Una batalla estaba a punto de empezar.
El aire se sentía denso, como si los recuerdos del pasado flotaran en él.
El legado de los siglos pesaba sobre los hombros de Kael, y con cada respiración, la promesa que le hizo a Lorian antes de morir ardía como una herida que jamás cerró.
Cuatro siglos habían pasado desde la última batalla… y aun así, el mundo no había cambiado.
Mientras tanto, en Renacelia, diez minutos antes de que Kael llegara al campo de enfrentamiento, el silencio del hospital del instituto era interrumpido solo por el pitido constante de las máquinas.
Biel se incorporó lentamente de la cama, sujetando el borde metálico con un suspiro cansado. Enit lo observó desde la ventana, su mirada serena y cálida.
Todo lo que Enit le había contado minutos atrás seguía dando vueltas en la mente de Biel; era una mezcla de intriga y melancolía que no podía sacudirse.
Entonces, la puerta se abrió con un chirrido suave.
Ryder entró con una carpeta en mano, los resultados de los exámenes.
—Veo que ya te encuentras bien —dijo con una sonrisa leve.
—Sí, al parecer mi cuerpo ya se recuperó del todo —respondió Biel, frotándose la nuca con cierta timidez.
—Me alegro por ti —continuó Ryder, hojeando las hojas—. Ya vi tus resultados y aparentemente tu cuerpo está totalmente sano. Tienes una capacidad de recuperación muy distinta a la de nosotros... no sé a qué se deberá, pero es impresionante.
Biel bajó la mirada, ligeramente sonrojado.
—Talvez sea una habilidad que me ayude a sanar, jejeje…
Pero por dentro sabía la verdad.
Su cuerpo se regeneraba gracias al poder que fluía en su interior, el poder del Rey Demonio.
Y Ryder, que aún no recordaba su vida pasada, no podía sospechar nada.
Ryder cerró la carpeta y dio un golpecito suave sobre ella.
—Bueno, ya te puedes retirar. Ven cuando estés herido nuevamente, Biel.
Biel sonrió de forma natural.
—Sí, eso haré.
Ambos se despidieron con un leve gesto, y Biel y Enit salieron juntos del consultorio.
Los pasillos del hospital se sentían infinitos, bañados por la luz blanca del mediodía que entraba por las ventanas.
Mientras caminaban, Biel rompió el silencio:
—Enit… ¿cómo están los demás?
Enit sonrió suavemente.
—Acalia y los demás están bien. Últimamente Camila se ha juntado mucho con ellos. Aunque al principio mostró algo de distancia durante los exámenes de admisión, ahora se han vuelto amigos.
Biel asintió, pero su mente empezó a trabajar con rapidez.
Entonces Camila… es Yumi.
Y en esta época sí reencarnó, pero con otro nombre.
Y si está tan apegada a ellos… eso significa que también recuperó los recuerdos.
Una mezcla de alivio y emoción se reflejó en su rostro.
Poco a poco… todos están recordando.
Acalia, Sarah, Gaudel, Raizel… y ahora también Yumi.
Un calor nostálgico le recorrió el pecho.
Por fin… no estaba solo.
Enit notó el brillo en los ojos de Biel. Un par de lágrimas se escaparon por la comisura, pero ella no dijo nada. Sabía perfectamente cuánto había sufrido.
Solo caminó a su lado, silenciosa, dejando que él se desahogara con su propia calma.
Al llegar a la salida del hospital, el viento sopló con fuerza.
Y fue entonces cuando ambos lo sintieron.
Una presencia oscura, densa, conocida.
El aire se volvió helado y el cielo pareció nublarse de golpe.
Biel se detuvo en seco.
El color desapareció de su rostro.
Esa energía…
Venía del lugar donde libró su última gran batalla, hace dos siglos.
Su cuerpo temblaba, los recuerdos invadían su mente como un torbellino.
Las imágenes de Khios, el rugido, el cráter, las almas cayendo al abismo.
Sus manos temblaron.
No… no puede ser… él no…
Enit giró hacia él, alarmada.
—No es él —dijo con firmeza, aunque su voz también temblaba—. Es un ente maligno… pero no es él.
Aquellas palabras fueron como una brisa cálida entre el miedo.
Biel cerró los ojos, respiró hondo y trató de calmar el temblor de su cuerpo.
—Gracias, Enit… ya estaba empezando a desesperarme.
—Aún tengo recuerdos de ese día… y la presencia venía de ese lugar. Pensé que era él…
Dentro de su mente, una voz profunda resonó.
La voz de Monsfil.
—¿Cómo es posible que él esté aquí…?
Entonces, si él está aquí, eso quiere decir que ellos también están por ahí, en algún lugar del mundo…
Biel se estremeció.
—¿De quién hablas, Monsfil? ¿Quién está aquí?
La voz respondió con un tono grave, casi dolido:
—Se trata de Tahiel, mi hermano… uno de los cinco reyes demonios.
Los ojos de Biel se abrieron de par en par.
—¿Qué??? Pero… ¿cómo? Si estaban sellados… y luego se fusionaron en uno solo dando lugar a Khios. No me digas que sobrevivieron a la gran explosión… Entonces… él… ¿podría regresar?
Monsfil guardó un breve silencio antes de responder.
—Eso me temo. Al parecer la explosión no destruyó el núcleo. Lo peor es… de los cinco, tenía que ser él.
Sin mencionar a Quizza… ella es peor que Tahiel.
Pero aun así, Tahiel no es cualquier rey demonio.
Es un gran problema.
Y lo peor… es que su poder sigue incrementando.
Al parecer… se fusionó con alguien.
Esto se pondrá feo, joven portador.
Biel apretó los puños. Su corazón latía con fuerza, no de miedo… sino de responsabilidad.
Una nueva amenaza se alzaba, y esta vez, no podría permitirse fallar.
El cielo se oscureció levemente, como si el destino empezara a girar otra vez.
Biel frunció el ceño, mirando hacia el horizonte. La presión de aquel poder maligno seguía creciendo, como una tormenta a punto de estallar.
—Tengo que ir —dijo con firmeza, la mirada fija, los puños apretados.
Editado: 26.10.2025