Fragmentos De Nosotros

Entre la distancia y el deseo

Ese día desperté con un "buenos días, ya salgo para ahí". Mi alarma no había sonado. Salté de la cama directo a bañarme, pero ni eso me dio tiempo: ya estaba en mi puerta antes de que llegara a vestirme. Le abrí en toalla, pidiéndole perdón.
-Te hacés la que te bañás -bromeó.
Lo callé con un beso.
-Me voy a vestir -le dije, con ganas de que me pidiera que no, aunque no insinué nada. Todavía estaba esa timidez, pero ya era solo una pizca.

Me cambié: una calza y un buzo, ambos blancos. Fui a la sala queriendo que mi pelo, al secarse solo, no quedara tan alborotado... o al menos no tanto. Nos llenamos de besos y le pregunté si quería mate o café. Aceptó los mates. Había sándwiches de jamón y queso y comimos afuera, bajo el techo. Ese día también llovía.

Al estar tocándonos las manos, no quise esperar más. Le propuse eso que tanto deseaba: vivir juntos.
-¿No te gustaría vivir conmigo? -le pregunté. Pero en cuanto lo dije, me sonó imprudente. Sabía que vivía con su mamá enferma y su hermanito chico.

Tardó un momento, pero me contestó:
-Yo quiero vivir juntos. Quiero despertarme cada día con vos, pero no puedo... por ahora.

Lo entendí. No quería ser egoísta. Y menos si todo era tan rápido. Aunque hablábamos hacía tres años, en persona solo nos conocíamos desde hacía tres días.
-Está bien, amor... solo quería saber si era posible, confirmarlo. Porque también es lo que más quiero.

Nos quedamos pensando. Pero había tiempo. Queríamos hacerlo bien. Éramos intensos, sí. No existía el "espacio personal" entre nosotros, pero de alguna forma... no se podía todavía.

Entramos, y quise mostrarle cosas de mi cuarto: regalos, recuerdos... que supiera un poco más de mí. Aunque ya sabía casi todo, siempre fue bueno escuchando.
Tirados en la cama, viendo fotos, leyendo cartas, con los gatos acostándose arriba de todo... quería que fuera así siempre.
Que fuera mi compañero.

Nuestro humor era el mismo, cada cosa en cada momento nos hacía reír, nos entendíamos sin esfuerzo.
Esa conexión que siempre supe que existía -en todos los sentidos- se sentía más fuerte que nunca.
Había encontrado a mi alma gemela.
Al hombre de mi vida.

Guardé todo, y ahí estaba él... ese hombre lindo por dentro y por fuera.
Pero también estaban ahí mis inseguridades, mis debilidades, el miedo.
Miedo a perderlo, a perder eso tan lindo que tenía, que sentía mío.

Y también esas voces...
Esas voces conocidas.
Las tuyas.

Mi mayor enemiga: yo misma.
"Seguramente termina igual."
"Me va a engañar."
"No te ilusiones."
"Tratá de no demostrar tanto amor."

Pero... ¿por qué?
Si yo no soy así.
Si sentir tanto no está mal.
Sería fallarme a mí misma, no ser leal a mis sentimientos.

Y de pronto esa voz interior dijo, firme:
"Voy a dar lo que soy."

Me disocié un poco, lo admito.
Él se rió de mí, y yo me hice la tonta. Me dio mucha vergüenza.
Estábamos en la cama...

Y bueno, sabemos a dónde llegó todo.
Nos extrañábamos, nos deseábamos.
Y aunque no se dijo en voz alta, lo estaba involucrando en mis sentimientos.
Porque era evidente:
Él sentía lo mismo.

Esta vez... sí, nos bañamos juntos.

Por primera vez nos vimos y nos sentimos con el agua caliente cayendo sobre nuestros cuerpos, mientras lentamente nos hacíamos más nuestros.

Salimos de bañarnos, nos cambiamos y nos tiramos a dormir una siesta. Pero esta vez sí, realmente nos dormimos. Tan profundamente, que al despertar ya era hora de que se fuera.
Fueron apenas diez minutos más: de besos, caricias, o simplemente de mirarnos.
Y se fue, en el bus.

En casa pensaba... pensaba en cómo ahora él ya era parte de mí. Pero también sabía que yo no era su dueña. Él tenía su vida, sus tiempos, y debía calmarme, no dejarme llevar por la ansiedad.
Quise distraerme, ocupar mi mente. Tenía mi negocio, sí, pero no estaba en mis manos hacer demasiado, ya que trabajaban para mí.
Necesitaba un pasatiempo. Pensé en las cosas que me gustan, en lo que me atrae... y entonces se me ocurrió.

No para cambiarme. No para gustarle más. Sino para sentirme fuerte. Para mirar al espejo y decirme "me estoy eligiendo."

Averigüé rápido, tenía uno cerca. Me anoté ese mismo día, iba a ir al gym

Se lo conté:

-Mañana empiezo el gym.

No le gustó mucho la noticia. Lo noté en cómo tardó en responder, en ese "mmm, bueno" seco que me mandó después. Me lo imaginé, claro. Celos. Supongo que no puedo juzgar esas mismas cosas que yo también siento.

Le respondí enseguida:
-Tranquilo, amor. Yo soy tuya. Solo quiero distraerme un poco... y de paso mejorar físicamente.

No lo hacía para que alguien más me mire. Ni para cambiar quién soy. Lo hacía para mí. Para sentirme bien. Para tener otra motivación, otra razón para levantarme, para reencontrarme conmigo también.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.