Fragmento de lo Infinito

Capítulo 28: La Corona en Sombras

El eco de las palabras de Ryder resonaba en la mente de Biel mientras el grupo avanzaba por las calles desiertas de la ciudad. El plan estaba claro: atravesar la ciudad utilizando los conductos subterráneos, una red de pasadizos olvidados que se extendía bajo el caos de la superficie. Era la única forma de llegar a la plaza central sin ser detectados por los guardias de la reina Yael.

—Perfecto, iremos por ahí —había dicho Biel con determinación, sellando la decisión del grupo.

Mientras caminaban hacia la entrada de los conductos, la tensión crecía entre ellos. Raizel, que había permanecido en silencio, apretaba los puños con fuerza. Sus ojos, normalmente serenos, reflejaban una mezcla de resolución y miedo. Nadie mencionó su estado, pero todos lo notaron.

Cuando estaban a punto de alcanzar la entrada, el ruido de pasos apresurados y el brillo de antorchas los detuvieron en seco. Un grupo de guardias apareció bloqueando su camino, sus armas desenvainadas y sus miradas llenas de autoridad. El líder de los guardias avanzó un paso y gritó:

—¡Deténganse! Están bajo arresto por traición a la corona.

El grupo intercambió miradas rápidas, preparándose para pelear si era necesario. Sin embargo, antes de que alguien pudiera moverse, una figura imponente emergió entre los guardias. Su armadura negra brillaba bajo la luz de las antorchas, y su puerta era tan intimidante como el de un depredador acechando a su presa. Era Rizeler, el segundo Guardián, cuya presencia emanaba una autoridad que superaba a la de los soldados.

Sus ojos se clavaron en Raizel, y una expresión de sorpresa se dibujó en su rostro.

—Hermana… —murmuró, su voz cargada de incredulidad y reproche—. ¿Cómo es posible que tú seas una traidora?

Raizel retrocedió un paso, como si las palabras de Rizeler fueran un golpe físico. Su rostro se tornó pálido, y sus labios temblaron al intentar responder.

—No… yo no he traicionado a nadie —dijo, pero su voz carecía de la fuerza habitual.

Rizeler frunció el ceño, avanzando un paso hacia ella.

—Estás conspirando con este humano —dijo, señalando a Biel con desprecio—. En contra de nuestra reina Yael. Eso es traición, y sabes cuál es el castigo.

Biel dio un paso adelante, colocando una mano protectora frente a Raizel. Su mirada se encontró con la de Rizeler, llena de desafío.

—No somos traidores —dijo con firmeza—. Estamos luchando por algo más grande que la obediencia ciega.

Rizeler soltó una carcajada fría, desenfundando su espada.

—No me diga eso humano, se perfectamente que acabaste con la vida de Remus, uno de los 4 guardianes de este plano, serás ejecutados aquí mismo. ¡Guardias, ataquen!

Los soldados avanzaron con determinación, y el grupo se preparó para enfrentarlos. Raizel, aunque todavía visiblemente afectado, levantó su arma, mientras Biel y los demás formaban una línea de defensa. La batalla estaba a punto de comenzar, y las sombras de los conductos parecían esperar para envolverlos en su oscuridad.

Raizel desplegó sus alas de ángel, y una luz deslumbrante iluminó todo el lugar, llenando el aire con una energía casi divina. Su figura se erguía majestuosa, y sus ojos brillaban con una determinación inquebrantable. Con voz firme, se dirigió a Biel:

—Biel, tú sigue adelante. Yo me encargaré de mi hermano.

Rizeler soltó una carcajada burlona, ​​su voz resonando con un tono de superioridad.

—¡Jajaja! Hermana, ¿de verdad crees que puedes detenerme? Ni en sueños podrás vencerme.

Raizel lo miró sin titubear, con una expresión que mezclaba determinación y tristeza.

—Eso lo veremos, Rizeler. Si debo enfrentarte para protegerlos, lo haré sin dudar.

—Está bien, como quieras, hermana. De todos modos, hoy caerás tú… y todos los que estén contigo.

Biel, que se alejaba lentamente hacia la entrada de los conductos, volvió la vista hacia Raizel y gritó:

—¡Raizel, no mueras!

Raizel sonrió ligeramente al escuchar esas palabras y respondió:

—Idiota…

Rizeler, al notar que Biel se alejaba cada vez más, alzó su espada y dio una orden a los soldados que lo acompañaban:

—¡Ustedes, vayan por Biel!

—¡Sí, señor! — respondieron al unísono los guardias, moviéndose para perseguir al humano.

Pero antes de que pudieran dar un paso, Raizel se interpuso en su camino. Sus alas resplandecieron con una luz cegadora mientras extendía sus brazos, bloqueando su avance.

—De aquí nadie pasará —dijo con una voz que resonó como un trueno.

Concentrando su energía, Raizel pronunció un hechizo poderoso:

—¡Luz Celestial!

Un rayo de energía pura surgió de sus manos, iluminando el lugar como si el sol mismo hubiera descendido. El ataque impactó de lleno en los soldados, quienes cayeron al suelo desmayados, incapaces de resistir el poder del golpe.

Rizeler observó la escena con una sonrisa sardónica, sin mostrar un atisbo de preocupación.

—Vaya, vaya, hermana. Veo que te has hecho un poco más fuerte… —dijo con un tono burlón—. Pero eso no será suficiente. Primero acabaré contigo, y luego iré por ese monstruo llamado Biel.

Raizel apretó los dientes y adoptó una postura de combate. El enfrentamiento entre los hermanos estaba por comenzar, y la tensión en el aire era casi palpable. Las sombras danzaban alrededor de ellos, como si el destino mismo estuviera esperando el desenlace de su duelo.

Biel había avanzado bastante por los conductos, pero los ecos de la batalla entre Raizel y Rizeler seguían resonando a su alrededor. Los estruendos y las vibraciones del enfrentamiento alcanzaban incluso los rincones más lejanos de su ruta, como si el poder de ambos combatientes estuviera desbordando los límites del lugar.

—Esos dos están librando una batalla intensa… —murmuró Biel, mirando hacia atrás con preocupación—. Ojalá Raizel salga ilesa.

Ryder, que caminaba a su lado, colocó una mano en su hombro, intentando calmarlo.



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En el texto hay: juvenil, magia, fantasia sobrenatural

Editado: 02.08.2025

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