Fragmento de lo Infinito

Capítulo 75 : El eco de una promesa rota

Dos días después…

El sol se filtraba entre las nubes como si intentara, tímidamente, empujar al mundo hacia un nuevo comienzo. En Renacelia, la ciudad donde lo mágico y lo moderno se abrazaban sin complejos, el cielo tenía un azul limpio que parecía haber sido pulido por los dioses. Era una mañana especial.

Biel, que había pasado los últimos tres días en la casa de Acalia, se levantó con una sonrisa serena. Por primera vez en mucho tiempo, sentía que su alma descansaba. Vivir en ese hogar cálido, entre cenas sencillas, risas espontáneas y el ladrido ocasional de un perro vecino que confundía mariposas con amenazas, le había dado una calma casi mágica.

Acalia bajaba por las escaleras ajustando su chaqueta blanca con bordes azules, sus hombreras suaves ligeramente ladeadas. El broche con la estrella triple brillaba sobre su pecho. Su falda dividida caía en pliegues firmes sobre los pantalones delgados, mientras las botas encantadas emitían un leve resplandor con cada paso.

—¿Ya estás listo? —preguntó ella, viendo a Biel pelear con una arruga en su abrigo negro.

—Más que listo. Hoy es el gran día —respondió él, alisando los detalles plateados de su vestimenta y ajustando su guante rúnico con un gesto firme—. El examen de admisión nos espera… junto con un montón de nervios colectivos.

—Mejor que estén nerviosos ellos. Nosotros vamos confiados —replicó Acalia, sonriendo.

En el recibidor, Elaris les tendió una caja con dulces energéticos envueltos en papel dorado.

—Por si el examen no viene con desayuno incluido —dijo, guiñando un ojo.

Thalgron los esperaba apoyado contra el marco de la puerta, su presencia imponente como una estatua de fuego contenido.

—Ella sí puede. Porque es fuerte —dijo, mirando a su hija con una mezcla de orgullo y desafío.

Acalia bajó ligeramente la cabeza, agradecida.

Biel, de pie junto a ella, no pudo evitar sentir un calor en el pecho. “Qué bonito es ver a alguien tan querido recibir palabras así…”, pensó.

Y así, los dos salieron en dirección al Instituto de Historia Mágica de Renacelia.

El viento jugaba con los bordes de sus ropas, como si también quisiera seguirlos. Las calles, pavimentadas con piedra blanca, ya comenzaban a llenarse de jóvenes aspirantes, algunos murmurando fórmulas, otros con el rostro pálido de quien olvidó repasar algo.

Mientras caminaban, Biel rompió el silencio con una mirada curiosa:

—Oye, Acalia… ¿ya me crees?

—¿Creerte qué?

—Que soy la reencarnación de Biel. El héroe aclamado. ¿Recuerdas?

Acalia soltó una risa breve.

—Aún no te creo al 100%. —Se detuvo a mirarlo con esos ojos que parecían leer más de lo que decían—. Pero me enseñaste cómo funciona mi habilidad… así que te creo un 25%.

—¡¿Solo un 25%?! ¡Eso ni siquiera es una calificación aprobatoria!

—Además —continuó ella, ignorando su queja dramática—, fuiste la primera persona que pudo comprender mi habilidad. Ni mi padre pudo…

Recuerdo de hace dos días…

—¡Papá! Hoy aprendí a usar mi habilidad de Herencia Primordial —dijo Acalia entrando al patio, agitada, con una mezcla de emoción y orgullo en su voz.

Thalgron, que estaba practicando movimientos con una lanza mágica, se giró con una ceja levantada.

—Vaya, hija. ¿Cómo así que aprendiste a usar tu habilidad? Ni yo ni tu madre podíamos comprender esa habilidad.

Acalia sonrió como quien está por revelar un truco de magia.

—Fue gracias a Biel.

Al escuchar el nombre, Thalgron frunció el ceño. Algo se movió dentro de él. ¿Celos? ¿Inseguridad? ¿Un ligero deseo de lanzarle una sandía al cráneo al muchacho?

—Así que ese tal Biel es capaz de saber cómo funciona tu habilidad —dijo con una sonrisa sádica que helaba hasta los cubos de hielo.

—Sí. Es increíble cómo funciona mi habilidad —respondió Acalia, ignorando completamente el tono de su padre.

—A ver… enséñame cómo funciona —dijo Thalgron, cruzándose de brazos.

—Sí. Aquí vamos.

Acalia respiró hondo.

—Primero tienes que canalizar un poco de tu magia.

Thalgron cerró los ojos y activó su habilidad: Asimilación Marcial, una técnica que le permitía luchar como si tuviera décadas de experiencia en cualquier arte marcial solo con verla una vez. La energía a su alrededor cambió. El aire se tensó. Era como si el suelo mismo se pusiera en guardia.

Acalia extendió su mano. Un suave brillo dorado recorrió sus dedos.

—¿Qué hiciste? Solo extendiste la mano y nada más —dijo Thalgron, confundido.

—Ahora verás, papá.

—¿Qué me estás diciendo? ¿Que ya puedes…?

—Enfréntame, papá.

—De acuerdo, hija. Pero me contendré un poco.

—No lo hagas, papá. Entonces no será divertido.

Thalgron sonrió como un guerrero que escucha un tambor antiguo.

—De acuerdo, hija…

Se puso en postura de combate. Pero cuando alzó la vista, su sonrisa desapareció. Acalia tenía exactamente la misma postura. Cada detalle. Cada tensión muscular. Era como mirarse en un espejo invertido.

"¡¿Pero qué…?!", pensó.

Thalgron lanzó un golpe. Rápido, brutal. Un golpe que en sus años de aventurero había derribado a bestias el triple de su tamaño.

¡CLACK!

El puño fue detenido con facilidad.

—¿Qué…?

—Ahora es mi turno —dijo Acalia.

—Espera un momento, hija…

¡PUM!

Un golpe perfecto al estómago lo mandó de rodillas. Thalgron soltó un quejido y se dobló como una silla rota.

—¿Qué pasó, papá? Te dije que iba en serio —dijo ella, estirando los brazos como si nada.

—Así que así funciona tu habilidad… Es muy buena… —jadeó—. Así que todo este tiempo que perdía contra ti era por tu habilidad. Te permite… robar habilidades…

—No es robar —corrigió Acalia, ofendida—. Solo hago una copia. Y puedo usarla para mí misma.

—Ya entiendo… Pero dime, ¿cómo es posible que Biel sepa cómo funciona tu habilidad, si según el instituto te dijeron que esa habilidad no es común? ¿Cómo es posible que ese chiquillo sepa lo que es tu habilidad?



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En el texto hay: juvenil, magia, fantasia sobrenatural

Editado: 02.08.2025

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