La noche fue eterna y completamente solitaria, me retorcí bajo mis sábanas intentando recrear aquel roce. Mis manos no igualan a las suyas, ni pueden completar lo que sus dedos prometieron y no cumplieron. Esto es horrible, mi piel arde mientras mi consciencia me reclama desde hace horas que soy una maldita perra malagradecida, que no merece siquiera recordar a Dante. Porque ella está segura de esa mierda que escuchó y leyó todos estos años, eso de que nadie más lograría despertar tu lujuria si realmente amas, pero no es más que una estupidez que le vendieron utilizando los picos de estrógeno en su contra.
Todo me parece irreal, sí, aún amo a Dante, de eso estoy más que segura; pero mi piel no lo reclama, lo que quiere es a un príncipe árabe que me enseñe cuán malo puede ser, que me sujete firmemente mientras sus dedos de piel áspera se deslizan suavemente hasta llegar a...
No termino de hilar esa peligrosa idea, me levanto y tomo una ducha fría, intentando no pensar en nada que no sea el agua. Luego, rocío sobre mí el perfume azul generosamente y con el diario de mi abuela bajo el brazo salgo de mi habitación.
En cuanto bajo a desayunar lo noto; este no va a ser un día fácil, y las primeras palabras de mi abuela me lo confirman:
—¿Mucho desorden mental?
—No sé qué está sucediendo conmigo, mi cerebro parece funcionar de forma distinta... Había escuchado sobre los cambios de humor durante el embarazo, pero esto es una locura. Siento como si ya ni siquiera me conociera.
—Es ella intentando tomar el control de tus emociones —contesta como si fuese la cosa más natural del mundo.
—¿Pero cómo carajos es eso posible? ¿Cuándo pensabas decírmelo?
—Creí que era obvio, ¿no lo has notado? Esos ataques de enojo que te queman el alma, esas ganas de tener sexo con alguien solo porque sabes que puedes, esos repentinos celos de cualquier cosa o solamente ganas de mentir no son tuyos, no son propios de tu carácter. Ella está intentando manejar tus emociones para que estés completamente sola en cuanto nazca, para que te odies a ti misma y pueda dominarte a voluntad.
—¿Qué puedo hacer para que no suceda? ¿Es que incluso con el perfume de olor asqueroso sigo estando en problemas?
—Debemos combinar ambas cosas, protección y claridad mental. El perfume marrón solo te protege de quienes busquen tu aroma, no de lo que amenace tu mente. —En cuanto ve que estoy a punto de quejarme añade—: Creo que estás lista para aprender a hacerlo desde cero.
—¿De verdad? —inquiero emocionada, conocer el secreto de ese perfume y poder editarlo a mi manera es lo que más he deseado desde la primera vez que lo olí.
—Por supuesto, creo que serás más que capaz de mejorarlo y adaptarlo a tus necesidades. En mi caso las alteraciones emocionales no fueron tan notables, fueron más manejables y por eso no me vi en la necesidad de proteger mis pensamientos.
—¿Por qué a mí? ¿Qué me hace diferente? ¿Acaso soy más débil? —pregunto atropelladamente.
—En realidad, creo que esa cosa de veras te odia con ganas... Pero, bueno, al menos sabemos que no puede hacer nada para dañarte.
—¡Esto me daña! —grito sin darme cuenta de que lo hago hasta que es muy tarde.
—Lo sé, pero es un daño que no pone en riesgo tu vida, es a eso a lo que me refería. Termina de desayunar en paz, o al menos inténtalo, mientras preparo el taller.
Y sin más, se marcha. ¿Cuándo me volví tan imbécil? Abro el diario e intento alejar mi mente del presente.
13/10 Madre sabe que algo ha sucedido, intenta sacarme respuestas casi a la fuerza, pero no se las daré, este es el único acto de rebeldía que soy capaz de llevar a cabo: guardarme mis secretos en el fondo de mi alma. Si le doy lo que quiere, estaré en más problemas de los que puedo soportar, tendré suerte si algún día me deja volver a salir de ese sótano al cual llamo habitación, a disfrutar de la luz del sol. No entiendo cómo puede saberlo, he buscado en mi cuerpo señales de su embrujo pero no hay nada, ni una mancha o verruga, ni una cicatriz o costra que delate que algo sucedió, que un cambio mágico y extraño comenzó en mí desde que lo vi. Ya estoy acostumbrada a la magia, crecí rodeada de ella, pero esto es nuevo, excitante y al mismo tiempo atemorizante. Madre aún no me confía el grimorio mayor, sin él no puedo conocer más que lo que ella está dispuesta a enseñarme. Mi corazón se siente inquieto, quiero saber más, quiero saberlo todo. Mi mente no tiene paz, grita que saque toda la rebeldía que habita en mí y que enfrente mis miedos, pero me siento débil, impotente bajo su mirada. Soy prisionera de madre y el embrujo lucha por arrebatarle el control de mi vida.
25/10 ¡Volvió! Él volvió con la excusa de comprar más ungüento curativo, pero sé que es mentira. En cuanto madre lo vio venir a caballo, entró al taller y me encerró en el armario. Creo que ya sabe quién me ha embrujado. No entendía qué pasaba hasta que oí su voz y lo reconocí. Pude espiar por la cerradura, mi corazón sigue desbocándose cada vez que lo miro o recuerdo su rostro, ahora mismo pareciera ser que estoy a punto de morir. Pidió más ungüento, madre le dijo que ya había llevado bastante hace unos días, que si no era suficiente o no había hecho efecto. Él le contestó que sí, que era más que suficiente para tratar las heridas de Don Tomás, pero que resultó ser tan bueno que lo mejor sería llevarse más para tener guardado en su morral en caso de necesidad. Madre resopló un poco, no creyó en él para nada, pero una venta no se niega. Fue cuando oí aquello que hasta ahora, recordándolo, me hace sentir escalofríos: «¿La joven que estaba aquí el otro día hoy no trabaja?», preguntó como quien no quiere la cosa, mirando distraídamente al rededor. Moría por hacerle saber de mi presencia, por hacer ruido para dejarle claro que allí estaba, que siempre estoy aquí. Pero el miedo a la represalia de madre me mantuvo quieta, sé que si me encerró aquí dentro es por algo y que en cuanto él se fuera, castigaría de manera feroz mi desobediencia. Era tanta la agitación que recorría mi cuerpo, que me perdí de la respuesta que le dio madre, solo conseguí oír lo que él replicaba: «No me extraña, después de esa bofetada». Su voz transmitía un profundo rechazo, tanto que hasta mi interior se enfrió un poco. Madre extendió su mano hacia él y luego de tener el dinero asegurado entregó el ungüento. Mi hechicero salió del taller a paso firme y cuando los cascos del caballo ya no eran audibles, madre abrió la puerta.
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secretos y traiciones, corazones rotos y perdidas, mujer fuerte y empoderada
Editado: 25.06.2025