Fragmento de lo Infinito

Capítulo 79: El Legado que Vuelve a Brillar

Biel se encontraba tendido en la cama de la clínica del instituto. El suave tic-tac de un viejo reloj mágico acompañaba la calma de la noche. Aunque el lugar era tranquilo, él apenas podía dormir. Miraba el techo sin parpadear, con la mente aún revuelta por lo vivido el día anterior. La prueba práctica, la explosión del recipiente, la reacción de sus amigos… y el desmayo.

Suspiró y giró su rostro hacia la ventana.

Entonces lo vio.

Una chispa iluminó el cielo… seguida de otra. Un estallido de colores tiñó la noche de rojo, azul y dorado. Los fuegos pirotécnicos pintaban el firmamento como si alguien estuviera escribiendo con luz sobre un lienzo de oscuridad. Biel se incorporó, empujando ligeramente la sábana. Caminó hasta la ventana descalzo, sintiendo el frescor de la noche filtrarse por los cristales.

Sus ojos se agrandaron al ver la ciudad de Renacelia vibrar de vida.

—Fuegos artificiales… —susurró.

Y su memoria, como un reflejo involuntario, lo arrastró. A otra noche, en otro mundo.

Unas manos pequeñas entrelazadas con las suyas. La risa de una niña. Charlotte. Su hermana.

Ambos sentados en la azotea de su antigua casa, observando cómo las luces de Navidad estallaban en el cielo. Ella se emocionaba con cada explosión como si el universo le hablara directamente. Y él… simplemente la miraba a ella.

—Ojalá ese instante se hubiera congelado en el tiempo… —murmuró.

Sintió una punzada de nostalgia, pero no triste. Era un calor melancólico en el pecho, como una caricia que venía del pasado.

Miró al cielo y, con una sonrisa serena, dijo:

—Espero que puedan ver esto. Allá arriba… o donde sea que estén ahora. Lo lograron. Dejaron una huella en este mundo. Gracias… a todos.

Y con esas palabras, cerró los ojos y volvió a su cama. El sueño, por fin, se permitió llegar.

La mañana siguiente se presentó con una luz cálida y amable que se filtraba por las cortinas. Biel abrió los ojos, algo aturdido, y al darse cuenta de que seguía en la clínica, murmuró:

—Bueno… eso fue un descanso extraño.

Se estiró y se miró. Aún llevaba la bata de paciente, y su ropa anterior estaba sobre una silla cercana… pero completamente empapada de sudor.

—Genial… —frunció el ceño—. ¿Y ahora qué me pongo?

Como si el universo hubiera escuchado su preocupación, la puerta se abrió suavemente. Una mujer entró con paso ligero, llevando una bandeja y una caja pequeña en la mano.

—Vaya, justo a tiempo —dijo ella con una sonrisa elegante—. Veo que ya estás despierto, Biel.

Biel parpadeó.

—¿Usted es…?

—Reiko. Soy la doctora encargada de esta sección del instituto. Encantada. —Dejó la caja sobre la mesa con cuidado—. Me alegra que ya te sientas mejor.

Biel se incorporó, algo nervioso. Ella era… increíblemente guapa. Su bata blanca contrastaba con su largo cabello azabache que le caía por el hombro izquierdo como una cascada silenciosa. Sus ojos, color miel, parecían leer más de lo que decían.

—E-Encantado… yo soy Biel. —Hizo una leve reverencia con la cabeza.

Reiko soltó una risita.

—Sí, lo sé. Eres el chico de la explosión, ¿recuerdas?

Biel se rascó la nuca, incómodo.

—Eso… fue un accidente.

—Claro. Uno muy interesante —dijo con picardía.

Señaló la caja.

—Esto te lo trajo una chica anoche. Dijo que debía entregarse a un tal Biel. Supuse que eras tú.

Biel se acercó, curioso. La caja brillaba con un leve resplandor mágico. En cuanto la tocó, se activó un mensaje flotante con letras danzantes:

"Aquí te envío una muda de ropa. Sé que tu ropa anterior está sudada. Pero no creas que te lo doy porque me gustas o algo así… no lo malinterpretes."
—Acalia.

Biel sonrió mientras se tapaba la boca para no reír fuerte.

—Gracias, Acalia… aunque no quieras que lo malinterprete, esto se siente muy tsundere de tu parte.

Reiko, con una ceja arqueada, dijo:

—¿Acaso estás leyendo un mensaje secreto?

—¡Ah! No, nada, nada. Solo… cosas de amigos. —dijo rápido, cerrando el mensaje flotante con un gesto torpe.

Dentro de la caja había un conjunto impecable: un cárdigan gris oscuro, camisa blanca con cuello reforzado, un broche en forma de nudo con piedra negra, pantalones formales con una cadena plateada que colgaba con discreción. Todo perfectamente doblado, como si Acalia hubiera hecho magia de planchado nivel experto.

Reiko asintió al ver la ropa.

—Te ves más guapo con eso que con esa bata de hospital, créeme. Pero no me mires así, no te estoy coqueteando… solo siendo honesta. —dijo guiñándole un ojo antes de salir—. Cámbiate, que te espero afuera. Invito el desayuno.

Biel se quedó paralizado unos segundos, en shock.

—¿Co-cómo que me invita? Espera… ¡ni siquiera tengo dinero!

Pero ya era tarde. La puerta se cerró con un suave click.

Biel se cambió rápidamente. La ropa encajaba perfectamente, como si Acalia hubiese tomado medidas exactas mientras dormía. Al verse en el espejo, murmuró:

—Parezco alguien importante… aunque solo soy yo.

Cuando salió, Reiko lo esperaba recargada contra la pared, brazos cruzados y sonrisa tranquila.

—¿Listo?

—Listo… y hambriento.

—Perfecto, el mejor tipo de paciente.

Mientras caminaban por los pasillos del instituto, Biel se quedó boquiabierto.

—¿Esto… también es parte del instituto?

—Ajá. Esto no es solo una escuela mágica, Biel. Es prácticamente una ciudad universitaria. Tiene cafeterías, coliseos, bibliotecas, laboratorios, jardines… hasta su propio sistema de transporte interno.

—¿Y yo solo conocí la sala de pruebas?

—Te falta mucho por explorar, futuro aspirante.

Caminaron por senderos adoquinados entre edificios que brillaban con runas flotantes y vegetación que parecía susurrar al viento. Algunos estudiantes ya caminaban hacia sus respectivas clases o edificios. El ambiente era cálido, lleno de energía y misterio.



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En el texto hay: juvenil, magia, fantasia sobrenatural

Editado: 02.08.2025

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