—¿Tienes pila? —le pregunto a Amanda mientras reviso mi teléfono por décima vez.
—Diez por ciento. ¿Tú? —
—Cuatro —respondo, soltando un suspiro exagerado—. ¡Y olvidé mi cargador!
—Yo también. ¿Por qué somos así?—
Nos miramos frustradas, pero se nos escapa la risa. Es viernes, media tarde. El sol cae pesado sobre el campus y, aunque hay algo de brisa, la sombra es escasa. Me paso los dedos por el cuello, intentando enfriar un poco mi ansiedad digital. Odio estar sin batería. Me hace sentir desconectada... vulnerable.
—Ve con Alex —me dice Amanda, señalando la cancha de básquet—. Él siempre trae de todo. Seguro tiene uno.
Camino rápido por el pasillo con la esperanza de que Alex pueda salvarme. Al llegar a la cancha, lo encuentro jugando con algunos amigos. Me acerco y lo llamo.
—¡Alex! —
—¡Ey! ¿Qué pasó? —
—¿Tienes un cargador?—Él se detiene y se limpia el sudor de la frente.
—¡No, pero pregúntale a Lían! —grita, girándose hacia uno de sus compañeros—. ¡Ey! ¿Tienes un cargador para ella? . Veo al otro chico asentir y decir algo, pero no lo escucho bien desde donde estoy.
Alex se vuelve hacia mí, me sonríe con complicidad y dice:
—Ve a mi salón, está ahí con Rubí y los demás. Dile que Lían te mandó.— Subo hasta el salón. Hay algunos chicos dentro, casi todos distraídos en lo suyo. En el pasillo, mis ojos se cruzan con los de una chica tranquila.
—¿Eres amiga de Alex? —me pregunta.
—Sí... me dijo Lían que tal vez podías prestarme su cargador.— Ella sonríe, busca en la mochila del chico y saca un cargador. Me lo entrega sin decir mucho. Asiento con la cabeza, se lo agradezco y me despido rápido. Salgo del salón más tranquila. Al bajar las escaleras, decido pasar por la jardinera que está al lado de los salones. Es uno de mis lugares favoritos: siempre hay sombra, y las flores moradas del arbolito me calman.Estoy a punto de seguir de largo cuando escucho una voz conocida.
—¡Ey! —me llama uno de mis amigos desde la jardinera, con una sonrisa cómplice—. Ven, te quiero presentar a alguien que te quiere conocer.—Me detengo unos segundos. Algo dentro de mí duda, pero me acerco. ¿Por qué no?Cuando estoy frente a ellos, antes de que pueda decir algo, escucho una voz detrás de mí. Grave, firme... inesperadamente suave.
—Hola.Y por alguna razón, ese "hola" me sacudió un poco más de lo normal.