Fragmentos de Nosotros

Capítulo 3

El aula de literatura avanzada siempre tenía el mismo aire solemne. Las paredes estaban cubiertas de citas literarias y retratos de escritores clásicos, como si esos rostros del pasado observaran atentamente a los estudiantes. Darcy, sin embargo, no sentía la más mínima emoción al estar ahí.

Los números eran su fuerte, las ecuaciones su refugio. Pero su padre, editor de renombre, creía que su hija debía encontrar la misma pasión por las palabras que él. Por eso estaba en ese curso, rodeada de amantes de la literatura, obligada a descifrar poemas que le parecían demasiado adornados y a analizar novelas que no le interesaban.

Entre aquellos apasionados por las letras estaba Carter Hills.

Moreno, de cabello negro lacio y ojos oscuros, Carter no era el más alto de la clase, apenas le sacaba unos cinco centímetros a Darcy. Pero su presencia tenía algo particular: era tranquilo, siempre con la mirada fija en sus apuntes, siempre con una expresión que parecía debatirse entre la concentración y la timidez. Era de esos chicos que no alzaban la voz a menos que fuera estrictamente necesario, y si no fuera por su mejor amigo Ricky, probablemente pasaría desapercibido.

Ricky era todo lo contrario: extrovertido, carismático, el tipo de persona que arrastraba a Carter fuera de su zona de confort. Gracias a él, Carter había aprendido a hablar con más confianza y a integrarse un poco mejor. Pero en el fondo, seguía siendo ese chico que prefería un buen libro a una conversación superficial.

A Darcy nunca le había importado demasiado su presencia. Coincidían en algunas clases, sí, pero hasta ese momento, nunca habían intercambiado palabras.

Hasta hoy.

El profesor pidió que formaran grupos de dos para un trabajo sobre el Romanticismo.

Darcy suspiró, cruzando los brazos. No tenía ánimos de socializar, y mucho menos de cargar con el peso de una investigación sobre autores que apenas le interesaban. Mientras la mayoría ya comenzaba a agruparse, ella se quedó quieta, esperando a que el profesor la emparejara con quien quedara libre.

Pero entonces, una voz la sacó de sus pensamientos.

—Hola. Darcy Daniels, ¿verdad?

Ella levantó la mirada y se encontró con Carter Hills, parado frente a su escritorio con su característico aire reservado.

Por un momento, Darcy no supo qué responder. Asintió, algo tensa, preguntándose qué quería.

—Pensé que tal vez podríamos hacer equipo en esta ocasión —dijo Carter, mirando de reojo el aula—. La mayoría ya encontró compañero y… bueno, Erika siempre tiene alguna excusa para no hacer su parte.

Lo último lo dijo en un murmullo, casi con resignación.

Darcy parpadeó. Erika era su compañera habitual, una chica que parecía entusiasmada con el curso, pero que rara vez se hacía cargo del trabajo en equipo.

Por primera vez en toda la clase, una sonrisa genuina apareció en los labios de Darcy.

—No creo que te sea de mucha ayuda —advirtió, divertida—. Pero si quieres arriesgarte, que conste que te lo advertí.

Carter sonrió, un gesto sutil pero sincero, y sin dudarlo más, tomó asiento en la carpeta vacía a su lado.

En ese instante, sonó el timbre del recreo.

Los murmullos de los estudiantes llenaron el aula mientras algunos recogían sus cosas y otros seguían conversando. Carter cerró su cuaderno y miró a Darcy.

—¿Qué te parece si continuamos en la cafetería? Así avanzamos un poco antes de la siguiente clase.

Darcy dudó por un momento, pero no tenía ningún otro plan para el recreo, y tampoco le desagradaba la idea.

—Está bien —respondió.

Caminaron juntos hasta la cafetería, donde Carter la llevó a una mesa en la esquina, junto a la ventana. Apenas se habían sentado cuando alguien se dejó caer en la silla de enfrente con una sonrisa confiada.

—Así que esta es la chica por la que abandonaste a Erika —dijo el recién llegado, mirándola con curiosidad.

Darcy frunció el ceño y lo reconoció de inmediato. Ricardo, alias Ricky, el mejor amigo de Carter. Era difícil no conocerlo: era de los más populares de su grado, siempre rodeado de gente y con una seguridad que contrastaba completamente con la timidez de Carter.

—No abandoné nadie —protestó Carter, rodando los ojos.

—Claro, claro —Ricky le dio un sorbo a su jugo antes de volver a enfocarse en Darcy—. Y bien, Darcy, ¿qué te hizo cambiar de parecer? Carter es un buen tipo, pero nunca antes te había visto hablándole.

Darcy alzó una ceja.

—No es que tuviera algo en su contra, simplemente no habíamos coincidido —respondió, encogiéndose de hombros.

Ricky asintió con una sonrisa divertida.

—Bueno, bienvenida al club. Carter es un obsesionado de la literatura, así que prepárate para escuchar sobre libros todo el tiempo.

—No es cierto —replicó Carter, negando con la cabeza.

Darcy sonrió. Era extraño, pero hablar con ellos no se sentía incómodo.

Siguieron conversando hasta que faltaban pocos minutos para que terminara el recreo. Fue entonces cuando Lola apareció en la cafetería, con el ceño fruncido y buscando entre las mesas. En cuanto vio a Darcy, caminó directamente hacia ella.

—Ah, aquí estás. Necesito que me ayudes con unos apuntes de historia antes de la siguiente clase.

—¿No puedes hacerlo tú sola? —bromeó Darcy, pero Lola le lanzó una mirada que dejaba claro que no aceptaría un no por respuesta.

—Sabes que no —dijo con dramatismo—. Anda, antes de que no nos dé tiempo.

Darcy suspiró, pero se puso de pie.

—Nos vemos luego —dijo a Carter y Ricky antes de seguir a Lola fuera de la cafetería.

Mientras ellas se dirigían al aula de historia, Carter y Ricky recogieron sus cosas y tomaron rumbo a los vestidores para su siguiente clase: educación física.




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