En el mundo de los aventureros, los rangos han sido un sistema sagrado e inmutable durante siglos. Desde el humilde rango F hasta el legendario rango AA, cada nivel representaba la fuerza, la experiencia y la destreza de un aventurero. Sin embargo, hoy, ese orden estaba a punto de colapsar.
"El rango más alto registrado en la historia ha sido el rango S... pero... esto... esto desafía toda lógica... ¡Un rango superior al rango AA!"
Los aventureros dentro del gremio observaban en un silencio sepulcral el pergamino que la recepcionista sostenía con manos temblorosas. En letras doradas, brillaba la designación imposible: Rango Z.
Biel, quien hasta ahora había permanecido en relativa calma, sintió que su cerebro entraba en cortocircuito.
—Disculpa, ¿puedes repetir eso? —dijo Biel, con una sonrisa nerviosa, esperando haber escuchado mal.
La recepcionista, una joven de cabellos castaños atados en una coleta y una expresión de absoluto pánico, tragó saliva antes de hablar.
—S-según este documento oficial... t-tu rango es Z...
Una gota de sudor rodó por la sensación de Biel mientras un murmullo generalizado se apoderaba del gremio.
—Rango Z...
—¡Eso no existe!
—¿Será un error del sistema?
—Debe ser un título especial para idiotas sin remedio...
—Oye, no exageren —protestó Biel, sintiéndose cada vez más rodeado.
De pronto, Charlotte, su hermana, le dio un codazo juguetón con una sonrisa traviesa.
—Hermanito, parece que eres especial en este mundo.
Biel puso una expresión agria, frunciendo el ceño.
—Hermana, esto no es algo bueno. ¡Esto solo me traerá problemas! —exclamó mientras se rascaba la cabeza—. Además, ¡este rango ni siquiera debería existir!
La recepcionista, intentando recuperar la compostura, alzó la voz sobre el murmullo.
—Biel, por favor, acompáñame a ver al jefe del gremio. Esto es algo que debe aclararse de inmediato.
Biel suspiró profundamente.
—Supongo que no tengo otra opción...
Antes de que pudiera moverse, un aventurero musculoso de apariencia ruda se acercó con los brazos cruzados y una ceja arqueada.
—¡Oye, niñato! ¿Cómo demonios consigue un rango que ni siquiera existe?
—Eso mismo quiero saber —respondió Biel con una sonrisa nerviosa—. Si tienes teorías, será el primero en escucharlas.
El musculoso lo miró fijamente por un momento y luego soltó una carcajada.
—Jajaja, me caes bien, chico. Pero si resulta que eres más fuerte que un rango S, ¡más te vale demostrarlo!
Charlotte se llevó una mano al rostro.
—Dioses, esto se está saliendo de control...
Biel se masajeó las sienes. Lo último que quería era pelear con alguien antes siquiera de entender qué estaba ocurriendo.
—Bueno, si me disculpan, iré a ver al jefe del gremio antes de que alguien sugiera que soy el hijo secreto de un dios o algo por el estilo.
Charlotte le siguió mientras la recepcionista guiaba el camino. Los aventureros continuaron murmurando y lanzando miradas de incredulidad, algunas con admiración y otras con escepticismo.
—Si resulta que mi rango significa "Rango de Rey de los Problemas", me voy a decepcionar bastante... —susurró Biel para sí mismo.
Charlotte soltó una risa.
—Bueno, hermanito, si resulta que puedes destruir montañas con un solo estornudo, yo te apoyaré en todo.
—No bromees con eso —se quejó Biel—. Ya veo venir un destino de locuras por culpa de esto...
Y con eso, continuaron su camino hacia la oficina del jefe del gremio, sin saber que lo que descubrirían allí sería aún más inesperado.
En la silenciosa oficina del gremio, la tensión era palpable. Biel se encontró de pie frente a un escritorio imponente, donde un hombre de apariencia recia lo observaba con una mezcla de asombro y curiosidad. A su lado, la recepcionista aún sujetaba los documentos con una expresión de incredulidad.
El jefe del gremio fue el primero en romper el silencio.
—Yo presente. Mi nombre es Niccolò y soy el jefe del gremio —dijo con una voz profunda—. ¿Me puedes explicar esto? ¡Un nuevo rango! ¿Cómo es posible que exista algo así? ¡Y peor aún, que sea tú quien lo tenga! ¿Quién eres realmente?
Biel sospechaba, sabía que esta conversación sería complicada.
—Mi nombre es Biel... y vengo de otro mundo.
Niccolò y la recepcionista se quedaron boquiabiertos.
—¡Cómo que de otro mundo! —exclamó la recepcionista.
—Así es —afirmó Biel—. Toqué un fragmento misterioso y fui transportado aquí. De alguna forma, me otorgó habilidades y he llegado hasta este punto gracias a ellas.
Niccolò se reclinó en su silla, frotándose el mentón.
—Vaya, qué historia brutal... —murmuró, con un brillo de interés en sus ojos—. Dime, ¿es verdad que ya has muerto antes?
Biel asintió.
—Así es. Morí en las Tierras Oscuras, pero resucité gracias a la Reina de los Espíritus.
Niccolò soltó un silbido de asombro.
—Comprendo... Entonces, además de ser un aventurero de rango desconocido, también posees el poder de un Rey Demonio.
—Sí —confirmó Biel—. Su nombre es Monsfil.
Niccolò se enderezó de golpe, sus ojos brillando con una mezcla de sorpresa y entusiasmo.
—¡¿Acaso dijiste Monsfil?! ¡El Rey Demonio de la Destrucción Eterna! ¡Esto es increíble!
Biel arqueó una ceja.
—¿Te emociona?
Niccolò se rió, golpeando su escritorio con entusiasmo.
—¡Por supuesto! Siempre he sido un fan de él. Las historias que se cuentan sobre Monsfil son fascinantes. Un ser poderoso, temido y admirado por igual...
Biel cruzó los brazos.
—Ya veo...
La recepcionista carraspeó, trayendo a Niccolò de vuelta a la realidad.
—Y ¿qué haremos con este nuevo rango? —preguntó ella—. Si lo hacemos público, la ciudad de Marciler o, peor, el Reino de Zarzate se enterarán. Y vendrán a buscar a Biel.
El entusiasmo de Niccolò desapareció de inmediato, su expresión se tornó seria.
Editado: 04.09.2025