—Paciencia, mi niña —me susurró la vida—,
mientras yo lloraba mi rutina herida.
—No desesperes, no te destruyas,
no apagues tu luz, no te atribuyas
culpas tan pronto, apenas tienes
dieciséis años… y tanto por quienes.
No te apures, respira, camina,
disfruta amistades, etapas divinas.
No todo es tan malo como lo ves,
aunque duela… todo pasará, ten fe.
No te aceleres, todo llega a su tiempo,
no conviertas tu historia en un triste cuento.
No pienses en la muerte como solución,
ella vendrá… pero no es la razón.
Ella es mi amiga, llegará tras de mí,
pero no tan pronto como crees tú aquí.
Aún te falta reír, amar, descubrir,
te falta tropezar… y luego construir.
El futuro será mejor, te lo prometo,
solo no lo controles, no vivas inquieto.
No gastes tu alma arreglando el ayer,
no puedes cambiarlo, déjalo volver.
Concéntrate en el presente que es real,
ese sí puedes moldear, cambiar.
Y cuando dudes, cuando sientas temor,
recuerda estas palabras… con todo mi amor.
Atentamente: la vida