Me desconozco a mí misma. No hay rastro alguno de la chica seria y reservada que normalmente soy. Y es que el chico ahora entre mis piernas me está demostrado —como más de una vez y bajo circunstancias diferentes—que aquella chica puede llegar a ser fuego; un inmenso muro de llamas ardientes que se eleva kilómetros hacia el cielo.
Puedo sentir mi piel caliente deseando que sus dientes la muerdan de nuevo. Puedo sentir a mis labios hormigueantes que exigen un nuevo beso aunque, muy probablemente, no puedan llevarle el ritmo a los suyos…
Mis manos inconscientes se aferran a su cabello cuando sus besos bajan a mi vientre. Y mis dientes se aprietan entre un gruñido cuando sus dedos se aferran con fuerza a mi cintura en un intento de mantenerme en mi lugar.
Estoy caliente y deseando con fuerza que avive el fuego que crece en medio de nosotros pero que al mismo tiempo lo haga disminuir.
Vuelve entonces a mis labios sin intentar siquiera deshacerse de mi ropa interior como yo deseo. Y cuando su mirada cae intensa sobre la mía aviva un fuego aún mayor que me parece siempre estuvo ahí…
Estoy dispuesta a amarlo. Estoy dispuesta a jugar con un fuego que no va a dejar nada de mí, ni siquiera cenizas…