Fragmento de lo Infinito

Capítulo 34: La Verdad es Revelada

El sol de la tarde iluminaba suavemente los pasillos de la escuela, filtrándose por las ventanas y proyectando sombras alargadas en el suelo pulido. Biel y Yumi caminaban juntos, en silencio, con el peso de la despedida colgando en el aire entre ellos.

—No puedo creer que realmente te vayas —dijo Biel, con un tono de tristeza contenido.

Yumi sonrió con melancolía, abrazando su mochila contra su pecho.

—Ni yo. Todo pasó tan rápido… pero no podía quedarme. Es algo que mi familia decidió.

Biel desvió la mirada hacia el patio, donde otros estudiantes reían y charlaban ajenos a su despedida.

—Prometimos que enfrentaríamos juntos todo lo que viniera. Pero ahora…

Yumi le puso una mano en el brazo, interrumpiéndolo suavemente.

—No es un adiós, Biel. Solo es un hasta luego. Te prometo que volveremos a vernos.

—¿Lo dices en serio? —preguntó Biel, con un destello de esperanza en la mirada.

Yumi asintió con firmeza.

—Te buscaré, sin importar cuánto tiempo pase.

Se quedaron mirándose por un instante, como si quisieran grabar ese momento en sus memorias. Entonces, sin previo aviso, Yumi se inclinó y le dio un abrazo rápido y apretado.

—No me olvides, Biel —susurró contra su hombro.

Antes de que él pudiera responder, ella se separó y salió corriendo hacia la salida, sin voltear atrás. Biel se quedó allí, viendo cómo desaparecía de su vista, con una sensación de vacío en el pecho.

Pasaron tres años.

El tiempo había avanzado sin piedad, pero Yumi no había olvidado su promesa. Con el corazón latiendo con fuerza, descendía del taxi que la había traído de vuelta a Hanasato, su antigua ciudad. Se había pasado las últimas semanas buscando información sobre Biel, hasta que finalmente obtuvo una dirección.

Parada frente a la casa donde supuestamente vivía, respiró hondo y golpeó la puerta. Esperó. Golpeó de nuevo. Nadie respondió.

Una señora mayor pasaba por ahí y, al notar su confusión, se detuvo.

—Si buscas al joven que vivía aquí, no lo encontrarás —dijo con un tono de pesar.

Yumi sintió que el aire le faltaba.

—¿Qué quiere decir?

—Hace más de un mes que desapareció. Nadie sabe dónde está.

Los ojos de Yumi se agrandaron y su voz tembló.

—¿Desaparecido?

El miedo se instaló en su pecho como un peso insoportable. ¿Cómo era posible? Había esperado tanto por este momento y ahora, Biel simplemente no estaba.

—Tal vez en la tienda de antigüedades sepan algo de él —interrumpió una voz grave.

Yumi se giró y vio a un hombre de aspecto misterioso, con un abrigo largo y un aire enigmático.

—¿Tienda de antigüedades? —repitió Yumi, tratando de aferrarse a cualquier pista.

El hombre asintió.

—Fue el último lugar donde se le vio.

Yumi apretó los puños y tomó una decisión.

—Entonces, ahí es donde debo ir.

Sin perder más tiempo, se dio la vuelta y partió en dirección a la tienda, con el corazón latiendo con una mezcla de ansiedad y esperanza.

Yumi llegó a la tienda de antigüedades con el corazón acelerado, sintiendo que cada paso la acercaba a una respuesta, aunque temía lo que podría descubrir. Empujó la pesada puerta de madera, y el sonido de una campanilla anunció su entrada. El lugar estaba repleto de objetos extraños y antiguos, iluminado por una luz tenue que daba un aire misterioso al ambiente.

Detrás del mostrador, un anciano de mirada serena y rostro surcado por los años la observó con curiosidad. Vestía una túnica oscura y sus ojos brillaban con un conocimiento profundo.

—Bienvenida, joven. ¿Qué te trae por aquí? — preguntó con voz calmada.

Yumi tragó saliva y reunió valor.

—Estoy buscando a Biel. Me dijeron que este fue el último lugar donde se le vio.

El anciano suspiró y sacudió la cabeza con lentitud.

—Ese muchacho ya no se encuentra en este mundo.

El tiempo pareció detenerse para Yumi. Su garganta se secó y su cuerpo se estremeció.

—¿Cómo dice? ¿Qué está diciendo? — su voz tembló con un miedo que apenas podía contener.

El anciano la miró con una expresión que mezclaba compasión y certeza.

—Así es. Biel ya no está en este mundo y no podrá regresar.

El corazón de Yumi se hundió en el abismo de la tristeza. Sintiendo que las piernas le fallaban, apoyó ambas manos sobre el mostrador, buscando sostenerse.

—No... No puede ser... ¡Él no puede estar muerto!

El anciano soltó una leve carcajada.

—No pongas esa cara, ni llores todavía, joven. Nunca dije que había muerto.

Los ojos de Yumi se abrieron de par en par. ¿Cómo era posible?

—¿Qué quiere decir con eso?

El anciano se inclinó levemente hacia ella y con un tono solemne respondió:

—Biel vive en otro mundo ahora.

Yumi sintió un escalofrío recorrer su espalda. ¿Otro mundo? Aquello era ridículo.

—Eso no tiene sentido... ¿Cómo podría ser posible? Usted está bromeando conmigo...

El anciano sonrió, como si ya hubiera esperado esa reacción.

—Es lógico que pienses que estoy loco, pero lo que digo es la verdad. Y te lo demostraré.

Con una lentitud deliberada, el anciano se giró y sacó de una repisa una esfera cristalina. Era traslúcida y contenía una neblina dorada que parecía danzar en su interior.

—Observa —dijo, sosteniéndola frente a Yumi.

Ella miró con escepticismo, pero conforme la niebla se disipó en su interior, una imagen comenzó a formarse. Su respiración se entrecortó cuando vio la silueta de un joven de cabello oscuro. ¡Era Biel!

—¡Biel! — susurró con asombro.

La imagen se aclaró. Biel se encontraba en un lugar desconocido, rodeado de imponentes estructuras y criaturas que no pertenecían a este mundo. Su expresión era diferente, más decidida, más fuerte... pero seguía siendo él.

Las emociones se agolparon en el pecho de Yumi: alivio, asombro, miedo y una profunda nostalgia.

—Él... ¿está vivo? —preguntó, apenas encontrando su voz.



#1899 en Fantasía
#2475 en Otros
#442 en Acción

En el texto hay: juvenil, magia, fantasia sobrenatural

Editado: 02.08.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.