Fragmento de lo Infinito

Capítulo 36: Sombras y Nobles

La oscuridad envolvía la mente de Biel, atrapándolo en un vacío sin forma. No sentía su cuerpo, ni el peso de sus pensamientos, solo el eco distante de una voz que resonaba en la profundidad de su ser. Era una voz imponente, antigua y cargada de un poder abrumador.

—No puedes caer aquí, joven portador —la voz de Monsfil retumbó en su consciencia como el rugido de una tormenta lejana—. Aún no es tu hora. Eres el elegido por el Fragmento. Eres mi sucesor. El Rey Demonio de la Destrucción Eterna.

El corazón de Biel latió con fuerza, como si las palabras de Monsfil despertaran algo profundo dentro de él. En ese instante, la oscuridad se resquebrajó y una chispa de luz emergió en su mente. Su cuerpo reaccionó antes que su pensamiento. Sus pulmones se llenaron de aire de golpe y sus ojos se abrieron de par en par.

La primera imagen que vio fue la de Charlotte inclinada sobre él, su rostro reflejaba preocupación y alivio a partes iguales. Sus ojos se humedecieron al ver que Biel despertaba.

—¿Estás bien, hermanito? —su voz tembló ligeramente, pero se esforzó en sonreír.

Biel parpadeó un par de veces antes de asentir lentamente. Su cuerpo aún se sentía débil, pero la determinación quemaba en su interior como una llama indomable.

—Sí… gracias por cuidarme, Charlotte —murmuró, intentando incorporarse.

A su alrededor, el campo de batalla aún ardía en caos. El rugido de los dragones resonaba en el aire, acompañado por explosiones de magia y el choque de armas. Los demás luchaban con todo lo que tenían, pero los dragones parecían imbatibles, sus movimientos eran precisos y coordinados, como si estuvieran siendo dirigidos por una fuerza invisible.

Biel se puso de pie, tambaleándose al principio, pero recuperó el equilibrio rápidamente. Inspiró hondo y cerró los puños.

—Dije que no iba a usar mis habilidades de Rey Demonio… —susurró, sintiendo cómo la energía oscura comenzaba a arremolinarse a su alrededor—. Pero estos dragones están siendo controlados por alguien con magia avanzada.

Yumi, quien hasta ese momento había estado conjurando una barrera mágica, giró la cabeza hacia él con una expresión de asombro.

—¿Cómo puedes saber eso si estabas inconsciente? —preguntó con escepticismo.

Biel alzó la vista hacia el cielo tormentoso, su mirada ardía con una determinación renovada.

—Monsfil me lo dijo —respondió con seguridad—. Como Rey Demonio, también poseía esa habilidad.

Yumi se cruzó de brazos, procesando la información antes de asentir.

—Ya comprendo… entonces, si los dragones están bajo un hechizo, significa que podrías…

—Romper su control —completó Biel, sus ojos brillando con un destello oscuro.

Sin perder un segundo más, dio un paso al frente, sintiendo cómo su cuerpo se adaptaba a la forma imperfecta del Rey Demonio. La energía oscura lo envolvió como un manto etéreo, y su presencia cambió drásticamente. Un aura densa y poderosa emanó de él, haciendo que incluso los dragones dudaran por un instante.

El aire se volvió más pesado. Cada uno de los presentes sintió el cambio en la atmósfera. El verdadero combate estaba por comenzar.

Biel sintió la energía recorriendo su cuerpo mientras se impulsaba hacia adelante, dirigiéndose al primer dragón con una velocidad vertiginosa. Su puño, reforzado por la energía oscura, impactó directamente en el torso de la bestia con una fuerza descomunal. El estruendo resonó en todo el campo de batalla, y el dragón, sorprendido, fue derribado con un rugido de dolor.

Antes de que pudiera recuperar el aliento, el segundo dragón lanzó un ataque feroz. Biel reaccionó con rapidez, girando sobre su eje y esquivando por poco un zarpazo capaz de partir una montaña en dos. Con un gesto rápido, convocó sus "Espinas de Penumbra"; afiladas y letales, emergieron de las sombras y se incrustaron en el cuerpo del dragón, atravesándolo de lado a lado.

El coloso rugió de dolor y cayó pesadamente al suelo, levantando una nube de polvo. Biel aterrizó con elegancia, su respiración entrecortada, pero con una sonrisa de victoria. Sin embargo, esa expresión se borró rápidamente cuando notó algo aterrador: los dragones comenzaban a regenerarse.

Los orificios causados por sus espinas se cerraban poco a poco, la piel escamosa se restauraba como si nunca hubiera sido dañada. Biel sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—¡¿Cómo es posible?!— murmuró con incredulidad, su ceño frunciéndose.

Sin perder tiempo, Biel extendió sus manos y canalizó su "Inmunidad al Lavado de Cerebro" en dirección a los dragones, una energía oscura se esparció como una ola invisible, envolviendo a las criaturas en un intento de disipar el control que pesaba sobre ellas. Pero el efecto fue nulo. Los dragones ni siquiera se inmutaron.

—No puede ser… —murmuró Biel, su expresión se endureció. —La magia que los controla es demasiado avanzada...

Un viento helado surcó el aire. Una sombra enorme se proyectó sobre el campo de batalla cuando un tercer dragón descendió de los cielos, sus ojos brillando con un fulgor carmesí. Pero no estaba solo. Sobre su lomo, una figura alta y envuelta en un manto oscuro lo miraba con una sonrisa burlona.

—Veo que no puedes con la magia avanzada, simple plebeyo —la voz del desconocido era profunda y resonante, cargada de superioridad.

Biel alzó la vista, su corazón latiendo con fuerza. El aura del recién llegado era abrumadora, un poder que parecía doblar el aire a su alrededor.

—¿Quién eres? — demandó Biel, con los puños apretados.

El hombre sonrió, inclinando la cabeza con calma.

—Alguien que está a punto de mostrarte lo insignificante que eres ante el verdadero poder.

El viento silbaba entre los escombros de la batalla mientras Biel observaba fijamente al misterioso sujeto. Con un gesto lento y calculado, aquel hombre se sacó la capucha, revelando su rostro afilado y sus ojos llenos de desprecio.

—Mi nombre es Shalok —anunció con arrogancia—. Soy un noble de alto rango, y he venido a destruir esta ciudad de plebeyos.



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En el texto hay: juvenil, magia, fantasia sobrenatural

Editado: 02.08.2025

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