Fragil

Corredor de la muerte

-Perdoname padre porque he pecado.
Dije sin mirar al cura, esposado listo para porfin irme. El cura sin preámbulo me dio la bendición y empezo el rezo por mi alma, mi unción.
Como si eso me exiliaria del infierno.
Alma en pena y el corazon roto. Caminaba con pies de plomo en ese pasillo, a sabiendas que una aguja espera mi cuerpo.
Odio las inyecciones, estaba mas nervioso porque sabia que me iban a inyectar que por morir.
No me resistía, estaba en paz, demasiada dirían algunos.
Había merendando muy bien.
Pedí una hamburguesa, papas, una cola de fresa, huacamole y aji que solo lo hacen en una pizzeria.
Puse papas en mi hamburguesa y empece a comer con bailecito de felicidad.
Estaba muy buena a comparación a la comida de prisión que recibia a diario.
En fin.
¿En que estaba?
Ha si... mi muerte.
Tuvimos que pasar por algunas celdas de mis compañeros, se sentían felices por mi liberación.
- Hasta que porfin vas a morir...
Gritaban la mayoria con algunos insultos claro, es una cárcel.
Quien diría que iba a morir de esta manera, pense que nunca lograrían decifrar mi crimen, estuve tan cerca.
En la frontera me atraparon, luego de haber salido a turistear.
Que pecado mío.
El padre, sin seguir el codigo me toca el hombro en el trayecto, diciendo.
- Todo estara bien hijo.
Con una mirada fría y con expresión de furia. Hice que retrocediera.
Maldito estupido, pensé.
Ponfin en el corredor de la muerte.
Abren la puerta, la camilla lista con el doctor a un lado, camino con normalidad. Todos a mi alrededor se ven asustados y asombrados.
Creen que no tengo miedo, pero al ver esa aguja comence a temblar.
¿Que sera de mi?
Me preguntaba, hasta que yo mismo me respondi entre risas.
- Cierto, mi muerte.
Afuera en la ventana estaban algunas personas, no quise distinguirlos, no me importan lo suficiente para regresarlos a ver.
Aunque si los quiera y de hecho a una de ahi ame.
Si vino, ¡¡¡rayos!!!.
Prosiguieron con la pena de muerte, me abrasan a la camilla.
El padre comenzo con la oración, mientras escuchaba lamentos y lloros.
A lo que grite.
- Callensen, que llorar por mi, no evitara que muera porfin. Silencio, eso es lo que pido.
Silencio, silencio porfin, veo como ponen la sustancia a la aguja.
Cerre los ojos desde ese momento, como siempre lo he hecho. Le pregunto al doctor.
- ¿No va a doler?
El doctor algo extrañado dice.
- No, esto no duele.
Mas ameno asentí y prosiguió.
Respiro hondo y porfin siento como entra la aguja mientras exhalo.
- Ultimas palabras.
Decia alguien que no diviso.
Con las pocas fuerzas que siento que me quedan digo.
- Alfin podre dormir...




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