Frágil e infinito

Capítulo 11

Sentado al borde de la cama, Theo se colocó el pantalón de chándal negro. Extendió el brazo, buscando el celular que estaba sobre la mesita de noche y chequeó las novedades, albergando la esperanza de tener algún mensaje de Lucy. A veces, simplemente despertaba con ganas de verla. Sonreía solo, mientras recordaba viejas conversaciones y anécdotas, como la vez que, siendo universitarios, la lluvia apareció a mitad de camino y tuvieron que correr diez cuadras, hasta encontrar donde refugiarse. Recordaba la forma en que ella había reído, sin ningún tipo de quejas por tener empapada hasta las zapatillas. Tampoco olvidaba la vez que llegó de imprevisto a su residencia y la encontró en pijamas -una vieja camiseta de The Smiths-, despeinada y bailando a solas una canción de Abba. Incluso releyó la conversación de dos días atrás y emitió una leve carcajada. <<¿Si te dieran a elegir entre destrozar tu motocicleta o no escuchar nunca más música, que elegirías?>>, ponía Lucy.

En el momento que Theo recibió aquel mensaje, rió tan desprevenido, que sus colegas voltearon a mirarlo, entre confundidos y molestos. Se encontraba en una conferencia de medicina. Tuvo que pedir disculpas y decirse a sí mismo que debía mantener la boca cerrada.

<<Ingeniosa. Mala, mejor dicho. Eres adorable por fuera pero por dentro escondes maldad pura>> le había contestado, bromeando. Luego, agregó: <<Con todo el dolor del mundo, elegiría destrozar la moto. ¿Qué clase de ser humano podría vivir sin música?>>.

<<Uno muy detestable y ermitaño>> respondió, haciéndolo reír por tercera vez.

—¿Por qué no estás en la cama conmigo, eh? —Jessica lo abrazó por detrás, colocando sus manos alrededor del torso descubierto. Seguido, le dejó un camino de besos sobre un hombro—. Últimamente hablas mucho con esa tal Lucy —husmeó la pantalla.

Theo que continuaba con el celular entre manos, lo apartó.

—¿Qué decías? —regresó a ella, distraído.

—Que no sé qué clase de encantamiento te lanzó esa tal Lucy, pero sin dudas, te atrapó.

—Es una amiga —ya perdió la cuenta de la cantidad de veces que se lo había repetido—. La conozco hace diez años, Jess.

—Bueno, con más razón. Ya es hora de que empieces a darte cuenta que algo te pasa con ella —murmuró. Al mismo tiempo, recogió sus prendas y empezó a vestirse. Jessica tenía esa particularidad: siempre estaba acelerada. Llevaba ese ritmo de vida. En un día, era capaz de hacer cientos de actividades, ser productiva y además, estar guapa—. Te gusta. O se gustan, mejor dicho. Piénsalo —sugirió, de pie en el umbral de la puerta. Tras aquello, se dirigió a la salida.

—Jess, espera...

—Olvídalo, Theo. Puedo salir sola —exclamó a lo lejos. Segundos después, se oyó la puerta de salida cerrarse.

Se quedó en silencio, aún sentado sobre el borde de la cama, con la vista puesta en el teléfono. ¿Y si Jessica tenía razón? ¿Si Lucy realmente le gustaba?

 

━━━━━━━ ∙ʚ♡ɞ∙ ━━━━━━━

 

Thomas Jefferson tenía un semblante intimidante. A diferencia de Theo, en el hospital lo reconocían por su mal humor y su manera de trabajar, fría y severa. Era el tipo de médico que olvidaba que los pacientes eran más que su enfermedad, que tenían historias y sentimientos que podían ser vulnerados. Él se justificaba con la excusa de que ese aspecto no era de su incumbencia, solo tenía que darles una solución eficaz y permitirles volver a casa. Por esa razón, llamaba a menudo a servicios sociales, para que se hicieran cargo de lo que él <<no debía>>. En consecuencia, Lucy comenzó a verlo casi a diario. Por lo general, se trataba de casos tranquilos que podía resolver fácilmente, por ende, su jefa la enviaba sin ningún tipo de objeción. Esa tarde, la chica se sorprendió cuando Thomas la invitó a beber un café. Lucy titubeó. Era su rato libre, él lo sabía. ¿Qué excusa podía darle para no aceptar? ¿Por qué se ponía tan nerviosa cuando la sorprendían de ese modo? Sin dudas, la invitación fue un imprevisto. No lo vio venir. Acabó diciendo <<está bien>>, después de repetirse un par de veces en su cabeza que <<no había nada malo en tomar un café juntos>>.

—Y bien, ¿qué te gusta hacer los fines de semana, Lucy? —curioseó el hombre, al mismo tiempo que le echaba un vistazo a su celular.

—Quedarme en casa —respondió. Él le dirigió una mirada que gritaba <<¿estás hablando en serio?>>

—¿Solo te quedas en casa y ya?

Ella se encogió de hombros.

—Sí. Eso es lo que hago. Pero me gusta mucho el cine y la música, así que me la paso viendo películas o escuchando algún álbum.

—Mm, interesante —le dio un largo sorbo al café—. Pero este sábado harás más que quedarte en casa.

—¿Perdón?

—Te llevaré por comida italiana —contestó—. Mi familia tiene una cadena de restaurantes por todo el país. Te gustará. Además, es una manera de pagar por todos los favores que me has hecho.

—Thom, no son favores. Es mi trabajo —le recordó.

—De igual manera, quiero salir contigo —remarcó—. ¿Sí o no?

Lucy perdió el hilo de la conversación tras ver a Theo ingresando al local, que se encontraba justo al lado del hospital. Él la vio enseguida y elevó una mano para saludarla, confundido. ¿Lucy junto a Thomas Jefferson? Eso tenía que ser un mal sueño. No podía haber otra explicación. Una extraña inquietud surgió en su interior, una energía que lo llevó hasta la mesa donde se encontraban. Miró a Lucy, luego a Thomas.

—¿Todo bien? —preguntó, sentándose en la silla libre.

El nerviosismo de la chica aumentó.

—Bien. Pero si no te molesta, estábamos teniendo una conversación —mencionó Thomas, con ánimos de echarlo.

—En realidad, ya me iba —Lucy se puso de pie, recogiendo sus cosas—. Mi jefa acaba de llamarme. Los veo luego.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.