Fragmento de lo Infinito

Capítulo 24: Control Absoluto o Amor

En el mundo original de donde provenía Biel, la atmósfera era distinta, cargada de preocupación y misterio. Charlotte, su hermana menor, caminaba inquieta de un lado a otro en la sala de su casa. El crepúsculo teñía las paredes con tonos anaranjados, mientras las sombras proyectadas por los muebles creaban un ambiente sombrío que reflejaba su estado de ánimo. El aire, denso y pesado, parecía acentuar el vacío que había dejado la ausencia de su hermano. Habían pasado ya diez días desde que Biel había desaparecido sin dejar rastro.

—¡Esto no tiene sentido! —murmuró Charlotte, apretando con fuerza su teléfono móvil, como si pudiera obtener respuestas si lo sostenía con suficiente fuerza. La notificación de la denuncia que había presentado a la policía seguía en la pantalla, fría e inmutable, recordándole que no había avances. Había hecho todo lo que estaba en sus manos: hablar con amigos, buscar en los lugares que solía frecuentar Biel e interrogar a vecinos. Nadie sabía nada. El silencio de las respuestas era ensordecedor.

Se dejó caer en el sofá, mirando una foto en su teléfono. En ella, Biel y Bastián, su mejor amigo, sonreían despreocupados junto a ella durante un viaje reciente. Ahora, ambos parecían haberse desvanecido en el aire, dejando tras de sí una incertidumbre que la carcomía.

—Biel, ¿Dónde estás? —susurró, sintiendo cómo la garganta se le cerraba y los ojos comenzaban a arder. Había llamado a los padres de Bastián esperando encontrar alguna pista, pero ellos también estaban desesperados. Su hijo llevaba desaparecido el mismo tiempo que Biel.

10 días para ellos; 3 semanas para Biel.

Charlotte no entendía cuánto se entrelazaban esos mundos separados. Todo lo que sabía era que algo estaba terriblemente mal. Sentía que cada minuto contaba, y su impotencia solo alimentaba la ansiedad que crecía en su interior como una sombra insaciable.

De repente, el sonido del teléfono rompió el silencio como un disparo. Una llamada entrante de un número desconocido iluminó la pantalla. Charlotte sintió que el corazón se le detenía por un instante.

—¡Por favor, que sea algo! —exclamó en un murmullo tembloroso mientras deslizaba el dedo para contestar.

—¿Hola? ¿Quién habla? —preguntó, su voz cargada de esperanza y miedo.

Del otro lado de la línea, una voz grave y pausada respondió, cargada de un tono que parecía deslizarse entre lo real y lo irreal:

—Él fue visto por última vez en una tienda de rarezas. Quizá el dueño pueda explicarte qué pasó con ellos.

Un escalofrío recorrió la columna de Charlotte. La habitación, ya en penumbra, se sintió de repente más fría, más inhóspita. Sus dedos se apretaron alrededor del teléfono.

—¿Quién eres? ¿Cómo sabes eso? —exigió, su voz elevada por la mezcla de alarma y urgencia.

La voz hizo una pausa, como si considerara su respuesta. Luego habló con un tono enigmático que parecía resonar en su mente:

—El mundo actual no conoce la verdad.

Y sin decir más, la llamada se cortó.

Charlotte quedó paralizada, con el teléfono todavía en la mano, como si pudiera obtener respuestas de la pantalla vacía. Un millón de pensamientos cruzaron su mente como ráfagas de viento en una tormenta. ¿Quién era esa persona? ¿Por qué sabía tanto? ¿Qué quería decir con "el mundo actual no conoce la verdad"? Pero, sobre todo, ¿Qué había pasado en esa tienda de rarezas?

Se levantó de golpe, sintiendo cómo una mezcla de adrenalina y miedo le recorría las venas. No podía quedarse quieta. Buscaría esa tienda, hablaría con su dueño y averiguaría qué le había ocurrido a su hermano y a Bastián, sin importar el riesgo. La angustia que la había consumido durante días ahora se transformaba en una determinación feroz, un fuego que ardía en su interior.

—Biel, espérame. No importa dónde estés, te encontraré. —susurró al vacío, mientras tomaba sus cosas y se preparaba para salir en busca de respuestas.

Charlotte cerró la puerta de su casa con un golpe seco, el eco resonando en la calle desierta. Su corazón palpitaba con fuerza mientras sostenía su teléfono móvil con una mano, marcando apresuradamente el número de la policía. La voz del operador no tardó en contestar.

—Policía, ¿Cuál es su emergencia?

—Acabo de recibir una llamada anónima —comenzó Charlotte, tratando de mantener la calma en su voz—. Me dijeron que mi hermano desaparecido fue visto por última vez en una tienda de rarezas. Necesito que envíen una patrulla allí ahora mismo.

El operador tomó la información con profesionalismo, pidiéndole la dirección exacta. Charlotte no dudó en proporcionarla, la misma que había encontrado al buscar la ubicación de la misteriosa tienda en internet. Tras un breve intercambio, el operador confirmó que enviarían refuerzos.

—Espere allí, señorita. Una patrulla se encontrará con usted.

Charlotte asintió, aunque sabía que no podían verla. —Está bien, pero yo también entraré. No me quedaré afuera.

Minutos después, las luces rojas y azules de las patrullas iluminaron la fachada de la tienda de rarezas. Era un edificio antiguo, con una fachada oscura y desvencijada que parecía pertenecer a otra época. Las ventanas estaban cubiertas por cortinas pesadas que bloqueaban cualquier vista al interior, y el letrero, gastado y apenas legible, emitía una sensación de inquietud.

Los agentes salieron de los vehículos con pasos firmes, mientras Charlotte, con el corazón en un puño, se apresuraba hacia ellos.

—Esta es la tienda —dijo, su voz temblorosa pero decidida. —Aquí fue donde dijeron que mi hermano y su amigo fueron vistos por última vez.

El oficial al mando, un hombre alto con gesto severo, asintió y levantó una mano para indicar a sus compañeros que se prepararan.

—Quédese atrás, señorita. Nosotros nos encargaremos.

Charlotte apretó los labios, sintiéndose impotente, pero no replicó. Los agentes se acercaron a la puerta, armas desenfundadas, y uno de ellos empujó con fuerza. La puerta se abrió con un chirrido largo y agudo que envió un escalofrío por la espalda de Charlotte.



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En el texto hay: juvenil, magia, fantasia sobrenatural

Editado: 19.07.2025

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