El viento soplaba suavemente sobre el campo de entrenamiento, moviendo con delicadeza los cabellos de Biel y sus compañeros. Seis meses habían pasado en aquel lugar sagrado, un tiempo que les había templado el alma y endurecido el espíritu. Ahora, la despedida era inevitable.
Biel alzó la vista hacia el horizonte, sintiendo en su pecho el peso del tiempo transcurrido. Inspiró profundamente, dejando que la nostalgia se mezclara con la determinación.
—Hemos pasado seis meses entrenando —dijo, su voz firme pero cargada de emoción—. Es hora de volver y prepararnos para enfrentar a Domia y su ejército.
Aine, con su usual porte imponente y mirada ardiente, se giró hacia sus hermanos con una leve sonrisa melancólica.
—Bueno, es hora de despedirnos, hermanos —dijo dirigiéndose a Sylas, Eldric y Varael.
Eldric se adelantó con pasos seguros, pero en sus ojos brillaba un atisbo de tristeza.
—Aine, cuida bien de mis estudiantes y, sobre todo, protege a tu portador —dijo, colocando una mano firme sobre su hombro.
Aine sostuvo su mirada con orgullo, sintiendo el fuego de su vínculo con Biel arder con más intensidad.
—Es mi deber como Fragmento de la Llama Eterna proteger a mi portador y sus aliados —respondió con solemnidad.
Eldric sonrió, con una mezcla de admiración y cariño.
—Eres impresionante, hermana. Ha pasado apenas un año y medio desde que dejaste este lugar, y te has vuelto increíble.
Aine cerró los ojos un instante, sintiendo en su pecho el eco de sus logros y la calidez del lazo que la unía a Biel.
—Era de esperarse —respondió con una sonrisa traviesa—. Ahora soy el Fragmento de mi querido Biel.
A unos pasos de distancia, Varael observó a Xanthe y Easton con una expresión serena y llena de orgullo. Sus alumnos se habían forjado a través del dolor y la disciplina, emergiendo más fuertes de lo que él hubiera imaginado.
—Cuídense, queridos aprendices —dijo con voz grave pero cálida—. En estos seis meses me han demostrado lo increíble que puede ser un humano. Protejan lo que aman y jamás duden de su fortaleza.
Xanthe asintió con determinación, sus ojos brillando con la intensidad de una promesa silenciosa.
—Eso haremos, maestro.
Easton, con el corazón latiendo apresurado en su pecho, no pudo evitar expresar su gratitud.
—Gracias, maestro, por todo lo que nos enseñó en este lapso de seis meses.
Varael río suavemente, palmeando su hombro con orgullo.
—Era mi deber como maestro hacer que su potencial saliera a flote.
Un poco más lejos, Gaudel y Acalia vieron a Sylas apartada del grupo, su figura recortada contra la luz del sol. Gaudel sonrió con melancolía.
—Parece que no le gustan las despedidas… pero gracias por todo, maestra.
Acalia observó a Sylas con respeto, sintiendo en su interior una conexión silenciosa.
—Es impresionante —pensó—. Nos volveremos a ver.
Desde su posición, Sylas notó sus miradas y sonrió para sí misma. En su mente, una sola certeza resonó con fuerza.
—Mis discípulos son increíbles.
Con un último vistazo, desapareció en un parpadeo, dejando tras de sí una sensación de despedida que se deslizaba en el aire como un susurro inacabado. Gaudel y Acalia la observaron partir y, en un acto casi sincronizado, murmuraron:
—Gracias, maestra.
Eldric se acercó a Raizel, Sarah y Ryder, sus estudiantes más recientes, pero ya dueños de un poder formidable. Su mirada, cargada de orgullo y responsabilidad, se posó en cada uno de ellos.
—Mis estudiantes, ahora son capaces de enfrentar cualquier problema. Han despertado sus poderes latentes y se han convertido en seres increíblemente fuertes. Es su momento de proteger a quienes aman y, sobre todo, cuídense a ustedes mismos, pues son especiales.
Raizel y Sarah sintieron sus ojos humedecerse, pero se mantuvieron firmes, asintiendo con una convicción inquebrantable. Ryder, con su usual aplomo, simplemente dijo:
—Gracias por haberme entrenado, maestro.
Aine se adelantó entonces, sus ojos resplandeciendo con la intensidad de la llama que representaba.
—Es hora de volver.
Y, como respondiendo a su llamado, la gran puerta de energía se abrió con un rugido etéreo. Biel, Charlotte, Yumi, Sarah, Xanthe, Raizel, Ryder, Easton, Gaudel y Acalia se reunieron al borde del portal, sintiendo en sus cuerpos el cosquilleo de la inminente transición.
Con un último vistazo a sus maestros, inclinaron la cabeza en señal de respeto y gratitud.
—Gracias por todo —murmuraron al unísono antes de cruzar el umbral, dejando atrás el lugar que los había transformado, y adentrándose en un futuro incierto, pero cargado de propósito.
En la ciudad de Lunarys, el sol matinal bañaba las calles de luz dorada mientras el bullicio de los aventureros llenaba el aire. En el gremio de aventureros, el jefe Niccolò se encontraba en su oficina, revisando algunos informes cuando la puerta se abrió de golpe.
—¡Señor Niccolò! —exclamó la recepcionista, respirando agitadamente. —Biel y sus amigos han regresado… pero algo en ellos ha cambiado.
Niccolò levantó la vista con curiosidad, dejando a un lado sus papeles.
—¿Cambiado? —arqueó una ceja, inclinándose hacia adelante. —Explica.
La recepcionista asintió, tratando de ordenar sus pensamientos.
—Sus apariencias son diferentes. Su presencia impone respeto. Sus ropas son más elegantes, sus cabellos han crecido y sus miradas… parecen las de guerreros que han visto el abismo y han vuelto más fuertes.
Niccolò esbozó una leve sonrisa, cruzándose de brazos.
—Era de esperarse. Pasaron seis meses entrenando en esa dimensión, aunque aquí apenas han transcurrido diez días. La diferencia de tiempo ha marcado un cambio drástico en ellos.
El jefe del gremio se levantó de su silla con un ágil movimiento y tomó su capa.
—Vamos con ellos. No me gusta hacer esperar a viejos amigos.
Editado: 02.08.2025