El sábado amaneció con un cielo encapotado, sin lluvia, pero con esa sensación densa de que en cualquier momento el agua caería. Era un clima extraño, de esos que parecían presagiar cambios, aunque Darcy intentaba ignorarlo.
Caminó hasta la casa de Carter con pasos tranquilos, como si alargara el trayecto a propósito. Él le había dicho que estaría solo ese día, lo que significaba que tendrían la casa para ellos mientras terminaban el proyecto. No debía ser un problema. No era la primera vez que estudiaban juntos. Y, sin embargo, algo en la idea de estar a solas con Carter Hills la inquietaba.
Cuando llegó, él ya la esperaba en la puerta, apoyado contra el marco con esa expresión relajada que lo caracterizaba.
—Puntual —comentó con una leve sonrisa.
—No quería que dijeras que evito el trabajo en grupo.
—Jamás pensaría eso de ti. —Se apartó para dejarla entrar—. Vamos, aún queda mucho Byron por analizar.
La casa estaba en silencio. No había música ni voces en el fondo, solo el leve murmullo de la televisión encendida en otro cuarto. Carter la condujo hasta su sala, donde la mesa de centro ya estaba llena de hojas y libros. Se sentaron uno frente al otro, y durante los primeros minutos, todo fluyó con naturalidad.
Carter leía en voz alta un poema mientras Darcy tomaba notas. Habían trabajado juntos suficiente tiempo como para tener un ritmo definido. Pero entonces, el aire cambió.
En algún momento, Carter se inclinó para alcanzar su libreta y, sin darse cuenta, quedó demasiado cerca. Tanto que Darcy pudo sentir el calor de su piel.
Ella se tensó.
No era como si Carter nunca hubiera estado a su lado, pero esa vez la cercanía se sintió… distinta. Su respiración le rozó la mejilla antes de que él se apartara, como si tampoco estuviera del todo cómodo con la distancia.
—Lo siento —murmuró él, rascándose la nuca.
—No pasa nada —respondió Darcy de inmediato, pero su voz sonó un poco más seca de lo habitual.
Se obligó a mirar su libreta, aunque la tinta se volvió borrosa.
—Bien, entonces… el análisis de Cuando nos separamos —dijo Carter, retomando la tarea con un tono más serio.
Darcy asintió y volvió a concentrarse, pero la sensación de su cercanía aún permanecía.
El tiempo pasó entre anotaciones y discusiones sobre el Romanticismo, aunque la tensión seguía latente en el ambiente. No era una incomodidad evidente, pero estaba ahí, en los silencios más largos de lo habitual, en la manera en que Darcy se mantenía un poco más rígida y en cómo Carter jugueteaba con su bolígrafo, algo que solo hacía cuando estaba nervioso.
Finalmente, después de un par de horas, cerraron el último libro.
—Listo —murmuró Carter, dejando su bolígrafo sobre la mesa—. Se acabó.
Darcy soltó un suspiro casi imperceptible.
Ya está. Terminaron.
Y con ello, también terminaba esa rutina extraña de los últimos días. Ya no había razón para que Carter y Ricky siguieran rodeándola. Ahora podía volver a su normalidad: ella y Lola. Sin distracciones. Sin vínculos innecesarios.
Lo sintió como un alivio. O al menos, intentó convencerse de ello.
—Supongo que eso significa que no tendrás que verme tanto —dijo Carter de repente, con una media sonrisa.
Ella parpadeó.
No había ironía en su voz, pero tampoco sonaba completamente neutral.
—Supongo —respondió, encogiéndose de hombros.
Carter la observó por un momento, como si esperara algo más. Como si quisiera asegurarse de que no le molestaba la idea.
Pero Darcy no añadió nada.
Finalmente, él apartó la mirada y se puso de pie.
—¿Quieres algo de tomar antes de que te vayas?
—No, gracias.
Se hizo un silencio breve.
Carter pareció dudar antes de hablar, pero al final solo asintió.
—Entonces te acompaño a la puerta —caminaron juntos hasta la salida.
—Nos vemos, Daniels —dijo Carter, apoyándose contra el marco de la puerta, igual que al inicio.
Darcy se quedó quieta un segundo antes de levantar la mano en un gesto vago.
—Nos vemos —dijo mientras avanzaba, esperando que con cada paso se sentiría más ligera. Pero por alguna razón, el peso en su pecho no desapareció.
El aire frío le erizó la piel, pero no hizo ningún gesto que lo delatara. Solo quería irse. Dejar atrás la casa, la tarea, la tensión inexplicable que había flotado en el ambiente.
Pero justo cuando estaba por alejarse, una figura familiar apareció al final del camino de entrada.
—Vaya, vaya. ¿A dónde tan rápido, Darcy Daniels?
Ricky.
Sostenía su mando de videojuegos en una mano y tenía una expresión despreocupada, aunque la chispa en sus ojos revelaba que ya había notado su presencia antes de hablar.
Darcy no se detuvo del todo, pero sí aminoró el paso lo suficiente como para responder sin parecer grosera.
—Ya terminé lo que tenía que hacer.
Ricky alzó una ceja y miró más allá de su hombro, hacia la puerta donde Carter seguía apoyado.
—¿Y qué? ¿No quieres quedarte un rato? Justo iba a ganarle a este tipo en Tekken. —Le dio un par de golpecitos a su mando como si fuera una invitación tentadora—. Vamos, Daniels, quédate a ver el espectáculo.
Darcy soltó un suspiro breve.
—Paso.
—¿En serio? Te vendría bien un poco de entretenimiento. —Ricky ladeó la cabeza y le dirigió una sonrisa ladeada—. A menos que Carter te haya entretenido demasiado ya.
Carter resopló desde la puerta.
—Cállate, Ricky.
Darcy rodó los ojos.
—Nos vemos.
Y sin darle tiempo de insistir, se giró y se marchó calle abajo, sintiendo la mirada de ambos sobre su espalda por unos segundos antes de que la puerta se cerrara tras ella.
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Editado: 13.03.2025