Mis ojos arden. Están tan rojos que parecen drogados.
El frío se cuela por las prendas que visto y llega a mi piel intacto.
Tiembla mi cuerpo, y mis dientes castañean.
Quisiera poder ser real por un momento. Es este amanecer que ha llegado conmigo y que se irá al igual que la luna. Quisiera poder sentirme libre y despierto, y no con el alma rota.
La melodía de las estrellas aún me llega a los oídos y mis ojos las escuchan también; drogados y adormilados. Aletargados y retrasados como el amanecer. Descompuestos y humedecidos por olas saladas de dolor.
Te he estado esperando al borde del tejado con las piernas entumecidas.
Por favor no me digas que también te vas.
Ilumina este vacío que es más oscuro que mis pupilas.
Déjame mirarte a esos ojos dorados y déjame tocar tu calor con los párpados.
Y por favor no te vayas, que cuando la noche caiga yo caeré con ella.
Y el vacío crecerá y crecerá más grande que el infinito mundo que está arriba de mi cabeza.