Fragmento de lo Infinito

Capítulo 66: El Primer Amanecer

La Tienda de Antigüedades vibraba con una energía que no pertenecía del todo a este mundo. Aquel lugar, escondido entre los pliegues del tiempo y la rutina, había sido testigo de un milagro. En las pantallas mágicas suspendidas por artefactos arcanos, las últimas imágenes de Biel y sus amigos celebrando en Lunarys se desvanecieron lentamente, como un suspiro que se pierde entre las estrellas.

El anciano, esa figura enigmática de rostro surcado por mil inviernos y ojos tan sabios como el mismísimo cosmos, dio un paso al frente. Su voz, aunque tranquila, tenía la fuerza de una profecía grabada en piedra:

—Lo que presenciaron no es el final... sino el prólogo de una historia aún más grande. Biel y sus aliados están destinados a enfrentar nuevas amenazas, descubrir reinos perdidos, y cruzar umbrales que ningún ser ha osado tocar. Y ustedes... —miró a cada uno de los presentes con gravedad— deben tomar una decisión.

El silencio se volvió tan denso que se podía cortar con un cuchillo.

—Pueden elegir seguir con sus vidas aquí —continuó el anciano—, olvidar todo lo que han visto. Yo puedo borrar esos recuerdos y permitirles continuar como si nada hubiera pasado. O… pueden cruzar el umbral y unirse a ese mundo. Un mundo de magia, de batallas, de maravillas y peligros. Ustedes deciden.

Rubí Bennett, con su cabello recogido en una trenza desordenada y los ojos llenos de luz, fue la primera en romper el silencio.

—¡¿Estás bromeando?! —dijo con una risa nerviosa—. Hace rato decidimos que queríamos ir. ¡Ver todo eso… sentirlo! No podríamos vivir sabiendo que dejamos pasar la oportunidad de vivir algo así. Yo me voy.

—Y yo también —intervino Lucas Gray, alzando el puño—. No puedo quedarme aquí sabiendo que hay un mundo esperando por nosotros. Uno donde podamos hacer la diferencia, como lo hizo Biel.

El anciano asintió lentamente.

—Muy bien. Les daré tres días —dijo—. Hablen con sus familias, díganles la verdad. Si los convencen, podrán venir con ustedes. Yo mismo les otorgaré habilidades para adaptarse a ese nuevo mundo… y sobrevivir.

Como si una campana invisible hubiese sonado, todos se pusieron en movimiento. Las puertas de la tienda se abrieron con un suave chirrido, dejando entrar el aire fresco de la noche. Uno a uno, salieron en dirección a sus casas, sus pasos resonando con la incertidumbre del futuro.

Las horas pasaron como nubes arrastradas por un viento impaciente. Cada uno, cargando una emoción distinta —temor, entusiasmo, ansiedad—, llegó a sus hogares con la mente en un torbellino.

Henry Taylor fue el primero en enfrentar a sus padres. Su madre, una mujer de expresión dulce y ojos llenos de amor, lo escuchó en silencio mientras él narraba todo: la tienda, las pantallas, las batallas, el Vacío Primordial, Biel.

—Mamá... sé que suena loco, pero todo es real. Yo lo vi. Estuve ahí.

Ella lo miró con un brillo indeciso en los ojos, como quien contempla una puerta abierta a lo desconocido.

—Henry... nunca te he visto hablar con tanta pasión. Si esto es real, si de verdad existe ese mundo… yo te seguiré. Somos familia, y si tú crees en ese lugar, entonces yo también.

Henry, con lágrimas contenidas, abrazó a su madre con fuerza.

—Gracias… mamá.

En otra parte de la ciudad, Sophia Harper enfrentaba la incredulidad de su padre. El hombre, un profesor de historia con corazón escéptico, la miraba como si ella acabara de decirle que los dragones eran reales.

—¿Un mundo mágico? ¿Demonios, dioses y espadas vivientes? Hija, estás leyendo demasiados libros de fantasía.

—¡No es ficción! ¡Te lo juro, papá! Vi a Biel luchar contra un ser del Vacío, vi a ciudades enteras renacer. Él... cambió el destino de un mundo entero.

Su madre, que había estado en silencio, tomó la mano de Sophia.

—A veces, lo que parece fantasía es solo una verdad esperando ser descubierta —dijo suavemente—. Si tu corazón lo vio, entonces tus ojos no mienten. Vamos contigo.

El padre de Sophia la miró largo rato, hasta que finalmente suspiró.

—Bueno… supongo que siempre quise ver un dragón de cerca.

Alexander Reed hablaba con su hermana menor, que lo miraba con ojos redondos de asombro mientras él relataba las aventuras de Biel con entusiasmo y nostalgia.

—Entonces, ¿quieres irte a ese mundo? ¿Y nos vas a llevar?

—Sí. Todos. No quiero dejarte aquí —respondió Alex con una sonrisa.

Su madre apareció desde la cocina, con los brazos cruzados, y escuchó la última parte.

—¿Irnos a otro mundo? ¿Cómo si eso fuera tan sencillo como cambiarse de casa?

—Lo sé, suena ridículo, pero es verdad. El anciano lo prometió. Nos dará habilidades, un lugar, un nuevo comienzo.

Hubo un largo silencio. Luego, su madre asintió con una sonrisa cansada.

—Siempre fuiste un soñador, Alexander. Quizá este mundo nunca fue suficiente para ti. Si ese lugar es tan maravilloso como dices… tal vez valga la pena intentarlo.

En la casa de Mason Scott, su padre lo miraba como si hubiera crecido de golpe diez años en una noche.

—¿Estás seguro de esto, hijo? —preguntó el hombre, con voz ronca.

—Sí, papá. Siento que ese es mi lugar. Que allá podré ser algo más que un chico ordinario.

La madre de Mason, con lágrimas en los ojos, asintió.

—Entonces nos vamos contigo. Juntos, como siempre.

No todos corrieron con tanta suerte.

Chloe Brooks, con los ojos cargados de emoción, trató de explicárselo a su madre, que solo negó con la cabeza.

—¿Magia? ¿Guerras en otros mundos? Chloe, por favor… eso no existe.

—¡Sí existe! ¡Yo lo vi! ¡Biel está allá, viviendo una vida increíble!

—No quiero que huyas a un mundo de fantasías para escapar de la realidad.

Chloe bajó la mirada, su pecho dolido por más que palabras.

—No estoy escapando... estoy eligiendo.

Ethan Carter fue interrumpido por la risa de su padre antes de terminar la historia.



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En el texto hay: juvenil, magia, fantasia sobrenatural

Editado: 02.08.2025

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