Fragmento de lo Infinito

Capítulo 35: La Promesa

Cuando por fin llegaron a la puerta de la pequeña ciudad, listos para partir en una nueva misión, Biel sintió un alivio momentáneo. Habían pasado por muchas cosas últimamente, y aunque el camino aún era incierto, al menos tenían una dirección clara.

Pero entonces, sin previo aviso, una luz descendió del cielo. Una columna radiante se formó a pocos metros de donde se encontraba Biel y su grupo, haciendo que todos dieran un paso atrás, instintivamente alertas.

—¡¿Pero qué demonios?! —exclamó Easton, cubriéndose los ojos por el resplandor.

—¡¿Acaso los dioses nos están atacando?! —gritó Xanthe, sacando su bastón.

—No seas dramática, Xanthe —murmuró Sarah, aunque ella también parecía lista para cualquier cosa.

Cuando la luz comenzó a disiparse, una silueta emergió del resplandor. Biel sintió su corazón detenerse un segundo al escuchar una voz familiar:

—Veo que te estás divirtiendo, querido Biel.

Los ojos de Biel se abrieron como platos, su cuerpo se tensó al instante. Reconocía esa voz. Era imposible… pero ahí estaba. Con la garganta seca y un temblor en sus labios, apenas pudo susurrar:

—No puede ser… ¿Acaso tú eres…?

La figura dio un paso adelante, dejando que la luz revelara su rostro. Su mirada era intensa, su expresión una mezcla de nostalgia y reproche.

—Veo que aún me recuerdas, querido. Vine por ti porque me importas, pero veo que yo no te importo a ti.

El impacto de sus palabras golpeó a Biel con la fuerza de un vendaval. Su respiración se volvió errática. Todo su mundo pareció tambalearse en ese instante.

—No… esto no tiene sentido… —murmuró para sí mismo. Su mente regresó tres años atrás, a la última vez que la vio. A su despedida… en aquel lugar.

Sarah y Xanthe, que habían estado observando la escena, intercambiaron miradas preocupadas.

—¿Biel? —preguntó Sarah, acercándose—. ¿Qué te pasa? Pareces… un fantasma.

Xanthe se cruzó de brazos y miró a la recién llegada con curiosidad. —Oye, no quiero interrumpir el dramón, pero… ¿quién es ella? ¿Y por qué Biel parece un pez fuera del agua?

Biel no respondió. Apenas podía procesar lo que estaba ocurriendo. Su respiración era irregular, sus manos temblaban. Luego, sin previo aviso, una lágrima rodó por su mejilla.

—Después de tres años… —susurró, con una mezcla de emoción y confusión—. Después de tanto tiempo… vuelves a aparecer justo aquí…

Easton, que había permanecido en silencio, se inclinó hacia Xanthe y susurró con una sonrisa burlona:

—¿Crees que es una ex?

—Definitivamente es una ex —susurró Xanthe de vuelta, asintiendo con seriedad.

Sarah, sin perder el hilo del momento, les lanzó una mirada asesina. —¿Pueden dejar de hacer chistes? Está teniendo una crisis existencial aquí.

Pero en el fondo, ella también estaba ansiosa por saber quién era esa mujer y qué significaba para Biel.

Biel intentó hablar, pero su voz se quebró. Apretó los puños, luchando por mantener la compostura.

—¿Cómo… cómo es posible que estés aquí? —preguntó finalmente, con la voz cargada de emoción.

La recién llegada lo miró en silencio, como si estuviera evaluando su reacción.

—Biel… —susurró con un tono melancólico, dando un paso hacia él.

Biel, todavía abrumado, hizo lo único que podía hacer en una situación como esa.

Se llevó las manos a la cabeza y gritó:

—¡¿QUÉ ESTÁ PASANDO?!

El eco de su grito resonó por todo el lugar, dejando a su grupo en completo silencio. Solo el viento acompañó la escena, mientras todos esperaban la respuesta que lo cambiaría todo.

Biel respiró hondo, tratando de calmar su mente. Después de unos segundos, levantó la mirada y decidió contarles la verdad.

—Ella se llama Yumi Hanekawa —dijo con voz firme, pero con una leve sonrisa melancólica—. Es una querida amiga que conocí hace tres años cuando cursaba el primer grado de preparatoria. Ella estaba en tercero y, cuando se graduó, se fue del país. Desde ese día, no la volví a ver… hasta hoy.

Los demás intercambiaron miradas sorprendidas. Xanthe fue la primera en reaccionar.

—¿Yumi Hanekawa? ¿Acaso es noble? Su nombre suena... refinado.

Biel negó con la cabeza rápidamente.

—No, ella es originaria de mi mundo, igual que mi hermana y yo. Nosotros llegamos a este mundo de una forma... peculiar.

Sarah cruzó los brazos, aún más intrigada.

—¿Quieres decir que hay otros mundos además de este?

Biel asintió lentamente.

—Sí. Y no les había contado antes porque... solo Acalia sabía de dónde vengo.

El impacto de sus palabras dejó a todos en silencio por un momento. Luego, Easton exhaló con incredulidad.

—Entonces, ¿existen otros mundos? Esto suena como algo sacado de un cuento.

Charlotte, que había estado escuchando con atención, intervino con una expresión nostálgica.

—Yo también fui transportada aquí por un artefacto... —susurró, mirando a Biel—. Pensé que era la única.

Pero antes de que alguien pudiera seguir con la conversación, Yumi soltó una bomba aún más grande.

—A mí me trajo un dios.

Biel se quedó helado.

—¿Un dios? ¿Dijiste un dios?

Yumi asintió con seriedad.

—Sí. Cuando estaba en la tienda de antigüedades, un anciano me dijo que él era un dios de este mundo. Dijo que era el encargado de guiar a los héroes hasta aquí. Los llamaba "Los Enviados".

Biel sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—Entonces... el anciano de la tienda... ¿era un dios? —susurró, más para sí mismo que para los demás.

—Al parecer sí —afirmó Yumi—. Y cuando volví a Kagerō, no encontré a nadie. Una señora me dijo que tú y tu hermana habían desaparecido y que llevaban un mes sin dejar rastro.

—¿Un mes? —Biel sintió que el suelo se desmoronaba bajo sus pies—. Pero aquí... ha pasado casi un año.

El grupo entero se quedó en shock. El tiempo transcurría de manera diferente entre los mundos. Yumi continuó su relato, observando a Biel con intensidad.



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En el texto hay: juvenil, magia, fantasia sobrenatural

Editado: 02.08.2025

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