Fragmentos de Nosotros

Capítulo 2

Cuando las puertas del ascensor se cerraron, Darcy apoyó la espalda contra la pared y soltó un suspiro pesado. Su plan había sido impulsivo. No había pensado con claridad cuando decidió cambiar de dirección para evitar a Ricky. Ahora, dentro del ascensor en marcha, la realidad la golpeó. Presionó el botón hacia el piso de él, pero las dudas la asaltaron.

Ahora tengo que explicar qué hago aquí, tal vez es momento de ser honesta.

Ese pensamiento pasó por su mente, pero antes de que el ascensor llegara a su destino, su dedo tembloroso pulsó el del primer piso. ¿Qué estaba haciendo?

Cuando las puertas se abrieron en la recepción, Darcy salió con pasos rápidos, sintiendo la mirada curiosa del portero. No se detuvo hasta llegar al vestíbulo, donde un par de sillones de cuero oscuro adornaban el espacio. Se dejó caer en uno de ellos y cerró los ojos por un momento, tratando de ordenar sus pensamientos.

No quería volver aún. No cuando existía la posibilidad de que Ricky siguiera afuera, esperando pacientemente para terminar aquella conversación que ella se negaba a tener.

Afuera, Ricky frunció el ceño cuando Darcy desapareció en el interior del edificio.

Aquello no tenía sentido. Sabía perfectamente dónde vivía ella y no era en esa zona. Darcy siempre tomaba la misma ruta, la misma calle, la misma entrada. Pero en ese momento, había cambiado el trayecto y entrado en un lugar donde, hasta donde él sabía, no tenía razones para estar.

Intentó seguirla, pero apenas puso un pie en la entrada, el portero lo interceptó con una mirada firme.

—¿A quién busca?

Ricky deslizó la vista hacia dentro, pero no vio rastro de Darcy.

—A una amiga —respondió con calma.

—¿Tiene su autorización para entrar?

El tono profesional del portero dejaba claro que no pensaba dejarlo pasar sin una buena razón. Ricky presionó la mandíbula.

—Solo quiero confirmar algo.

El portero arqueó una ceja, cruzándose de brazos.

—Si su amiga quiere verlo, ella bajará. De lo contrario, le pediré que se retire.

Ricky soltó un suspiro lento, intentando no dejar que la incomodidad lo afectara. No tenía pruebas, pero algo le decía que Darcy se había metido ahí a propósito, para evitarlo.

Cruzó los brazos y se apoyó contra la pared exterior, mirando de reojo la puerta de vidrio. Podía esperar. Pero el tiempo pasó. Treinta minutos y ella no salió.

El portero seguía allí, observándolo de vez en cuando con la misma expresión de duda. Como si intentara descifrar qué hacía Ricky plantado en la entrada de un edificio donde claramente no tenía nada que hacer.

Finalmente, Ricky pasó una mano por su cabello y chasqueó la lengua. No valía la pena seguir esperando. Darcy no saldría mientras él estuviera allí.

Se giró sobre sus talones y se alejó sin prisa. Pero la duda quedó ahí, flotando en su cabeza. ¿Por qué estaba en ese edificio? ¿Con quién?

Dentro, ajena a la incertidumbre de Ricky, Darcy se abrazaba a su mochila y apoyaba la frente en su brazo. Tal vez solo esperaría unos minutos más, el tiempo suficiente para asegurarse de que él se hubiera ido.

Pero los minutos se alargaron. Media hora. Luego una hora.

Darcy parpadeó pesadamente, frotándose los ojos con sus manos. Su cuerpo le exigía descanso, pero su mente se resistía. Cada vez que cerraba los ojos, los ecos de la conversación con Ricky volvían a su cabeza.

"Él es todo lo opuesto a ti."

"No son compatibles, lo sabes."

Sus dedos jugaron con la cremallera de su mochila, un intento inútil de mantenerse despierta. Se obligó a revisar su celular, pero la pantalla borrosa apenas la ayudaba a mantenerse alerta. El sueño la arrastraba con cada segundo que pasaba.

Un crujido suave en el cuero del sillón la hizo enderezarse. Se pasó una mano por el rostro, intentando despejarse. ¿Cuánto más debía esperar? ¿Y si Ricky aún estaba afuera?

No lo sabría hasta que saliera.

Suspiró y dejó caer la cabeza contra el respaldo del sillón, sin darse cuenta de que sus párpados volvían a cerrarse poco a poco.

El recepcionista, quien había estado observando discretamente desde su escritorio, notó cómo Darcy comenzaba a cabecear. No era la primera vez que la veía en el edificio, pero sí la primera que se quedaba tanto tiempo sin moverse.

Finalmente, tomó el teléfono y marcó un número.

—Podría bajar al vestíbulo —dijo con voz profesional—. Hay una señorita esperándolo.

Pocos minutos después, el sonido del ascensor interrumpió el silencio del vestíbulo. Las puertas se abrieron y él salió con el ceño levemente fruncido, buscando con la mirada. No tardó en encontrarla.

Darcy estaba sentada en el sillón, con la cabeza inclinada hacia un lado, visiblemente adormecida. Su respiración era pausada, sus pestañas temblaban levemente, y su mochila descansaba en su regazo.

Se acercó con cautela, inclinándose frente a ella.

—¿Darcy? —llamó en voz baja.

Ella se removió un poco, pero no despertó del todo. Él suspiró, la miró por un instante antes de tomar asiento junto a ella. Si se había quedado allí tanto tiempo, debía haber una razón. Y él quería saber cuál era.




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