Había pasado tres días desde que Lorian llegó a este mundo. En ese breve tiempo, cada amanecer y cada ocaso habían sido un infierno de sudor y disciplina bajo la tutela de Kael y de Luthan, el Fragmento del Núcleo del Viento Cíclico. El cuerpo de Lorian se fortalecía poco a poco, y su espíritu se templaba como acero en el fuego del entrenamiento.
Pero más allá de los cielos azules y de la tierra que comenzaba a reconocer como suya, en lo profundo del Inframundo, las sombras bullían. Allí, en el vasto trono de penumbras, los reyes demonio ya se habían enterado del surgimiento del nuevo héroe.
Uno de ellos, Tahiel, el Rey Demonio de la Oscuridad Primordial, habló con voz grave que resonaba en los muros de obsidiana:
—¿Ya te enteraste, hermana Quizza? En estos días ha aparecido un supuesto héroe…
Frente a él, recostada en su trono ornamentado con cráneos y gemas carmesí, la Reina Demonio de la Ambición Desmedida, Quizza, apenas esbozó una sonrisa fría.
—No es algo que me interese —respondió con desdén—. Un humano, aunque lo proclamen héroe, sigue siendo un simple humano. Si llegara a cruzarse en mi camino, lo mataría sin dudarlo. Mi meta es convertirme en la más grande reina que jamás haya existido entre los demonios. Un insecto así no representa obstáculo alguno.
Sus ojos brillaron como carbones encendidos mientras continuaba, con un dejo de orgullo venenoso:
—Además, tengo un plan magnífico. Lo llevaré a cabo en los próximos diez años.
Tahiel arqueó una ceja, con cierta curiosidad.
—¿Un plan? ¿De qué hablas, hermana?
—De la invasión al Plano Espiritual.
Las palabras flotaron en el aire como un veneno. El silencio se volvió denso. Tahiel inclinó el rostro, sus facciones endurecidas por la preocupación.
—Yo que tú no me metería con eso. Nuestro hermano Monsfil ha pasado tiempo en ese lugar… y se ha hecho amigo de su reina. Si lo desafías, tendrás que vértelas con él.
Quizza rió suavemente, con la seguridad arrogante de quien cree tenerlo todo calculado.
—Lo sé. Y por eso tengo un plan. Monsfil es una gran molestia, pero no necesito matarlo. Sería casi imposible. Él y Berzarler son los más poderosos de entre nosotros. Monsfil, el pacifista, y Berzarler, siempre ausente… No lo he visto en siglos. Por eso trabajaré a largo plazo. Diez años bastarán para quitar a Monsfil de mi camino. Primero ganaré su confianza… y después ejecutaré mi glorioso destino.
Su risa, seca y cortante, retumbó en la cámara.
—Jajajajaja…
—Sí que eres malvada, hermana —comentó Tahiel, aunque con cierto respeto oculto.
—No lo llames maldad. Llámalo ambición. —La mirada de Quizza se volvió intensa, como si pudiera devorar mundos con sus ojos—. Y mi ambición es un hambre que jamás se saciará.
En ese momento, una tercera voz interrumpió, rasgando la atmósfera como un trueno contenido:
—Tu ambición es grande, hermana. Pero involucrarte con Monsfil… eso ya no es ambición. Eso es traición.
Las puertas de la sala se abrieron, dejando entrar un aura helada y solemne.
—Vaya… así que llegaste, hermana Karia —dijo Tahiel con un tono neutral.
Era Karia, la Reina Demonio del Conocimiento Prohibido. Su figura esbelta caminó hasta el centro de la sala, sus ojos oscuros irradiando sabiduría y misterio.
—Hola, hermano Tahiel. Cuánto tiempo…
—Han pasado ocho años desde la última vez que estuviste aquí —replicó Tahiel.
—¿Ocho años? —Karia sonrió levemente, como si el tiempo no tuviera el mismo peso para ella—. Para mí parecieron apenas cuatro.
Quizza la miró con fastidio.
—¿Y a qué vienes, hermana? ¿Acaso piensas intervenir en mis planes?
—No. —Karia negó suavemente con la cabeza—. Haz lo que quieras, pero te advierto: Monsfil no se quedará de brazos cruzados si descubre lo que tramas. Te estarías metiendo en problemas más grandes de los que imaginas.
Quizza chasqueó la lengua, molesta, pero su sonrisa volvió pronto, tan venenosa como antes.
—Lo sé. Por eso la que invadirá ese mundo… no seré yo. Será un humano.
Tahiel y Karia se miraron sorprendidos.
—¿Un humano? —repitió Tahiel, incrédulo—. ¿Cómo podría un humano destruir un plano entero?
—Estoy desarrollando una droga —explicó Quizza con deleite morboso—. Una sustancia que otorgará a su usuario un poder colosal. Tardará ocho años en completarse. Para entonces, ya me habré ganado la confianza de un humano. Cuando esté listo, le daré la droga y lo llevaré a la puerta del Plano Espiritual. Allí comenzará mi verdadera conquista.
Tahiel suspiró, aunque sus labios dibujaron una sonrisa torcida.
—Eres de lo peor, hermana… pero debo admitir que tu ambición no tiene límites.
—Por algo soy la Reina de la Ambición Desmedida —replicó Quizza, con un brillo de orgullo feroz en los ojos—. Debo saciar mi hambre de todo lo que deseo.
Karia la observó en silencio, antes de murmurar con calma:
—Esa ambición… será también la que te lleve a la perdición.
—¡Basta de augurios, hermana! —gruñó Quizza, y un aura oscura se desplegó desde su cuerpo, envolviendo la sala como un manto de terror. Sus ojos brillaron con un fulgor carmesí—. Solo quiero saber una cosa: ¿vas a delatarme con Monsfil?
Karia sostuvo la mirada, imperturbable.
—Para nada. Haz lo que quieras.
La presión del aura desapareció en un suspiro, y Quizza sonrió de nuevo, fingiendo dulzura.
—Qué bueno. Una cosa más… ¿me ayudarás en esto, o no?
—No. —Karia respondió sin vacilar—. No me involucraré con Monsfil. No ahora.
—Qué lástima —dijo Quizza, con un dejo teatral de decepción—. Tu conocimiento me habría sido útil… pero ya veré cómo me las arreglo.
Editado: 29.09.2025