CAPÍTULO 9 – TE JURO QUE NO FUE ASÍ

No recuerdo haber sentido tanta angustia desde hacía mucho tiempo. Todo empezó una mañana cualquiera, cuando noté que él estaba distinto.
No me saludó como siempre. Ni una sonrisa, ni una mirada. Solo silencio.

Intenté no pensar mal, pero el presentimiento me quemaba el pecho. Así que le mandé un mensaje, algo simple: “¿Pasa algo?”
Tardó en responder. Cuando al fin lo hizo, fue con palabras frías, cortantes, llenas de rabia contenida.
Decía que había escuchado cosas sobre mí… cosas que no eran verdad.

No entendía nada. Me temblaban las manos mientras escribía:
—¿Quién te dijo eso? ¿Por qué crees eso de mí?

Pero él no quería escucharme. Cada palabra suya era un golpe, una herida que dolía más que el anterior.
“No te creo”, me escribió.
“No eres lo que pensé”.

Me quedé mirando la pantalla como si las letras pudieran borrarse solas. Sentí la garganta cerrarse, el corazón pesado.
—Te juro que no fue así… —susurré, aunque él ya no respondía.

No podía soportar que se alejara por algo tan injusto. Así que lo busqué. Le escribí, le rogué que hablara conmigo, que me escuchara.
Y cuando al fin accedió, no fue para reconciliarnos. Fue para discutir.

Su voz temblaba entre enojo y decepción. La mía, entre miedo y tristeza.
—¿Por qué no confías en mí? —le dije, con los ojos brillando por las lágrimas que me negaba a soltar.
—Porque ya me fallaron antes —contestó, sin mirarme.

Hubo silencio. Largo, incómodo.
Y aún así, en ese momento, en vez de irme, solo quise abrazarlo. Quise hacerlo entender.

Porque a pesar de todo, seguía queriéndolo.
Porque aunque doliera, no quería perderlo.

Esa noche me quedé despierta, mirando el techo, repitiendo una y otra vez la misma frase en mi cabeza:
“Te juro que no fue así.”

Y fue ahí cuando lo entendí.
A veces, en el amor, no importa cuánto jures algo. Si el otro ya decidió no creerte, las promesas se vuelven solo ruido.