El cuerpo de Biel se desplomó en el suelo con un golpe sordo, su aliento entrecortado y su rostro cubierto de sudor. La batalla había exigido todo de él. Sus compañeros corrieron a su lado, sus expresiones reflejaban angustia y preocupación.
—¡Biel! —Charlotte fue la primera en arrodillarse junto a él, sacudiéndolo con suavidad—. ¡Responde!
Ryder y Raizel no tardaron en unirse, la incertidumbre reflejada en sus rostros.
—No puede ser... No después de todo lo que ha pasado —susurró Ryder con el ceño fruncido, apretando los puños.
Raizel se inclinó sobre Biel, su mirada penetrante intentando encontrar alguna señal de que aún estaba con vida. Su mano temblorosa tocó la mejilla de Biel. Estaba frío. Demasiado frío.
—Él... él sigue vivo, pero su energía está completamente drenada —murmuró Raizel, su voz apenas un hilo de sonido.
—Debe haber algo que podamos hacer —dijo Charlotte con desesperación, mirando a los demás.
Fue entonces cuando la diosa Yael —Enit, como algunos la conocían— dio un paso adelante, irradiando una presencia serena pero imponente. Su mirada recorrió a los presentes antes de posarse en Biel.
—Tranquilos —su voz resonó con una calma absoluta, silenciando el temor del grupo—. Él está bien. Solo está agotado tras haber liberado tanta energía en su forma de Rey Demonio. Puedo ayudarlo.
Charlotte la miró con ojos suplicantes.
—Por favor, ayúdalo. No podemos perderlo ahora.
Yael asintió con suavidad y extendió su mano sobre Biel. Una luz dorada brotó de sus dedos, envolviendo el cuerpo inerte del joven con un resplandor cálido y reconfortante.
—Como Diosa de los espíritus, te devuelvo la energía que perdiste —declaró Yael con solemnidad—. Porque tu sacrificio ha ayudado a este mundo.
La luz creció en intensidad, formando remolinos de energía que parecían respirar con vida propia. Un suave susurro recorrió el aire, como si los mismos espíritus estuvieran cantando en armonía con el poder de la diosa.
Momentos después, Biel abrió los ojos lentamente, parpadeando al encontrarse con la imagen de su hermana, cuyo rostro estaba bañado en lágrimas de alivio.
—¿Qué pasó...? —su voz era débil, pero firme.
Charlotte soltó una risa entrecortada y lo abrazó con fuerza.
—Hermanito, te desmayaste... Tu energía se agotó por completo, pero la diosa te la devolvió.
Biel sintió la calidez de su hermana y cerró los ojos por un instante, disfrutando del momento. Luego miró a su alrededor, encontrando las miradas de Raizel y Ryder.
—Veo que están todos aquí —susurró, esbozando una débil sonrisa.
Luego giró su atención a Yael, cuyos ojos brillaban con una sabiduría ancestral.
—Reina Yael... o diosa Enit... ¿me concedes el derecho de volver al mundo humano?
La diosa guardó silencio por un momento, como si midiera el peso de su decisión. Finalmente, asintió.
—Biel, te otorgo el derecho de regresar al mundo humano. Y no solo eso —su voz resonó con determinación—. Hoy haré un pacto con los humanos y los demonios. Lo que ocurrió en el pasado quedará en el pasado. De ahora en adelante, permitiré que ambos puedan viajar libremente entre mundos.
Un murmullo de sorpresa recorrió a los presentes. Este pacto podía cambiar el destino de ambos mundos para siempre.
Biel respiró hondo, sintiendo cómo su corazón latía con renovada esperanza. Su viaje aún no había terminado. Pero este era un nuevo comienzo.
Mientras tanto, en el mundo humano, la tensión era palpable. Acalia y los demás rodeaban el cuerpo inerte de Biel, protegiéndolo de la amenaza inminente. Frente a ellos, un grupo de asesinos enviados por Gard, liderados por Kurusume, se aproximaba con intención de tomar el Fragmento del Infinito.
—Entreguen el fragmento que porta Biel y no les haré daño —dijo Kurusume con voz calmada, pero su mirada reflejaba una frialdad inquebrantable.
Acalia se adelantó un paso, su espada brillando con una tenue luz.
—No dejaremos que toques el cuerpo de Biel.
Kurusume soltó una leve risa.
—¿Por qué tanto esfuerzo si ya está muerto? Los muertos no pueden volver a la vida. Solo entréguenme el fragmento y denle una sepultura digna. Después de todo, murió protegiéndote a ti... o eso crees.
Acalia sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero su determinación no flaqueó.
—Él volverá. Estoy segura de ello.
Kurusume entrecerró los ojos, evaluando sus palabras.
—Ya veo... Crees que puede regresar porque se lo pedirás a la Reina de los Espíritus. Interesante, pero tengo entendido que esa diosa odia tanto a los humanos como a los demonios. Y tu amigo es ambas cosas... no creo que regrese.
El asesino avanzó lentamente, colocando su mano sobre la empuñadura de su katana.
—Tendremos que quitárselo de su cadáver.
Antes de que pudiera dar otro paso, Ylfur, el Caballero Oscuro, se interpuso en su camino. Su espada resonó al chocar contra el suelo, y su mirada se clavó en Kurusume con determinación absoluta.
—No permitiré que nadie toque el cuerpo de mi amo.
A su lado, Easton, Xanthe y Sarah se alzaron con firmeza.
—Protegeremos a Biel a toda costa —dijeron al unísono.
Kurusume inclinó la cabeza con una sonrisa de malicia.
—¡Interesante! Están dispuestos a dar la vida por él. Debe ser alguien realmente poderoso. Esto se pondrá entretenido.
La batalla estalló en un instante.
El fragor del combate resonó por toda la zona. Chispas saltaron cuando las espadas se cruzaron, y la magia iluminó el campo de batalla con explosiones de energía. Cada uno de los aliados de Biel peleaba con todas sus fuerzas, pero Kurusume demostró ser un oponente formidable.
Tras una ardua lucha, los cuerpos de Easton, Xanthe y Sarah yacían en el suelo, inconscientes. Solo Acalia y Ylfur permanecían en pie, jadeando y con heridas visibles.
Kurusume se limpió un leve rasguño en la mejilla y esbozó una sonrisa burlona.
Editado: 19.07.2025