El ambiente de la cafetería ya le resultaba familiar a Darcy. Desde que Ricky había estado en exámenes, ella y Lola habían convertido ese sitio en su punto de encuentro. Se sentían cómodas ahí: la música era suave, la iluminación cálida y el aroma a café recién hecho las envolvía apenas cruzaban la puerta.
Esa tarde no era la excepción. Se acomodaron en su mesa habitual junto a la ventana, donde la vista daba a la plaza. Los árboles se mecían con el viento de primavera, y algunas parejas paseaban de la mano.
El mesero, un chico de lentes con sonrisa amigable, llegó con sus pedidos. Dejó frente a Lola un croissant con almendras y su cappuccino, mientras que a Darcy le entregó un latte con una figura de corazón en la espuma y una rebanada de pastel de zanahoria.
—¿Algo más, chicas? —preguntó con amabilidad.
—Sí, que me traigas la receta de este croissant —bromeó Lola, arrancándole una sonrisa al mesero.
—Lo siento, es secreto de la casa —respondió él con un guiño antes de marcharse.
Lola se giró hacia Darcy con una sonrisa cómplice.
—No sé qué haría sin este café. Me da la paz que la universidad me quita.
—Supongo que Ricky también está ayudando con eso, ¿no? —comentó Darcy, removiendo la espuma de su latte.
—Él siempre ayuda —dijo Lola con orgullo—. Pero últimamente casi no lo veo. Está de exámenes, así que aprovecho para ponerme al día con todo.
Darcy asintió. En esos días, la ausencia de Ricky había hecho que sus tardes con Lola fueran más tranquilas. Sin la tensión de su presencia, la conversación fluía mejor.
—Ah, por cierto —soltó Lola, partiendo un pedazo de su croissant—. Hace un par de días, Ricky fue a ver a Carter.
El nombre la golpeó como un pequeño choque eléctrico.
—¿A Carter? ¿Por qué?
—No lo sé exactamente. Sasha lo llamó de urgencia, pero Ricky no ha tenido tiempo de contarme qué pasó. Siempre es así cuando está en exámenes.
Darcy sintió un nudo en el estómago. ¿Qué habría pasado con Carter? No quería preguntar más, pero su mente ya había comenzado a imaginar escenarios.
Para distraerse, probó un bocado de su pastel mientras Lola revisaba su teléfono.
—Y dime, ¿tú irás a la fiesta? —preguntó Lola, cambiando el tema.
Darcy se encogió de hombros.
—No sé.
—Si no quieres, no vayas. No tienes que estar en lugares donde no te sientas cómoda.
La forma en que Lola lo dijo, con total naturalidad, hizo que Darcy se sintiera momentáneamente en paz. Aunque en el fondo, una pequeña duda la atormentaba: ¿por qué Él no le había dicho para ir juntos?
—En el grupo del cole no dejan de hablar de la fiesta —continuó Lola—. Dave ya está organizando todo.
Darcy bebió un sorbo de su café sin decir nada.
—¿Sabías que Roger y Erick están tratando de reunir a todos los del salón?
—¿Para qué?
—Para que la fiesta sea más grande. Quieren rastrear a los que han perdido contacto.
—Qué considerados —ironizó Darcy.
Lola rió.
—Bueno, en estas reuniones siempre están los mismos: Ezra, Dave, Erick, Roger, Marco, Ginny, Sofía, Mery… y ahora yo.
—¿Tú?
—Sí, fui a una de sus fiestas hace poco. Quería ver cómo eran y la verdad… me divertí. Son un grupo de locos.
—No me digas que quieres volver.
—No lo sé —Lola tomó un sorbo de su cappuccino—. Es que… la dinámica entre ellos es rara.
—¿Rara cómo?
—Digamos que casi todos han tenido algo con alguien del grupo. Ya sabes, besos, sexo, esas cosas. Excepto yo, claro, porque tengo novio y Ricky me mata.
Darcy torció el gesto.
—Nada ha cambiado.
—Nada en absoluto.
Hubo un breve silencio antes de que Lola soltara algo más:
—Por cierto, Sofía irá a la fiesta… con su novio rico.
Darcy sintió un ligero escalofrío.
—¿Su novio rico?
—Sí. Es de lo único de lo que hablan en el grupo del colegio. Ginny y Sofía no paran de presumirlo.
Darcy no dijo nada. No tenía nada en contra de Sofía, pero nunca se llevaron bien. Sin embargo, lo que más le incomodó fue lo que Lola dijo después.
—Ezra no deja de etiquetar a Jackson cada vez que hablan del tema.
Darcy se quedó inmóvil.
—¿Por qué?
—Tú sabes por qué. En el cole a Jackson le gustaba Sofía y ella lo rechazó dos veces. Ezra nunca lo ha dejado pasar y cada que puede le recuerda eso con alguna broma.
Darcy sintió su pulso acelerarse. Jugó con el anillo en su dedo, dándole vueltas lentamente.
—¿Jackson ha dicho algo?
—Nada. Se ha mantenido en silencio.
Lola siguió hablando de otras cosas, pero Darcy apenas la escuchaba. Su mente estaba dividida entre la noticia de Carter, la fiesta de Dave y Jackson.
Mientras removía la espuma de su latte con la cuchara, su teléfono vibró con un mensaje. Por un momento, pensó que podría ser Él. Pero al ver la pantalla, su alivio fue inmediato. Solo era una notificación de la universidad.
Suspiró y dejó el teléfono a un lado.
—Darcy, ¿me estás escuchando? —se quejó Lola.
—Sí, sí —mintió ella, tomando su café para ocultar su inquietud.
La conversación siguió, pero su mente seguía atrapada en lo que acababa de escuchar.
________
Después de pagar la cuenta, las chicas salieron del café, sintiendo el aire fresco de la tarde acariciarles la piel. La plaza frente a ellas estaba iluminada por las farolas, y aunque no estaba abarrotada, había suficiente gente paseando como para darle vida al lugar.
—Caminar un poco nos ayudará a bajar todo el azúcar que acabamos de tomar —comentó Lola, estirando los brazos por encima de su cabeza.
—Habla por ti —respondió Darcy, deslizando las manos en los bolsillos de su chaqueta—. Mi café solo tenía un toque de vainilla, no un kilo de crema batida como el tuyo.
Lola se rió y le dio un empujón suave en el hombro.
—No puedes juzgarme. El azúcar me mantiene cuerda.
—Entonces eso explica muchas cosas —soltó Darcy con una media sonrisa.
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Editado: 13.03.2025