Las luces flotantes del parque seguían encendidas, pero para Biel, todo a su alrededor parecía haberse difuminado. El sonido de las hojas mecánicas al moverse, las conversaciones lejanas de otros estudiantes, incluso el murmullo suave de los árboles... todo se silenció al cruzar mirada con aquella chica.
Y entonces, ella habló.
—La primera vez que te vi —dijo con un tono sereno— pensé que estabas paranoico. Mencionaste el nombre de mi madre como si la conocieras, y en ese momento… creí que estabas delirando. Pero ahora lo entiendo todo.
Biel parpadeó, atónito.
—¿Lo… entiendes?
La chica dio un paso al frente, sus ojos brillaban como dos lunas contenidas.
—Tu padre conoció a mi madre, ¿verdad? Por eso dijiste su nombre.
Un relámpago de esperanza chispeó en la mente de Biel. ¿Había recordado…? ¿Acaso había despertado algo?
—¿Qué…?
—Sí, claro —respondió ella, segura—. Tu padre debió haber conocido a mi madre. Por eso reaccionaste así aquel día, ¿cierto?
La pequeña nube de emoción que se había formado en el pecho de Biel se desinfló como un globo atravesado por una aguja metafísica.
—Ah… no —dijo, bajando un poco la mirada—. Mi padre nunca conoció a tu madre. De hecho… yo tampoco. Es solo que… ese nombre… lo tiene alguien muy importante para mí. Alguien que… fue muy cercana en mi vida pasada.
—¿Vida pasada? —preguntó Camila, ladeando la cabeza.
—Digo… en mi pueblo pasado. Quise decir pueblo. Pueblo, no vida. —Biel se golpeó mentalmente.
—Hmm… ya veo. Así que solo fue una coincidencia. Entonces, supongo que me debes una disculpa por haber gritado el nombre de mi madre como si fuera un exorcismo.
—Sí, tienes razón —dijo Biel con una sonrisa tímida—. Perdóname por la confusión. Por cierto… ¿cómo te llamas?
La chica lo miró un segundo más y luego sonrió suavemente.
—Camila. Mucho gusto, Biel.
—Vaya, ya sabes mi nombre —comentó él, con curiosidad.
—Claro. En todo el instituto hablan de ti. —Camila cruzó los brazos, con aire divertido—. Eres el famoso chico que rompió los recipientes mágicos durante la prueba de admisión. Lo que hiciste fue… explosivamente memorable.
Biel suspiró.
—Supongo que sí… aunque también fue un problema. Muchos me detestan por eso. Ya sabes, por ser uno de los que tienen habilidades no comunes. Brazalete naranja, destino dramático…
—Sí, sí, ya escuché. —Camila asintió—. Te tienen en la mira. Pero no todos te odian, ¿sabes? Hay algunos a los que les simpatizas. Entre ellos, uno de los miembros de los Siete Santos.
Biel se quedó inmóvil.
—¿Los… Siete qué?
—Santos. Los Siete Santos del instituto. ¿Nunca escuchaste de ellos?
—Lo mencionó la doctora Reiko cuando salí de la clínica, pero… no pensé que fuera algo tan serio. ¿Me estás diciendo que ya llegué a oídos de la élite del instituto?
—Exacto.
Biel tragó saliva. “Perfecto, acabo de llegar y ya soy tema de conversación entre los mejores. ¿Qué sigue? ¿Una invitación para ser embajador interdimensional de caos?”
—¿Y… quién de los siete está interesado en mí? —preguntó, algo incómodo—. Por alguna razón me dio escalofríos imaginarlo.
Camila se llevó una mano al mentón, como si estuviera rememorando los detalles con teatralidad.
—Bueno, ella es…
—¿CÓMO QUE ELLA? —la interrumpió Biel con los ojos abiertos como platos—. ¿Es una chica la que está interesada en mí?
—Sí —respondió Camila con total naturalidad—. Se llama Larisa, y es la líder del Club de Artes.
—¿Larisa…? ¿Club de Artes…? —repitió Biel, más confundido que si le hubieran pedido bailar con una gárgola.
—En este instituto existen seis clubes importantes —comenzó Camila, contándolo con los dedos—: el Club de Artes, el de Escritura, el de Combates, el de Tecnoquímica, el de Runas y Alquimia… y el sexto es más secreto, así que nadie habla mucho de él.
—¿Un club secreto? ¿Y cómo sabes de él si es secreto?
—¡Porque no soy tan tonta como parezco!
—Nunca dije que lo fueras.
—Bueno, por si acaso —respondió ella, con una sonrisa—. En fin. Larisa es la figura importante del Club de Artes, y también una de los Siete Santos. Es hermosa, muy reconocida… cabello anaranjado natural, ojos que relucen como si hubieran sido pulidos por hadas, y una presencia que te hace sentir que estás en una pintura.
Biel se acomodó el cuello de la camisa que no tenía (mentalmente), sintiendo que su existencia era demasiado sencilla para ese nivel de elegancia.
—No suena como alguien que frecuentaría el mismo comedor que yo.
—Oh, y eso no es todo. El año pasado participó en el torneo CADRC y llegó a la final. Perdió contra el instituto de Claiflor.
—¡¿Cómo que perdió contra Claiflor?! —Biel alzó las cejas—. ¿Pero si ese instituto es el más estricto en combates cuerpo a cuerpo?
—Exacto. Y eso hace que el logro de Larisa sea aún más impresionante. Porque su especialidad no es la batalla directa. Ella… dibuja.
—¿Dibuja? —repitió Biel con cara de “¿me estás tomando el pelo?”
—Sí. Su magia está vinculada al arte. A través de sus dibujos puede invocar criaturas, sellos y efectos de lo más locos. Una vez se dice que dibujó una puerta… y la puerta se abrió. A otro continente.
—¿Y esa es la persona que está interesada en mí?
Camila asintió.
—Sí. Hace unas horas estaba en mi dormitorio. Tocó la puerta. Cuando abrí, ahí estaba ella, como si saliera de un comercial de perfumes.
—¿Y qué te dijo?
—Me miró, seria, y dijo: “Quiero que me hagas un favor, sí.”
—¿Y tú le preguntaste qué favor era?
—Obvio. No soy adivina. Le pregunté, y me respondió: “Quiero que me presentes al chico del que todos hablan. El chico que se llama Biel.”
Biel se quedó en silencio. Todo lo que su cerebro podía decir era:
Editado: 02.08.2025