cambia por completo el conjunto que había elegido para la cita, por un pequeño instante me gustaría que fuese tan infeliz como lo soy yo, que incluso sufriera un poco más para sentirme mejor por comparación. ¿Por qué ella puede ser feliz luciendo espectacular mientras yo me siento tan miserable con mi perfume olor a mierda que ella finge no sentir? Pero al instante me arrepiento, pinto una sonrisa que ni se parece a la mía en mi rostro y comienzo una charla vacía sobre el maquillaje que llevará.

҉

Llegamos al bar justo cuando comenzaba a desesperarme por la hora: 20 minutos tarde.

—Antes de entrar —digo de golpe, sobresaltando a Belén—, Nicolás no sabe nada del embarazo y prefiero que sea así. Ya habrá tiempo para contarle, de igual manera solo somos amigos.

—Entendido, pero de ser solo amigos sería bueno que lo tenga bien claro para que luego no haya resentimiento —señala ella revisando su maquillaje con el espejo retrovisor.

—Esa es la idea de hoy, que tú conozcas a tu alma gemela y yo siga soltera.

—Eso está mal —comenta acomodándose unos mechones rebeldes de cabello.

—¿Querer seguir soltera o querer que seas feliz?

—Yo ya tengo alma gemela: tú. Lo que me falta es mi llama gemela, que es el algo romántico y sexualmente activo —aclara mientras se gira para verme fijamente mientras me sonríe.

—Creo que debemos entrar o serán treinta minutos de demora —digo para pasar el momento de emoción, últimamente estoy hecha una bola de llanto.

—Jesús, por favor que no sea un idiota creído, un bebedor empedernido, un niño en cuerpo de adulto, un jugador, un golpeador, un misógino, un...

—¿Terminaste tu plegaria de demanda?

—Me faltaban un par de cosas, pero creo que ya tiene la lista de veces anteriores si es que estás tan apurada —responde y luego vuelve a cerrar los ojos y añade—: Jesús, debo remitirte a la lista de la cita anterior, es que mi acompañante no respeta el tiempo de oración previo de un encuentro. Amén.

Niego con la cabeza antes de salir del auto y entrar al bar. Miramos al rededor, pero no los vemos de inmediato. Los minutos pasan, damos un espectáculo triste de observar: dos mujeres plantadas.

—Creo que se aburrieron de esperar y se fueron, o nunca llegaron... —dice Belén mirando nuevamente al rededor—. En fin, lo mejor que podemos hacer es acercarnos a la barra y tomar algo antes de mandarlos al demonio, al menos para no desaprovechar el viaje y el maquillaje.

—Te sigo —contesto, la decepción en su voz es palpable.

Caminamos hacia la barra, para ser tan temprano el lugar ya está casi repleto, seguramente es muy popular. Alcanzamos uno de los pocos lugares libres y nos sentamos a esperar a que el bartender nos regale un minuto de su tiempo.

—Un mojito —pide Belén en cuanto este se acerca a nosotras—, y para ella... ¿Un jugo? —inquiere mirándome.

—¿No bebes alcohol? —pregunta una voz familiar a mis espaldas.

—No, de momento prefiero estar sobria —le contesto a Nicolás. En cuanto volteo me sorprendo de lo diferente que se ve sin su uniforme.

—Si me permiten, quisiera llevarlas a nuestra mesa —dice tendiendo una mano hacia mí.

«¿Sus manos siempre fueron tan grandes?»




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.