Fragmentos De Nosotros

Un nuevo despertar

Era el comienzo de mis vacaciones. Despertar ya no pesaba, ya no dolía.
La luz se filtraba por la ventana y acariciaba mis ojos. El pelo alborotado, las sábanas suaves... y una sonrisa inevitable.
Afuera, un cielo azul enmarcaba el verde que rodeaba mi mundo. Los gatos, estirándose con pereza, me miraban desde la cocina como si compartieran mi paz.
Preparé un mate, algo rico para comer, y salí a sentarme bajo el árbol.
Todos ellos conmigo.
Mi mundo ideal. Mi refugio. Por ahora, no necesitaba más.

Ya casi era mediodía y fui a preparar el almuerzo. Quizá unos ñoquis... sería perfecto.
Al terminar de cocinarlos, justo empezaba mi cuadro favorito. Me senté a comer mientras lo miraba, y al segundo tiempo, una Coca bien fría completaba el momento. Ganaron. Cada vez, el día mejoraba más.

Pensé en dormir una siesta, pero... ¿por qué hacerlo si todo estaba saliendo tan bien?
Salí a sentarme afuera, a disfrutar ese hermoso día, viendo correr y divertirse a mis animales. Tomé un libro de amor, de esos que tanto me gustan.

Porque estoy enamorada.
Pero no de alguien... Estoy enamorada de la idea del amor. Ese que sueño tener, aunque sé, quizás, que no existe.

Recién empiezo esta novela. Ella era como yo: solitaria, alguien que no esperaba enamorarse -o al menos no quería ser lastimada-. Ya no quería sentir dolor; ya sabía cómo iba a terminar todo.

Pero aquí no voy a escribir sobre ella, sino sobre mí...

¿Me he enamorado? No sabía cómo responder a esa palabra. Solo tuve un novio, y lo único que recuerdo de eso es el dolor. ¿Eso era amor? Quiero creer que no.

Hace algunos años, hablaba con alguien. No lo veía en persona. Solo charlábamos por redes sociales. Ambos teníamos inseguridades, miedos que, aunque estuviéramos cerca, no nos permitían tener una cita. Pero en esos tres años de conversación, creamos una conexión única. Una relación con alguien a quien nunca toqué, nunca miré a los ojos, pero sentía que me quería... y yo a él.

Él me entendía como nadie. Conectábamos en todo. Todos los días había algo de qué hablar. Teníamos peleas por celos, y otras, en broma, que terminaban siempre llevándonos de nuevo al mismo lugar: nosotros.

Pensar en eso me hacía creer que el amor existe. Pero aun así, no me atrevía. Tenía miedo. Sentía que yo todavía no estaba bien, que estaba rota. Miedo a que, en persona, no fuera lo mismo. Que no le gustara. Que fuera incómodo. Y también estaban sus miedos, que aunque nunca me dijo cuáles eran, yo los respetaba.

Hoy, leyendo ese libro... pensé en él.

Es ese que, en esos días donde ya no querés ni podés, te hace un chiste o te busca pelea y te hace olvidar por un rato. Ese que te hace sentir nerviosa, que te da mariposas en la panza cuando te dice algo lindo. Tenemos muchos gustos en común, pero también muchas diferencias.

A veces pasamos días sin hablarnos porque nos enojamos -somos dos orgullosos-, pero siempre, uno de los dos termina cediendo. Siempre volvemos a hablar.

Yo solo quería sentirme bien, estar bien conmigo misma, solo para poder verlo. Ese era mi sueño: estar tan bien que pudiera compartir eso con él... y que él también estuviera bien. Poder conocernos de verdad, sin miedo. Conocer cada parte de él: cada lunar, cada cicatriz, cada herida en su alma. Y que él también conociera y amara las mías.

Pero no era tan fácil como suena...

Yo, poco a poco, estaba sanando. Estaba bien.

Ese día, leyendo ese libro, algo dentro de mí se llenó de fuerza.

Quería vivirlo.
Ya no quería seguir soñando, quería sentirlo en carne y hueso.
Quería intentarlo.

Justo en ese momento, me llegó un mensaje de él:
"¿Qué hacés ahora?"

Y me atreví a contestarle. Sin pensarlo demasiado, solo dejándome llevar:
"Con ganas de verte... ¿querés?"

Mi corazón latía a mil por hora. Sentía la cara hirviendo, como si hubiera subido a 45°.
Esos minutos en los que demoró en contestar se hicieron eternos.
Pero cuando el celular sonó, lo agarré al instante.
"Bueno, ¿dónde? No me dejes plantado."

Cada vez estaba más nerviosa.
Los pensamientos y los miedos empezaron a asomar, como cada vez... pero algo, algo era diferente. Esta vez, no los quería escuchar. Esta vez, quería dejar las inseguridades atrás. No me importaba más nada.

Le mandé mi dirección.
Quería verlo.
Quería que viniera a casa, que conociera a mis animales -mis "hijos"-, que tanto quería y de los que siempre le hablaba.

Y entonces llegó otro mensaje:
"Ya me tomé el bus para ahí, en 20 llego."

En cada uno de esos veinte minutos, pensé y sentí mil cosas.
Pero ya no había vuelta atrás.
Ya me había atrevido... y ahora tenía que afrontarlo.
Solo esperaba que todo saliera bien.

Fui a esperarlo donde bajaba del bus.
Y ahí fue cuando lo vi.

Sus ojos... esos hermosos ojos y esa carita tímida.
Sí existe el amor a primera vista.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.